Mika Martini es diseñador y músico electrónico, además de gestor cultural y artista audiovisual. Es director del netlabel Pueblo Nuevo, plataforma de difusión con más de 17 años de funcionamiento. Actualmente, mantiene el proyecto paralelo “Frank Benkho” y la agrupación “C/VVV” (Ganadores del premio Pulsar 2016). Su música ha sido editada en variados sellos y netlabels tanto nacionales como extranjeros, como Pueblo Nuevo, Epa sonidos, Jacobino Discos, Clang, Sudamérica Electrónica, entre otros, completando más de 65 producciones entre discos solista, grupales, compilados y remixes. Con sus diversos proyectos ha presentado su música tanto en Chile como en el extranjero: Argentina, Perú, Brasil, Uruguay, México, España, UK, Alemania, Francia, Estados Unidos o Escocia.
En este aniversario estamos hablando de recuerdos, memoria, pero también de nuevos retos. ¿Cómo te enfrentas a los nuevos desafíos que se te presentan?
Primero eligiendo bien lo que pueda convertirse en un nuevo reto artístico, disco o colaboración. Es inevitable, luego de tantos años de darle tanto espacio a la creación preguntarse qué es lo nuevo que puedo aportar, qué no se ha hecho antes o mejor: qué es lo que yo no he hecho antes y que me gustaría explorar, ya que el tiempo se escapa inconteniblemente y cada vez hay menos energía como para dedicarse a proyectos que requieran mucha producción o esfuerzos innecesarios.
Una vez tomada esa decisión, ya no queda más que centrarse en lo que es relevante y dejar de lado las «novedades», los sabores de la temporada o lo que sea que todo el mundo esté pensando hacer o mirando en las redes sociales. Siempre siguiendo las propias inquietudes y no las tendencias, creo que es más sano y honesto.
¿Qué significa aunar música y visuales? ¿Cómo debe realizarse ese diálogo para que ambas sean complementarias?
La representación visual de la música es una de las características innatas de la disciplina, independiente de las corrientes más intelectuales o artísticas que han explorado la no visualización de los sonidos; por ejemplo, los conciertos en la oscuridad de la música acusmática. Sin embargo, nuestro cerebro busca encontrar relaciones conocidas en la abstracción musical, necesitamos saber de dónde provienen los sonidos, quién los hace, cómo surgen; la imagen del intérprete de un instrumento que resuena o del cantor popular esparciendo su voz por el espacio o de los latidos del corazón, que siente el niño desde el interior del vientre materno, creo nos predisponen a ver la música y a oír las imágenes. Esto, obviamente, ha sido fomentado por el desarrollo del cine y de los medios audiovisuales en nuestra sociedad contemporánea.
Bajo mi punto de vista, la complementación puede abordarse desde diferentes perspectivas, desde la narración literal de lo que suena hasta la más completa abstracción. Sin embargo, creo que en ambos casos es el ritmo el que provee de un asidero que puede sostener una narración audiovisual.
En mi caso y debido a mi formación, influida por haber trabajado en la realización de muchos videoclips para grupos musicales chilenos, tiendo a preferir que las imágenes exploren la sinestesia o sean audio-reactivas.
Para nuestro audiovisual hemos combinado una de tus últimas canciones con otra más antigua. ¿Cómo ves ahora los trabajos que hiciste hace años? ¿Cómo debe ser el diálogo entre lo que fue y lo que es?
Si, es curioso. Ambos temas elegidos provienen de una misma época de creación; de hecho, son mis primeros temas que compuse a comienzos de la década de los 2000, pero uno, «Habitantes«, es la versión original tocada por el grupo Usted No!, del cual fui miembro por varios años y me permitió adentrarme en este mundo de los sonidos electrónicos, y el segundo, «Profesor Domeyko», fue una reinterpretación que hice para mi último disco como Frank Benkho, de un track que junto a «Habitantes» fueron parte del disco «Conexión Domeyko», el cual lanzamos por allá por el año 2002.
Alguna vez escuché de parte del compositor mexicano Rodrigo Sigal que uno «hace la música que es capaz de hacer» y en ese sentido es muy liberador re-conocerse, re-citarse o buscar en tu propio disco duro interno aquello que te hizo sentido y con lo que quedaste conforme… En mi caso particular, o el de quienes no tenemos esa capacidad infinita de crear música las 24 horas del día, lo que nos queda es afrontar las propias limitaciones y jugársela por crear algo interesante con ello.
