El 21 de abril de 2023 tendrá lugar en el CCESantiago una nueva edición de la Lectura maratónica del Quijote, y para esta ocasión tan especial hemos convocado al diseñador Txomin Arrieta para diseñar la nueva imagen de la lectura.
Txomín es diseñador gráfico y, en alguna medida, fotógrafo. Nació en Chile en 1970 pero creció y vivió en España, lugar en el que sus padres y él se exiliaron en 1974. Allí se formó en el estudio de Manuel Estrada, uno de los referentes actuales del diseño gráfico español. En España tuvo la suerte de trabajar en grandes proyectos editoriales antes de instalarse en Chile en el año 2006, con 35 años.
Una vez aquí, ha seguido trabajando muy vinculado al mundo editorial y cultural tratando de mantenerse al margen del ámbito corporativo.
Después de 17 años viviendo en Chile, esta es su primera colaboración con el CCESantiago y a lo largo de nuestras sesiones de trabajo hemos aprovechado para conversar con él y saber un poco más sobre su trabajo, su relación con el libro del Quijote y sus fuentes de inspiración.
¿Cómo es tu proceso creativo?
La verdad es que si tuviera que definir mi proceso creativo, sólo podría decir que es bastante anárquico. No tengo una única forma de llegar al resultado final y esta falta de método puede llegar a ser a veces un poco tortuosa. En general, la mayoría de los diseñadores que conozco hacen bocetos a mano y este proceso les ayuda mucho a aproximarse al diseño final descartando tempranamente las ideas que no funcionan. Yo, por mi parte, no sé dibujar y todo ese proceso lo hago en mi cabeza antes de sentarme en el computador. Al principio de mi carrera sufría bastante por esa aparente inactividad gestual porque me hacía sentir que perdía el tiempo excesivamente, pero he ido asumiendo que es parte de mi proceso creativo.
En definitiva, para mí el diseño es un trabajo de síntesis en el que suelo trabajar uno o dos elementos. Me gusta mucho trabajar con objetos y fotografiarlos fuera de su contexto o intervenirlos para que obtengan un nuevo significado. Casi siempre parto de ahí, de los objetos con los que trato de crear metáforas visuales.
Ahora nos encontramos en una época de la revolución de la imagen; los afiches han dado paso a las creaciones gráficas efímeras y que en muchas ocasiones se necesitan varias imágenes para tener visibilidad, los videos son los que captan nuestra atención, las máquinas están comenzando a realizar imágenes. ¿Cómo visualizas el futuro del diseño y creación gráfica?
Tengo sentimientos encontrados en este asunto. Por un lado, me parece apasionante la aparición de nuevos formatos y, sobre todo, la irrupción de las imágenes en movimiento y el sonido como parte del diseño gráfico. Trato de mantenerme al día en los lenguajes audiovisuales y poco a poco los voy incorporando como parte de lo que puedo ofrecer. Al mismo tiempo esa inversión de tiempo y esfuerzo que requiere un buen trabajo (al menos para mi) choca con lo efímero que planteas en tu pregunta. Siento que irremediablemente esa inmediatez y esa caducidad de los trabajos tiene como consecuencia una merma de calidad y de reflexión. Me resisto a ser un dinosaurio que piensa que todo tiempo pasado fue mejor, pero la verdad es que sí encuentro que es una pena la cada vez más escasa posibilidad de abordar trabajos que tengan perdurabilidad. También me preocupa mucho cómo algunos formatos excelentes para la comunicación visual como el afiche han sido devorados por la ansiedad corporativa en la que sólo importa la presencia y el tamaño de los logotipos. Es triste, pero muchas veces hay que diseñar en contra y no a favor.
Gran parte de tu trabajo ha estado vinculado al mundo editorial, ¿qué supone crear identidades para libros? ¿Elegimos los libros por sus portadas? ¿Cómo dialogan texto e ilustración?
