coRЯespondencias

CoRЯespondencias es un proyecto de mediación cultural del CCESantiago, que consiste en el intercambio de experiencias de profesionales de diferentes contextos de la mediación artística de España y Chile a través del intercambio epistolar. 

Por medio de la comunicación cercana y personal de las cartas, invitamos a 15 personas a reflexionar en torno a su práctica y generar un espacio de reflexión que nos indique cuáles son las principales inquietudes y problemáticas del medio, y así podamos pensar, entre todas, cómo podemos hacerles frente.

A partir de las diferentes miradas, discursos, pensamientos y experiencias , pretendemos tener una visión del camino que está adquiriendo la mediación. 

Cada una de estas correspondencias se va a poder leer semanalmente en la web del CCESantiago del 8 de marzo al 21 de junio.

 

 

A continuación presentamos un conjunto de puntos comunes que nacen del intercambio de experiencias entre profesionales de la mediación de diferentes contextos. Estas reflexiones tratan de levantar las principales inquietudes y problemáticas del medio, así como  las estrategias que tenemos para  hacerles frente.

El contenido nace de las conclusiones extraídas a través de las diferentes actividades realizadas en coRRespondencias 2021; unos aprendizajes, que nos ayudan a pensar metodologías y líneas de investigación en el campo de la mediación artística y comunitaria.

¡Muchas gracias a todxs los participantxs!

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Julio 2021

Bonus track de Simón Catalán

¡Hola a todxs! Antes de cualquier cosa, quiero decirles que me ha encantado leerles; disfruté mucho conocer sus reflexiones sobre la mediación, la educación artística y el arte como forma de vínculo.

¡Hola a todxs!

Antes de cualquier cosa, quiero decirles que me ha encantado leerles; disfruté mucho conocer sus reflexiones sobre la mediación, la educación artística y el arte como forma de vínculo. A diferencia de las cartas anteriores, supongo que esta carta está dirigida a todxs quienes participaron en esta correspondencia y obviamente a quienes les han estado leyendo durante estos meses.

Cuando Aiskoa me invitó a escribir esta última carta, a modo de “bonus track”, me vinieron miles de ideas a la cabeza, les contaré por qué, pero antes debería presentarme, ¡jejeje! Mi nombre es Simón; yo soy quien ha estado ilustrando sus cartas desde marzo hasta ahora. Tuve la suerte de acompañar sus conversaciones a través del dibujo. Quizás por eso veo tan natural el hilo que se ha formado entre las primeras preguntas de Aiskoa y las últimas reflexiones de Ariel. Fue un desafío enorme pensar sus cartas en imágenes, pero me entretuve mucho dibujando las ideas y preguntas, imaginándome las conversaciones y dimensiones visuales que podía interpretar en sus reflexiones.

Si bien mi rol en este proyecto ha sido desde la ilustración, una de las razones por las que Aiskoa me contactó, es porque hace algunos años vengo trabajando desde la mediación y la educación artística. Me formé como artista visual. Como bien saben ustedes, la precariedad del medio artístico en Chile nos obliga a tener más de un trabajo, a participar de diversos proyectos a la vez, a ejercer más de un rol además de la creación. Ese, por lo menos, fue mi caso y, viendo el vaso medio lleno, me permitió conocer otras esferas del trabajo cultural —que ahora me fascinan— como la gestión, la producción, la educación y, más recientemente, la mediación.

Mediación. Creo que fue en el proyecto “Educar la Institución” organizado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y dirigido por María Acaso, donde empecé a escuchar esta palabra con más atención. Fue justamente ahí donde conocí a Aiskoa, Jordi y varixs de ustedes. Nos habían invitado a realizar una experiencia artística junto a mediadorxs/educadorxs de diferentes centros culturales y museos de Chile. Digo “nos invitaron”, porque esa experiencia la realizamos con el Colectivo de Arte MICH, colectivo de creación e investigación artística que fue mi gran escuela (¡en todos los ámbitos!) en este mundo del arte contemporáneo. Esa vez realizamos una serie de ejercicios/juegos para conocernos, conversar y compartir a través del dibujo. Y si bien ya les conocía un poco, ese día participaron Carolina López y Jorge Ortiz, que un poco después me introducirían de lleno al mundo de la mediación. Junto a ellxs pude participar en proyectos de mediación en colaboración con el Museo de Arte Precolombino, Fundación Corpartes, Escuela de Arte UC, Cecrea Castro, entre otras instituciones.

