La herencia de nuestros ancestros: una historia patrimonial

Club de plantas septiembre

Fecha

8 de octubre de 2020

Cazuela de gallina, pantrucas y mazamorras, fueron algunos de los platos con que nuestros participantes de la sesión del “Club de Plantas” de septiembre  recordaron a sus abuelas. En esta ocasión nos acompañó la gestora cultural e investigadora del Patrimonio Inmaterial chileno –perteneciente al pueblo diaguita– Carolina Herrera Rojas, con la que conversamos acerca de recetas y herencias familiares, saberes de la naturaleza y cómo hay personas que traen la sanación en sus manos.

Por: Constanza Romero Lecourt

¿Qué costumbres has aprendido de tus abuelos y abuelas? Gran parte de lo que somos, desde nuestro color de piel, nuestros gustos e incluso nuestros sentimientos, los hemos heredado de este linaje ancestral que se ha ido transmitiendo por generaciones. Sin darnos cuenta llevamos con nosotros muchas historias, olores, canciones y formas que nos acompañan, que son parte de nuestras vidas y que nos recuerdan que nuestros antepasados siguen estando muy presentes. Pero, ¿qué significa para ti indagar en estas raíces?

En esta sesión del “Club de plantas” nos propusimos un hacer un profundo viaje para entender la importancia de estos saberes en compañía de una infusión. Para romper el hielo y hacer presentes a nuestros antepasados comenzamos la sesión hablando de recetas familiares. ¿Qué recetas familiares conoces?, ¿recuerdas a tu abuela con algún plato? Lorena Bustos nos contó que la comida con la que rememoraba a su abuelita era el fricasé de cochayuyo, “un plato que ahora ya no se ve. Se hace con crutones, papas fritas, huevo revuelto y el cochayuyo picado bien finito. Lo más importante de los sabores antiguos eran los colores y esa manteca con harto ají que le echaban a todas las comidas”. Asimismo, Alexandra Day nos explicó que su abuela le hacía un jugo delicioso de guindas, que ella cosechaba de unos árboles de su patio. “Le quedaba riquísimo. Le echaba canela, lo dejaba en el refrigerador súper helado. En esa época no existían las bebidas, entonces ese jugo era una maravilla”, nos señaló saboreándose sus labios.

La memoria que vive en nuestros alimentos

A lo largo de estas cinco sesiones del “Club de plantas” hemos estado viendo cómo cultivamos las semillas, qué hacemos con nuestro huerto y cuál es nuestra relación con nuestro entorno ahora que estamos en casa. Pero, ¿cómo podemos conservar y utilizar lo que estamos cultivando?.

Con un canto al universo, nos abrimos a responder estas preguntas. “Medicina de mi canto. Son memorias muy bonitas, son memorias de mi alma. Medicina el alimento. Medicina en la comida, medicina son las manos de mi abuela. Medicina de mi madre, medicina. Medicina de la tierra, medicina”, interpretó la gestora cultural perteneciente al pueblo diaguita, Carolina Herrera Rojas, junto al sonido de un tambor en señal de agradecimiento a la naturaleza y a nuestras familias. Con cada movimiento de sus manos, diversas memorias fueron dibujando esbozos del pasado en nuestras mentes, como lindas reminiscencias que se atesoran y se iluminan en el presente. El calor de la estufa, el pan amasado, los tejidos, los abrazos apretados y las conversaciones sobre las teleseries, entre otras. Son esas piezas que hoy nos llenan de esperanza y alegría al recordar a nuestras raíces.

Actualmente, nuestra sociedad se ha enfermado porque –entre otras razones– el frenético ritmo que nos exige estar siempre produciendo, no nos permite detenernos para observarnos entre nosotros/as mismos/as y el mundo, y agradecer lo que tenemos. Pero nuestros ancestros sabían que este acto tan noble de dar las gracias es una de las herramientas más hermosas que tenemos para enfrentarnos a la vida. Cuando hacemos una pausa e integramos la sabiduría de nuestros abuelos y abuelas a esta escuela viva, de aprender de su autonomía y sus saberes, sanamos todo lo que traemos en nuestro linaje y liberamos a nuestras futuras generaciones. De ahí viene la importancia de recuperar la conexión de la mente y el cuerpo, donde entendemos que sanar no es sólo tomar una pastilla. Más bien, implica tomar conciencia de una serie de cuidados, observar el cuerpo y sus equilibrios, es decir, llevar a cabo una serie de rituales que nos dan sentido como seres humanos.