Por todo lo dicho en la pregunta anterior, el diseño de portada de libros es un oasis para mí. Es quizá el formato en el que me siento más cómodo porque siento que no hay tantas interferencias entre el mensaje y el receptor. No sé si siempre elegimos un libro por su portada, pero lo cierto es que lograr llamar la atención en el mesón de una librería en competencia con otros muchos libros tiene su ciencia.
Esta competencia es a veces, como en otras áreas del diseño, a los gritos. Hay portadas con enormes tipografías que vociferan el título, colores estridentes a los que no se puede dejar de mirar, fotografías espectaculares e irreprochables… pero yo prefiero reservar ese espacio de la portada a una cierta poética que resulte más sugerente que explícita, que deje más una pregunta que una respuesta. Una vez le escuché decir a Daniel Gil, el mítico portadista de Alianza Editorial, que una buena portada es aquella que establece una complicidad con el lector. Puede no ser una complicidad inmediata, pero si al finalizar la lectura del libro uno le da la vuelta al volumen, mira la portada de nuevo y entiende por qué esa ilustración es así, por qué la tipografía del título es esa y no otra, se produce lo que él llamaba “una sonrisa en el cerebro” y ahí se produce esa complicidad. Ahí la historia y el objeto-libro se hacen uno.
¿Quiénes son tus referentes creativos?
Hay infinidad de referentes que conforman mi fondo de armario creativo. Y no sólo de el campo de lo puramente gráfico. El cine y la música han sido fundamentales en mi vida y me sirven constantemente para situarme en una atmósfera o crearme un ánimo con el que abordar el tono que quiero darle a cada trabajo.
En lo puramente gráfico, ya lo dije antes, Daniel Gil, al que tuve ocasión de conocer poco antes de fallecer, es un clarísimo referente por su capacidad de síntesis y su trabajo con la fotografía de objetos. Los poemas visuales de Joan Brossa (que creo que inspira claramente esta imagen de la lectura del Quijote) y el trabajo del fotógrafo Chema Madoz también fueron determinantes a la hora de decidir dedicarme a esto.
Por supuesto Manuel Estrada, Premio Nacional de Diseño con el que me formé y que me dio la primera oportunidad de trabajar. Esto en cuanto a los españoles, pero hay muchos otros: Los cartelistas polacos de los años 50, 60 y 70 como Roman Cieślewicz, Liliana Baczewska, Waldemar Świerzy y por supuesto Henryk Tomaszewski; los constructivistas rusos como Rodchenko o Varvara Stepanova; Saul Bass (pionero en el diseño de títulos de crédito para cine), Paul Rand o Elaine Lustig Cohen en Estados Unidos. En Chile, obviamente, están Vicente y Antonio Larrea, sin cuyo trabajo no se podría entender gran parte de la cultura popular y los procesos políticos de los años 60 y 70.
Este año has sido el encargado de generar la imagen para una actividad icónica para el CCESantiago, la Lectura Maratónica del Quijote. ¿Cómo ha sido este proceso? ¿Qué relación tienes con el libro? ¿Qué simboliza para ti el libro del Quijote? ¿Y los personajes?
Siempre es un desafío abordar un encargo que tenga que ver con este libro. Si no recuerdo mal es mi tercer trabajo relacionado con el Quijote. Anteriormente participé en el diseño de las portadas de dos ediciones importantes de esta obra, una de ellas la de la Real Academia de la Lengua.
Participar en esta actividad tan bonita y tan arraigada es un orgullo para mí. Creo que la lectura anual del Quijote es un acto de amor a la literatura y al idioma, además de poseer un rasgo democrático como pocas actividades pueden tener. Que cientos de personas de toda condición se reúnan para leer una obra que es (en mi modo de ver) un elogio a los y las diferentes, a los soñadores y, por qué no, a los derrotados, no puede resultarme más emocionante.
Mi aproximación a la imagen de la lectura de este año, tiene que ver justamente con eso. La “Q” de el Quijote es el contorno de una cara, de cualquier cara de cualquiera que quiera llegar al CCE, ponerse sus gafas si las necesita y ponerse a leer un fragmento de esta maravillosa obra y compartirla con los demás.
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