Bueno, desde ahí vengo. Creo que era importante decirlo antes de comentarles mis impresiones sobre sus cartas. El estallido social y la pandemia. Eran temas inevitables. Al menos para mí, como lector, lo eran. El movimiento social del estallido fue tan grande que atravesó diversas capas de nuestras instituciones culturales, de nuestras prácticas artísticas y educativas, de nuestras expectativas y deseos como artistas, gestorxs y educadorxs. Leyéndoles, veo la profundidad de este movimiento en sus propias prácticas. Me encanta escuchar cómo desde sus lugares de trabajo pueden involucrarse con las demandas sociales, cómo el museo puede ser más que el lugar donde se exhibe el arte. Bueno, supongo que siempre ha sido esa la intención, pero, en general, hemos estado lejos de lograrlo. Y eso mezclado con la pandemia, que nos quitó (¿o no?) esa cualidad tan importante para la mediación: el estar junto a otrxs, el escuchar, compartir en presencia junto a un grupo. Para muchxs hay que buscar o habitar una nueva forma de estar juntxs a través de la virtualidad, por lo menos por un tiempo, pero me imagino lo difícil que ha sido para ustedes adaptar todas esas propuestas de mediación que fueron pensadas en y para la presencialidad.

En mi caso, no lo tengo muy claro, porque justamente quedé sin trabajo (en el ámbito de la mediación) a comienzos de la pandemia. A finales de 2019 y comienzos de 2021, estábamos desarrollando una investigación sobre mediación artística junto a Jorge Ortiz y Felipe García, ambos compañeros en la fundación en la que trabajábamos. Y muchos de los temas que ustedes han tratado en las cartas fueron también preocupaciones para nuestra investigación. Me gustaría reafirmar algunos de estos temas e intentar dar ejemplos de otros, que espero nos puedan servir para validar ciertas ideas, para establecer puntos en común y para destacar experiencias que para mí son referencia.

Veo que, en casi todas sus cartas, la horizontalidad se establece como una idea fundamental. La horizontalidad a la hora de establecer relaciones entre educadores/mediadores y públicos/comunidades. La horizontalidad que se promueve en las experiencias de mediación, validando los conocimientos, expectativas, historias e intereses que traen los públicos o las comunidades que habitan los espacios culturales. Esta idea de “habitar” me interesa mucho. Creo que es una preocupación común entre artistas, educadores, centros culturales y museos. Estos espacios ya no se conciben tan sólo como centros cerrados que generan (o guardan) conocimiento. También se piensan como lugares que articulan, acogen, movilizan y promueven diálogos y acciones en conjunto con los públicos y comunidades. Por lo menos, se ve que es una preocupación latente.

Siguiendo con esta idea, veo cómo el territorio y las comunidades se han convertido en prioridades para estos espacios. ¡Qué interesante sería que las propuestas curatoriales, los programas de educación y las muestras se articularan aún más con las comunidades que habitan estos lugares! ¡Y qué buenas luces nos traen Ignacia y Jessica con la experiencia del Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA)!

En muchas de sus cartas, leo la importancia del diálogo, de los acuerdos, la escucha y el reconocimiento de los públicos como agentes activos. Creo que este es uno de los puntos que nos falta trabajar más, en nuestro contexto me refiero. Y, claro, es muy complejo. Hemos estado acostumbrados, en general, a ser públicos en un rol más pasivo. Y pocas veces nos han preguntado nuestra opinión sobre las líneas curatoriales, muestras o proyectos que se realizan en museos y centros culturales. No estoy diciendo necesariamente que las muestras en los museos las tengan que escoger únicamente los públicos. Pero creo que sería interesante que tanto los públicos, comunidades, artistas, educadores pudieran articular diálogos e involucrarse en los contenidos que levantan museos, galerías y centros culturales. Sé que ya se está haciendo, y que hay varios ejemplos interesantes sobre esto, pero me gustaría destacar uno en particular, porque lo pude conocer de cerca. El proyecto Cecrea3 me parece un maravilloso ejemplo de cómo nos podemos plantear la escucha a partir de la metodología, asumiendo que las comunidades son participantes activas desde el primer momento, incluso en la generación de contenidos, pautas y programas del mismo proyecto. El carácter interdisciplinario, el enfoque de derechos y el empoderamiento a través de la creación son factores que me llamaron muchísimo la atención cuando pude colaborar en el Cecrea Castro.