Nuestras abuelas tenían otro tipo de relación con la tierra, marcada por un profundo respeto y reciprocidad. Entendían que la naturaleza no era un recurso, sino más bien un igual y sabían que los frutos y las hierbas medicinales podían ser grandes aliadas para aprovechar esta riqueza. Esto lo podemos apreciar por ejemplo, en las comidas que preparaban, donde lograban destacar sus sabores, colores, texturas y aromas. En la búsqueda de sacarle el máximo provecho a estos recursos, nuestras abuelas usaron sus puños para medir todo lo que se preparaba, convirtiendo sus manos en un elemento casi sagrado. Del mismo modo, cuidaban con cariño sus huertos y tenían muchos secretos para enfrentar algunas enfermedades. Carolina Herrera nos comentó el ejemplo de la jarilla –una yerba cordillerana que hoy es escasa– pero que nuestros antepasados utilizaban como un antibiótico y durante los años ’30 fue el curandero de la tuberculosis.

A lo largo de esta sesión hubo muchas inquietudes respecto de las plantas que se podrían usar para ayudar a sanar en los difíciles momentos que estamos viviendo. Carolina nos quiso compartir algunos secretos curanderos de las plantas medicinales que ha recopilado de la tradición oral de la Región de Coquimbo.

Entre ellas, cabe destacar la salvia cordillerana que ayuda a quienes se están recuperando del COVID-19. Es antibiótica para las vías respiratorias, además de ser descongestiva y antiparasitaria. La ñipa es una planta que contribuye a la liberación de toxinas y que favorece la eliminación de los cálculos renales. El romero castilla es muy buena para la memoria. Hay que tener en cuenta que sólo se deben consumir por tres días, pues no se debe abusar de su poder curativo.
Carolina Herrera también nos explicó que la medicina ancestral ha sido muy desarrollada por los pueblos originarios de nuestro país como los Aymará y los Quechua, quienes valoraban mucho algunas plantas y fibras naturales que ellos utilizaban para tejer recipientes, como los canastos de nuestras abuelas, para conservar los alimentos. Asimismo, los indígenas empleaban algunas plantas con fines medicinales, tal es el caso de la totora –una planta cordillerana– que ellos usaban para construir camillas y así succionar la densidad del cuerpo, hacer descargas energéticas y sacar la fiebre.

Santiguar para sanar

Nuestros pueblos originarios tienen en común que le dan un inmenso valor a la naturaleza y las influencias de las energías, tanto en el cuerpo físico y espiritual, para entender la medicina y la sanación. De acuerdo a esta sabiduría, lo que se enferma es lo espiritual y lo físico hace la expresión, por ejemplo, cuando el cuerpo se encuentra en soledad. ¿Te has sentido deprimido o con ansiedad últimamente? Con la pandemia estas emociones se han vuelto más recurrentes y en muchos casos es necesario pedir ayuda, conversar con alguien o simplemente hacer algo que te gusta para distraerte. Antiguamente nuestras abuelas solían sanar, proteger, limpiar y curar enfermedades a través del rito de santiguar, que se realiza cuando una persona es “ojeada”, es decir, cuando recibe una carga negativa a través de la mirada. Para los pueblos originarios, este rito permite reequilibrar las energías que llevan consigo las personas.

Viviana Tortella nos explicó que cuando su hija era pequeña le decían que tenía “mal de ojo” y vino una señora a santiguarla. “Recuerdo que ella quemaba las hierbas y cuando pasaba las cenizas por la espalda emitía un sonido. Me dijeron que podía ser que ella tuviese a alguna enfermedad en la guatita y la ceniza se la quemó, la limpió”, comentó añadiendo que, cuando la ceremonia finalizaba las cenizas se la ponían en la espalda dibujando una cruz. Para los indígenas, las cenizas eran muy importantes pues permitían la limpieza y liberación del cuerpo. El humo es la conexión con los ancestros que permiten que el cuerpo se sane.

Este rito se puede hacer con hojas de palqui, una hierba de muy mal olor y fuerte que posee ácido sulfúrico, y que en la antigüedad se utilizaba para espantar males. Nuestros ancestros también la ocupaban para botar las flemas de la pulmonía. Con la raspadura de palqui se hacía un caldo con papaya y borraja (planta que facilita la dilatación en el proceso de parto). Para santiguar, las mujeres lo hacían con yerba mate y azúcar. Armaban un fuego y cuando éste se apagaba, pasaban a la persona “ojeada” por ese humo. También podían hacerlo con un limón, lo calentaban en un tostador y lo aplicaban en forma de cruz.