Has estado presente en gran parte de estos 30 años del CCESantiago. ¿Cuáles son tus recuerdos en el CCESantiago? ¿Qué ha significado/ significa para ti el CCESantiago?
Gratos recuerdos sin duda; especialmente, tengo dos favoritos: los aniversarios de nuestro netlabel Pueblo Nuevo, donde hacíamos recitales muy representativos de la diversidad estilista del sello, y los Festivales Ai-maako que organizaba la Comunidad Electroacústica de Chile CECh. Ambas instancias fueron de gran relevancia para mí, porque en ambos casos se trataba de impulsar creaciones musicales que estaban partiendo, abordaban lo experimental o que siempre habitaron el borde, o lugares de difícil acceso o poca visibilidad.
Sin duda, el CCESantiago les dio cobijo y la relevancia que necesitábamos en esos momentos. Los encuentros en al auditorio permitieron, además, la integración de varios mundos sónicos que estaban separados y que fomentaron amistades que sobreviven hasta el día de hoy, además de anécdotas curiosas y divertidas, como el haber hecho un festival por el 10° Aniversario de Pueblo Nuevo el día de la final de la copa América, donde el partido no finalizaba nunca y terminamos viendo la definición a penales entre Chile y Argentina en la pantalla del auditorio; o como, por ejemplo, el festival Ai-maako de 2019, cuyo primer concierto ocurrió el mismo día viernes 18 de octubre en que se inició el estallido social en Chile y la imagen de terminar de escuchar electroacústica para salir a la calle en llamas nunca la olvidaremos…
¿Qué huella han dejado estos últimos 30 años en la cultura chilena?, ¿qué consideras que ha cambiado significativamente?, ¿qué queda por hacer?
Entiendo que tradicionalmente los procesos culturales requieren de largo tiempo para asentarse; sin embargo, hemos presenciado cambios significativos en tan breves momentos que tiendo al desconcierto… La verdad es curioso y hasta penoso ver cómo cada nueva generación, cada vez que hay un recambio, en Chile se tiende a «partir de cero», y siempre volvemos a presenciar un reseteo, una vuelta atrás del reloj. Salvo contadas excepciones, muchos de los cambios culturales no son nada más que intentos de implantar esquemas o conceptos de larga data, simplemente cambiándoles el envoltorio, pero sin aportar realmente un nuevo punto de vista o, por lo menos, una idea que nos haga pensar en que no todo es consumo para las redes sociales. Creo que la cultura en Chile pasa por un periodo muy bajo, producto de muchas circunstancias como la pandemia, el estallido social, el auge de la ultraderecha, la crisis de la salud mental y económica, el miedo que infunden los medios de comunicación masiva; es decir, son demasiados los factores que mantienen copada la atención de la gente como para ocuparse de fomentar la cultura, y lo que queda, simplemente, es la industria de la entretención como placebo a todo lo demás. No existe más allá de mínimos grupos de resistencia o círculos de alto poder adquisitivo, un real aprecio por la labor de quienes desarrollan alguna disciplina artística o de generación de contenidos profundos. No hay interés por el arte, producto de que se impuso, sin lugar a dudas, la idea de que si no se es «comercial» no tiene relevancia o no importa. Chile se vació de contenidos, ya que no hay mucho público que quiera profundizar en ellos. Admiro a quienes aún resisten haciendo arte en nuestro país. Creo fundamental hacerlo, ya que, si bien mi visión es pesimista, no por ello debemos dejar de hacerlo; la historia nos enseña que tarde o temprano cada disco, cada libro, cada relato visual es capaz de prender una chispa en la mente de alguien que sabrá valorarlos y se convertirá en parte de su historia personal.
¿Y en Mika?, ¿cómo han sido para ti los últimos 30 años?, ¿qué desafíos se te presentan ahora?
Pues seguir en la resistencia con Pueblo Nuevo, seguir apoyando la creación tanto mía como de tantos creadores y creadoras que inundan de contenido un ambiente cada vez más indiferente, más pendiente de verse/exhibirse que de ver o escuchar al otro. Pero siempre ha sido complicado en los circuitos en que me ha tocado estar; nunca fueron fáciles las cosas y, cuando hubo momentos en que se pudieron realizar eventos o se obtuvieron resultados interesantes, fue, sin duda, por el trabajo y pasión que le pusieron todos quienes estuvieron involucrados. No podemos dejar de agradecer todos esos proyectos que fueron apoyados por el estado, por los Fonmus o Fondart, y por espacios como el CCESantiago.
ALGUNOS TRABAJOS DE MIKA MARTINI
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