Y no es sólo la escucha y comunicación con los públicos y comunidades, también es la comunicación interna. Muchas veces los equipos de mediación/educación son la última prioridad para el mismo centro cultural. Pocas veces sentimos que las otras áreas valoran o entienden nuestros proyectos o propósitos. Y, en ese sentido, me llamó mucho la atención cuando colaboré con el equipo de educación del Museo de Historia Natural de Valparaíso el año 2019. En las jornadas en que participé, me di cuenta de que el equipo educativo estaba muy consciente de lo importante que era vincularse con las otras áreas del museo; lo importante que era involucrarles en los programas que realizaban, lo importante de comunicar qué era lo que hacían como área de educación y por qué lo hacían.

Volviendo a sus cartas. Territorio, comunidades, enfoque de género, interdisciplina, horizontalidad, narrativas propias, autogestión, autoconstrucción, estar presente. Veo muchos puntos de conexión entre sus prácticas. Supongo que estos aspectos en común son parte de la esencia de la mediación, si es que hay algo como una esencia o metodología común. Pero también tenemos desafíos o demandas transversales. Obviamente, la virtualidad ha sido una de las más presentes. Lamentablemente no he podido tener la experiencia de la mediación en este contexto virtual, pero sí he continuado con proyectos educativos en estos tiempos de pandemia. Y con la poca experiencia que he tenido, me sigo preguntando las mismas cosas: ¿cómo generar este nuevo estar juntxs desde el espacio virtual?, ¿cómo promover diálogos y articulaciones si no estamos presentes en el mismo espacio físico?, ¿cómo generar las complicidades, confianzas y estímulos a través de la pantalla?

Sé que varixs ya respondieron estas preguntas en sus cartas. Para mí ha sido un aprendizaje lento y difícil. Mucho de lo que sucede en las experiencias artístico-educativas se juega en este diálogo, confianza, apertura e intercambio que ustedes han descrito, y para mí sigue siendo un desafío poder sostener este tipo de espacios. Por lo mismo, les agradezco la manera en que abrieron sus experiencias, nos contaron sus prácticas, sus preguntas, sus desafíos.

Admiro mucho lo que hacen, sobre todo porque trabajamos en un ámbito poco reconocido, muy precarizado, de poca estabilidad, más aún durante la pandemia donde hemos visto cómo se han cerrado los museos, se han cancelado muestras, programas, se ha despedido y/o desvinculado a tanta gente. Espero que todas esas preguntas, reflexiones y certezas que surgieron en la cartas puedan continuar transformando lo que entendemos por educación y mediación artística en cada uno de los museos, centros culturales, escuelas, galerías y gestiones autónomas de las que ustedes hacen parte.

Bueno, como en los mensajes de audio de whatsapp, ya me estoy alargando mucho. Gracias por el tiempo de escrituras y lecturas.

¡Un abrazo a todxs!

Simón Catalán Molina

Magallanes, mayo 2021

Carta de Ariel Oyarzún

Hola, Jara … ¿Cómo estás? Qué gusto leer, imaginar, sentir por medio de esta carta tu energía siempre positiva es algo que siempre saca en mí una sonrisa. Me gustaría comenzar mencionándote que no sé por qué tengo tan encarnado en mi ser que la carta es algo súper formal y, por mi carácter informal, no acostumbro ni a enviar ni a recibir cartas...

Hola, Jara … ¿Cómo estás?

Qué gusto leer, imaginar, sentir por medio de esta carta tu energía siempre positiva es algo que siempre saca en mí una sonrisa. Me gustaría comenzar mencionándote que no sé por qué tengo tan encarnado en mi ser que la carta es algo súper formal y, por mi carácter informal, no acostumbro ni a enviar ni a recibir cartas, XD — jajaja — mas, me han parecido súper nutritivas tus palabras y reflexiones. Lo que me has enviado me ha dejado pensando justamente en por qué pienso que es un acto de formalidad (¡taaaan graaande!) escribirla.

Otra cosa que me ha parecido interesante, tanto de tu carta como de las otras, es sentirme acompañada en mi exploración dentro del área de las artes y lo que es sumergirme en el océano denominado MEDIACIÓN ARTÍSTICA.