La profesora Cecilia Chandía nos dijo que una de sus abuelas yerbateras se dedicaba a santiguar, pero lo hacía con un ramito de romero y orégano. “Iba untando en una agüita que hacía de canela y eso lo iba aplicando por todo el cuerpo. Ella tenía un don sanador y así aprendimos muchas cosas de las hierbas”, nos explicó. Estos recuerdos ella los atesora con mucho cariño porque son parte de su historia y hoy se los puede transmitir a sus nietos.

El saber popular de nuestros ancestros

Muchas de nuestras tradiciones las hemos heredado a través de la oralidad. El cuidado y la conservación de las plantas se han visto muy influenciadas por esta sabiduría. En el “Club de Plantas” surgieron varios consejos que queremos compartirte para que puedas macerar tus hierbas y aprendas a leer las señales de la naturaleza, como las energías de los astros. ¿Conoces cuántos ciclos lunares tenemos? Nuestro ciclo consta de dos equinoccios, dos solsticios y cuatro fases lunares. La maceración es un proceso que se recomienda hacer durante la luna nueva. Esta fase también se puede emplear para cortarse las puntas del pelo, ya que ella trae la renovación. Es muy bueno podar las plantas con luna menguante o en los dos primeros días de luna nueva.

¿Sabes qué son los macerados? Los macerados son una manera sencilla y eficaz para poder disfrutar de las propiedades de muchas plantas medicinales y yerbas aromáticas. Se pueden usar para masajes, para aliviar el dolor como cicatrizantes, algunos como medicina y también para elaborar cosmética natural. ¿Te gustaría macerar tus hierbas y no sabes cómo hacerlo? ¡Es muy simple! Se puede hacer con aguardiente, coñac, pisco o alcohol puro de uvas. Tienes que aplicar una taza pequeña de hierbas por medio litro del líquido que elijas. Lo ideal es que queden bien tapadas y bien selladas. Cuando termines, te recomendamos etiquetar el frasco para no olvidar lo que contiene.

¿Quieres conservar tus frutos para que duren mucho más tiempo? Aquí te lo explicamos. Para hacer mermeladas, comúnmente se sabe que se necesita una taza de azúcar por una de fruta. Lo cierto es que hay frutas que sólo requieren de la mitad, otras 400 gramos y otras sólo dos tazas de fruta por una de azúcar. Esto dependerá del dulzor de cada fruta, y para darle un sabor especial a nuestra preparación, podemos reemplazar el azúcar por miel. Otra forma para conservar es a través del almíbar donde se pueden guardar conservas, por ejemplo, de tomates, duraznos, frutillas, entre otros. Para esto se cocina un almíbar con dos tazas de azúcar en un litro o litro y medio de agua. Después se llena un frasco con la fruta y le agregas el almíbar caliente con una cáscara de naranja y un palito de canela. Luego, esto se sella a baño maría durante una hora. ¡Listo! Tendrás una buena conserva para disfrutar más adelante.

Todos estos saberes y consejos de nuestros ancestros fueron muy bien acogidos por nuestros participantes del “Club de Plantas”. La profesora Cecilia Chandía valoró esta instancia tan enriquecedora para la mente y el alma, porque “ahí está todo el aprendizaje de nuestro Chile querido. Algunos no quieren reconocer que tenemos que volver para allá, pero esta pandemia nos está haciendo que veamos y valoremos todo lo que tenemos. Lo que hemos aprendido es parte de nuestras costumbres campesinas y de nuestras tierras que son hermosas”, nos indicó agradeciendo el poder ser parte de este encuentro.

Con la esperanza de seguir creciendo y aprendiendo de nuestros ancestros, herencias familiares y plantas medicinales, ¡queremos darte las gracias por participar de esta jornada de nacimiento que hacemos con mucho cariño! Sin duda que hemos aprendido maravillosos conocimientos para volver a brotar durante este período de pandemia, que ha puesto a prueba nuestra fortaleza y capacidad de resiliencia. Sin embargo, nos hemos dado cuenta que los seres humanos podemos volver a renacer y tomar más fuerza de las cenizas como lo hace el ave fénix.

No queremos despedirnos sin antes extenderte dos invitaciones para ti. Primero, queremos preguntarte, ¿si sabes cuáles son los ocho apellidos de tus ancestros y cuál es la historia que ellos tienen? Queremos que te animes compartirlos en formato de audio a través de nuestra web. También queremos que te animes a participar de la próxima sesión del “Club de Plantas”, que se realizará el próximo martes 13 de octubre a las 19:00 horas a través de la plataforma Zoom. ¡Aún estás a tiempo de inscribirte! En esta oportunidad vamos a aprender sobre las huertas urbanas. Mantengámonos fuertes y unidos, para que el próximo amanecer tenga un resplandor aún más vívido. ¡Volveremos a abrazarnos!