Yo siempre he dedicado mi quehacer artístico a desarrollar prácticas en espacios no convencionales. Con esto me quiero referir a lo que la estructura hegemónica de las artes ha impuesto como modelo tanto del “dónde”, como el “cómo” y “quiénes”. Esto me ha llevado a encontrar, dentro de mi praxis una cercanía con la mediación artística, el modo que tiene de interactuar en comunidad y la resistencia que genera hoy cuando logramos preguntarnos ese lugar que nos transgrede. Yo, actualmente, en las artes trabajo con diferentes “roles”, por así llamar a mi quehacer como artista-educador donde trabajo, en jardines infantiles y escuelas con niños y niñas de dos a doce años. Además, me desenvuelvo como intérprete de danza contemporánea. Este último tiempo he podido explorar las herramientas audiovisuales y ya, desde el 2020, en LIQUENLAB hemos podido dar un espacio más dedicado a mediación artística, donde me han dejado como encargado. Somos nuevos creando mediación artística, pero desde siempre, como Liquenlab, hemos venido mediando el territorio, arte contemporáneo, tecnología y uso de los nuevos medios a través de nuestras actividades. Al laboratorio virtual de mediación artística lo hemos llamado así, puesto que iniciamos con este proyecto (ya financiadas las acciones de mediación y a mí, como mediador) justo antes de pandemia; entonces, me vi realizando mis primeras acciones de mediación artística gracias a esta nueva manera de interactuar.

Bien, Jara, ahora en esta parte de mi carta te dejaré una parte de la información que hemos podido ir bajando con mis compañeras. Lo que tengo aquí para compartirte es algo formal, pero, dentro de mi carácter informal y con lo que me cuesta sistematizar, siento mucho cariño de compartirte esto. Espero no te aburra XD.

MEDIAR DESDE LOS DESBORDES DEL “FIN DEL MUNDO” EN EL AÑO CERO

Un poco de historia desde octubre del 2019 …

El flujo normal de actividades y su mediación se vieron afectadas desde octubre pasado con el estallido social. Dentro de la programación del Encuentro de Artes Mediales, LUMEN fue la primera actividad que Liquenlab tuvo que enfrentar. Desde el año 2018, la línea curatorial de trabajo de Liquenlab, y por ende LUMEN, ha estado inscrita bajo la visión crítica de la conmemoración de los 500 años de la circunnavegación y del paso por el Estrecho. Las manifestaciones sociales de octubre del 2019 representaron para nosotros la

oportunidad de enlazar estos acontecimientos con la crisis de un modelo que se despliega hace 500 años y que en Chile tuvo su experimento más profundo con el golpe de estado y los gobiernos que lo sucedieron. En ese primer escenario, el encuentro de arte contemporáneo y artes mediales LUMEN volcó toda su programación en contribuir a la visibilización de las demandas sociales de la región. Las actividades tomaron otros tintes; por ejemplo, se volvió a la confección de murales en Punta Arenas y, en cuanto a Puerto Natales, se realizaron talleres de animación que se proyectaron en acciones guerrilla en diferentes puntos de esa ciudad. A esto se suma, a principios de marzo, una visita de dos artistas invitados desde Italia, quienes se internaron en las protestas, obteniendo perspectivas territoriales locales de la situación país que estamos viviendo, sin imaginar hasta ese momento lo que estaría por ocurrir con esta nueva situación de crisis sanitaria mundial.

Desde este punto, ¿cómo mediar obras o propuestas de artes mediales en una región que vive tan lejos de los epicentros culturales? Si a esto le sumamos, hoy, la situación de pandemia que nos acontece, el panorama es de una completa extrañeza.

LIQUENLAB Y MEDIACIÓN ARTÍSTICA

¿Por qué hacer mediación artística?

El arte siempre ha sido una expresión reflejo de nuestro replanteamiento social, desarrollo en colectivo, de transformaciones paradigmáticas y acciones creativas que buscan soluciones a problemáticas sociales. Entonces, tomamos la mediación artística como un dispositivo que impulsa a analizarnos culturalmente, a comprender nuestras tradiciones, a percibir nuestra identidad, reflexionando sobre nuestras relaciones tanto con el arte como con el territorio que habitamos y las relaciones transpersonales que construimos.

Vivir experiencias de mediación desencadena encuentros sorpresivos en el modo en que interactuamos socialmente con el arte, puesto que establece un espacio común de diálogo entre los artistas y la comunidad, viviendo experiencias transdisciplinarias que visibilizan de manera creativa el significado, valor e importancia del arte dentro de nuestra sociedad. Esto abre paso a un flujo recíproco de información entre la comunidad (personas menos vinculadas al ámbito artístico de un territorio) con la comunidad artística (hablamos de artistas, curadores y todo rubro más interiorizado en el ámbito) permitiéndonos fortalecer, ampliar y diversificar audiencias. Como artistas, es importante que nuestras obras sean complementadas por la audiencia, ya que consolida el vínculo inherente de los espectadores hacia “el arte” (pieza de arte, producto artístico, creación artística, producción artística, etc.) y/o “área artística” (disciplina o lenguaje artístico; ej., cine, literatura, danza, entre otras), facilitando la libre opinión de una comunidad que expresa sus perspectivas de manera personal o colectiva de “las mismas”. Mediar artes posee la habilidad de revelar información desde el público hacia las creaciones artísticas llevando así a los artistas a indagar en nuevas estrategias de investigación, creación y producción de arte.

¿Qué queremos lograr con la mediación artística?

A través de nuestro plan de acciones para la mediación artística, buscamos visibilizar los vínculos existentes entre la comunidad, el arte contemporáneo y la ciencia, como herramientas de observación territorial, replanteando, de manera crítica, nuestra identidad (y las formas en que habitamos la Patagonia). Crear espacios horizontales de diálogo de carácter reflexivo donde artistas y comunidad generen un cruce (flujo) de información, planteado desde la relación que existe entre la obra de arte y el espectador. Esta relación la vinculamos con los procesos de transformación social, por medio del concepto de apreciación estética a la que, más que darle una definición, diseñaremos ejercicios para su comprensión perceptiva y su importancia, más allá del uso de este en el área de las artes.

¿Cómo queremos realizar mediación artística?

Elaborar mediación artística requiere una planificación que, si bien en su formulación está guiada por metodológicas, corrientes de aprendizaje, disciplinas artísticas, etc., nunca deja su carácter sensible, artístico e híbrido creativo, dado por nuestra contemporánea “cultura pluricultural” en la cual estamos inmersos. Entenderemos, entonces, el despliegue de las habilidades blandas para ser estimuladas a través de nuestras prácticas de mediación y el aprendizaje horizontal. La mediación de arte propone una línea de acción más participativa e interactiva entre los roles que se dan dentro del “evento artístico”, donde se muestra “la pieza de arte”, permitiéndole sentir los estímulos que esta le otorga y reflexionar en un campo más espontáneo, de carácter cualitativo, rico en diversidad, de prácticas artísticas democráticas y libre albedrío.

Desde el área de mediación artística se propone que, con cada intervención, el observatorio de saberes siga indagando sobre conocimiento situado, que se levanta en torno a las afecciones que generan las artes en las interacciones socioculturales. La experiencia pasa por una mirada que pone atención “al proceso” en que se desarrolla la actividad ANTES – DURANTE – Y DESPUÉS.

CAMINOS EN NUESTRAS PRÁCTICAS …

Dentro del “Laboratorio virtual de mediación artística”, al que denominamos como “un espacio que nos permite estar tanto en la práctica como la investigación y estudio”, nos encontramos mediando con tres posibles caminos para comunicarnos con las participantes, donde tanto la experiencia como la inexperiencia nos permitió gravitar por medio de los conceptos o ideas que resonaban en nuestro quehacer…

Proponemos entender que estaremos mediando:

1) Arte como “Obra de arte”
2) Arte como “Disciplina artística”
3) Arte como “Experiencia”

Arte como “Obra de arte”

Guiaremos nuestras experiencias sensoriales para que cada participante se vea inmerso, en forma personal, con las prácticas artísticas desde sus hogares, intentando percibir nuestro cuerpo y desarrollar la apreciación del entorno.

Luego, planteamos la obra de arte a mediar, generando una introducción de ciertos términos fundamentales desde donde observamos las preguntas gatillantes. En un ejercicio desde lo individual hacia lo colectivo, estableceremos comunicación de nuestras apreciaciones de manera recíproca entre la comunidad y las/os artistas creadores.

Para finalizar, visualizamos los conceptos fundamentales extraídos del debate, con el fin de conectar los saberes e invitándoles a transformar, a cada una, la pregunta antes realizada para que así cada participante cree una nueva pregunta que quede abierta, sin respuesta, convirtiendo a dicha pregunta en la reflexión que genere esta experiencia.

Arte como “disciplina artística”

Para mediar una disciplina artística entablamos un juego de roles, existentes dentro de las relaciones socio-artísticas

(intérprete, creador, espectador, pedagogo, mediador, etc.), permitiéndoles a los participantes de la mediación generar la toma de decisiones dentro de la práctica artística o performance que se esté desarrollando; metafóricamente, una “creación colectiva”.

Para ello, transmitiremos, por medio de una comunicación interactiva (30% teoría y 70 % práctica), conceptos de la composición que cada artista invitada/o sienta importante entregar desde su quehacer artístico hacia la comunidad. A continuación, se les invita a un laboratorio donde los participantes puedan ser, por un momento, directores de esta pieza artística de carácter in situ, co-creando en conjunto una “obra de arte”.

Arte como “Experiencia”

Dentro del área de mediación, este proceso de diseño abre la puerta de a la investigación que estamos sosteniendo, donde, después de haber encontrado la forma de mediar arte “como obra y/o como disciplina artística”, hoy surge la posibilidad reflexionar y mediar “LA EXPERIENCIA” que toma a la RESIDENCIA ARTÍSTICA RADICANTES 2020, tanto en términos conceptuales como creativos, para interactuar con la comunidad. Esta interacción nos permite gravitar abordando la experiencia personal de los artistas y recogiendo sus reflexiones como perspectivas a transmitir por medio de esta mediación. Rescataremos, simbólicamente, cómo la residencia artística RADICANTES transforma la cultura subantártica permitiéndonos deconstruir nuestra identidad teniendo una lectura subversiva y desarticulando nuestras prácticas dogmáticas en/con las artes.

Inquietudes desde LiquenLab hacia la Mediación

Mediación artística es una experiencia personal o colectiva que busca movilizar el vínculo existente entre las bellas artes, el desarrollo social y el

empoderamiento territorial local a través de las prácticas artísticas. Habilita a una sociedad que diversifica las perspectivas con las que podemos reconocernos como cuerpxs habitantes de un territorio, permitiendo imaginar su realidad y proyectar sus intenciones para transformar nuestra identidad a través de las experiencias artísticas.

Para ello, trabajaremos con diferentes exposiciones, performances, piezas audiovisuales, investigaciones creativas, ejercicios sonoros o coreográficos, entre otros, que permitirán desarrollar estrategias para abordar el “pensamiento crítico” transmitiendo a la comunidad nuestros enfoques:

– Ecología, con conciencia feminista e inclusiva
– Tecnología y nuevos medios
– Arte contemporáneo y ciencia

Jara, … bueno, espero que hayas podido disfrutar algo de lo que te he compartido. Estoy lleno de preguntas, siempre en el ámbito de la mediación, y hay cosas con las que, por momentos, no sé hacia dónde ir. A su vez, también pienso por qué estamos haciendo esto … qué nos lleva a querer expandir las artes; como también me pregunto ¿por qué es necesaria la mediación?, ¿quién les quitó el arte a las personas?, ¿por qué las personas sienten que el quehacer artístico es solo de los artistas? … y así también nos gustaría invitarte a que te preguntes:

Entonces, cuando somos testigos de cómo nuestras micorrizas en Liquenlab se han expandido con más fuerza en tiempos de pandemia y siguiendo el espíritu anticolonial de las anteriores líneas curatoriales, nos planteamos si es posible una interpelación para imaginar nuevos mundos, otros mundos posibles desde este Sur-sur.

Nuevos mundos, más diversos e inclusivos; nuevos mundos más simbióticos y colectivos; nuevos mundos con conciencia feminista, más afectivos y resistentes.

¿Podemos plantear, desde el llamado “fin del mundo”, un nuevo mundo?

Querida Jara: Te enviamos desde tierras australes, como equipo Liquenlab, un abrazo que mira hacia el cielo desdibujando las fronteras impuestas y que bosqueja una nueva manera de sentirnos juntas.

Se despide atentamente,

ARIEL

P.D.: Jara, frente a tu pregunta, ¡claro que podríamos vernos en un futuro no muy lejano!

Barrio de Bellas Vistas, Madrid. Mayo de 2021

Carta de Jara Blanco
a Ariel Oyarzún

El sol de la primavera entra por la ventana de mi salón, me ilumina la mitad de la pantalla. Estoy acompañada de muchas plantas y de un poco de silencio. El ambiente se va calentando y escribo a un polo contrario que se está enfriando. Esta relación de contrarios siempre me ha atraído… ¿desde dónde me leerás tú?

El sol de la primavera entra por la ventana de mi salón, me ilumina la mitad de la pantalla. Estoy acompañada de muchas plantas y de un poco de silencio. El ambiente se va calentando y escribo a un polo contrario que se está enfriando. Esta relación de contrarios siempre me ha atraído… ¿desde dónde me leerás tú?

Barrio de Bellas Vistas, Madrid. Mayo de 2021

Querido Ariel:

Estoy encantada de poder dedicarte tiempo y líneas. En este trayecto, leer las cartas de las compañeras/os ha sido un viaje de ida y vuelta rico en confirmaciones; es decir, comparto muchos cuestionamientos y formas de entender la mediación, a pesar de la distancia física.

Entre todas las cartas, sin duda, ha sido especialmente entrañable leer la carta del Emilio. Me han entrado muchas ganas de abrazarle, de achuchar a su pequeña, de volver a enredar hilos y hacer cosas, y, de algún modo, esta carta puede servir también de invitación y/o de excusa para enmarañarnos tú y yo próximamente, ¿no crees? Porque en esta incertidumbre en que vivimos, siento que no nos queda otra cosa que unirnos cada vez más fuerte entre personas y colectivos diversos… y que no importa lo lejos que estemos. La colaboración nunca falla.

Emilio y yo nos conocimos en Valparaíso en agosto de 2017. Durante una semana trabajamos en el equipo de coordinación/coproducción del encuentro Acción de Borde, Encuentro sobre prácticas de mediación artística y cultural, organizado por Centex, que nos había invitado a traer prácticas de mediación de España a Chile. Compartimos experiencias personales, ejercicios corporales, visitamos espacios culturales de la ciudad y, sobre todo, compartimos mucha conversación. Ojalá hubieses podido estar. Para las compañeras del Centex creo que fue el germen de otros encuentros anuales, del mismo nombre que organizaron a partir de ese momento. Y para nosotras, un punto de inflexión y de aprendizaje único. Tuvimos una cuidadosa acogida y nos volvimos con un sentimiento de gratitud inmenso. Casi cuatro años después, seguimos hablando en multitud de ocasiones de aquellos días. Para mí, fue una experiencia radical de lo que entiendo como un viaje: un proyecto cultural como excusa, un grupo local que te acoge y, de forma acompañada, sientes que viajas a la raíz de ese lugar; es decir, ejerces una mirada crítica y te hacer preguntas al mismo tiempo que se convierten en aprendizajes. ¿No es eso a lo que llamamos mediación? He visto que uno de vuestros proyectos, la Residencia Radicante, sucede en movimiento y sobre el mar. ¿No es esa también una experiencia radical?

Al contarte esta experiencia, quizá te ha sorprendido que te hable en plural. Y sí, es porque en ese proceso, éramos y somos en muchas ocasiones un grupo, AMECUM, Asociación de Mediadoras Culturales de Madrid. En plural, llevamos trabajando desde 2015 por visibilizar la profesión, tejer redes y luchar por defender unas condiciones dignas de trabajo. Seguro que te resuenan estas necesidades que son cuestiones internacionales: la precariedad, como ya se ha nombrado, y la falta de reconocimiento que deriva irremediablemente en lo otro. En este sentido, recuerdo que Emilio nos llevó a conocer el local de trabajo de entonces de la Red de Mediación Artística en Santiago y pudimos debatir sobre estos temas. Por lo que he leído hasta ahora, siguen tan vigentes en Chile como entonces. En su carta me hablaba de la incorporación de nuevas personas a los proyectos y siento que el activismo es eso, un pulso emocionante, pero difícil de sostener y que debe ser renovado con regularidad… y es que, he de confesarte que, si algo he aprendido en estos años como mediadora y activista cultural, es que juntas ¡somos más poderosas!, y que necesitamos de estos espacios comunes para sentirnos legitimadas. Asociarnos para reconocernos, para sentirnos seguras y encontrar ese espacio de cobijo que una profesión como la nuestra precisa. Nos dedicamos a acompañar a públicos, a cuidar de las personas que vienen a nuestras mediaciones, pero ¿y nosotras? Tengo la certeza de que formar parte de una Asociación «gremial» me ha hecho sentir más segura y convencida de mi profesión y también he aprendido lo bonito e imprescindible que es trabajar en colectivo… tal como nos repetimos una y mil veces mi amigo y mediador, Christian, y yo, «es que ya no sabemos trabajar solas», ¡ni queremos! Así que puedo decirte con certeza que mi experiencia como mediadora está atravesada por este vínculo con la Asociación. No obstante, también es importante contarte que a veces siento que es difícil: el sostenimiento del activismo pende del hilo del compromiso común/comunitario, y cuando las condiciones materiales de nuestra práctica son tan frágiles, involucrarse se convierte en un acto de amor incondicional. Pero, claro, toda acción visceral trae una recompensa: después de años de trabajo voluntario, hemos conseguido, por fin, una ayuda económica para poder investigar sobre la profesión, sobre nosotras mismas y es lo que estamos haciendo ahora mismo.

Desde enero, estamos realizando una investigación a tres bandas: por un lado, conversando con agentes culturales para preguntarnos sobre nuestra práctica en este contexto contemporáneo complejo; por otro, coordinando unas formaciones abiertas y, por último, hemos convocado a un grupo de aprendizaje estable. Y Ariel, te diré que ¡está siendo interesantísimo! ¡Tener tiempo para charlar, para compartir y, además, especular sobre nuestro futuro! ¡Qué importante es! Y un detalle, a las formaciones las nombramos como Autoformaciones, y es algo que AMECUM ha intentado fomentar desde sus inicios. Son espacios de encuentro entre pares que pretenden favorecer el conocimiento que hemos adquirido como mediadoras y compartirlo entre las socias. Es un aprendizaje no formal que nos permite reflexionar profundamente sobre lo que hacemos sin depender de academias. Este proyecto se llama Rehacer y Expandir, Nuevas prácticas para un nuevo marco cultural, por si quieres conocer más.

Con todo, esta carta habla desde el optimismo que me caracteriza, pero también necesito hacerlo desde lo que Emilio nombraba miedo por el devenir. Comparto esa idea desde el lugar íntimo y personal que nos hace respirar: me/te pregunto, ¿podremos vivir de esto toda la vida? ¿Qué te parece si nos escribimos dentro de 20 años y nos contamos a qué nos dedicamos?

Os sigo por redes sociales desde hace unos meses y me resulta especialmente interesante vuestro posicionamiento (físico) geográfico, entendiéndolo como un lugar de experimentación. A veces, me siento afortunada de haber decidido asentarse en Madrid (y desarrollar proyectos aquí), porque existen, sin duda, más oportunidades que en el resto del país. ¿Qué opinas sobre esto en tu contexto chileno? Al mismo tiempo, mi interés por los lugares menos centrales me ayudan a imaginar(me) otros futuros… Esta mañana he tenido una mediación en una escuela: nos hemos cuestionado nuestras ciudades y les hemos invitado a viajar a una ciudad Fantástica, irreal, imaginaria a partir de propuestas artísticas contemporáneas ¿Qué futuro nos espera? Siento que en LiquenLab os estáis haciendo este tipo de preguntas. Y eso me conecta directamente con vosotras/os.

Al acabar la sesión, una voz robótica mandaba un mensaje al grupo que comparto también contigo, a modo de despedida:

«Gracias por acompañarnos en este viaje […]. Imaginar el futuro os ayudará a pensar en cómo os relacionáis con la naturaleza y con la alimentación. ¿Cómo has tratado a las plantas hoy? ¿Por qué comes lo que comes? No dejéis de pensar y aprender a cuidar vuestras relaciones eternas con la naturaleza».

 

Un abrazo transoceánico,

Santiago, mayo de 2020

Carta de Emilio Terán
a Jara Blanco

¡Hola, Jara querida! ¿Cómo estás? ¿Cómo van con la investigación con AMECUM? Espero que bien, a pesar de las complicaciones e incertidumbres que nos han traído estos años.

Santiago, mayo de 2020

¡Hola, Jara querida!

¿Cómo estás? ¿Cómo van con la investigación con AMECUM? Espero que bien, a pesar de las complicaciones e incertidumbres que nos han traído estos años. He visto que con AMECUM han estado haciendo un ciclo de autoformaciones. ¿Han tenido una buena respuesta?

Por mi parte, a nivel personal y familiar, te cuento que este año se nos ha presentado de mejor forma que el anterior. Mi pareja y yo estamos con trabajo, y nuestra hija está creciendo fuerte y sana, a muy poco de cumplir sus primeros 2 años. El año pasado fue bastante duro; veníamos de toda la convulsión que se generó a partir del 18 de octubre de 2019, lo que acá se le ha llamado el “estallido social”, que evidenció un malestar que se venía incubando, en buena parte de la sociedad, desde hace un buen rato y que implicó una redefinición de nuestro hacer, del sentido que le damos a nuestro trabajo, además de toda la incertidumbre que implica la crisis social y política que se generó a partir de allí. Cuando entramos en 2020 se sumó el tema de la pandemia, las cuarentenas y la imposibilidad de desarrollar nuestro trabajo en las condiciones habituales. Todo esto atravesado con nuestra mapaternidad, una experiencia tan hermosa como agotadora. Creo que nunca me había sentido tan exigido, ni por trabajo, ni por estudios, pero creo que ver a mi hija desplegarse día a día lo compensa todo. En resumen, del 2020, si bien fue un año complejo, no nos podemos quejar porque nunca nos faltó nada; también nos dejó bastantes aprendizajes y una sensación cálida por los afectos que se desplegaron a nuestro alrededor, de familiares, amigues y de muchas personas que, sin ser tan cercanas, mostraron su preocupación y cariño por nosotres.

Me encantó conocer el trabajo de Todo por la Praxis; siento que tenemos bastantes elementos en común, en términos de enfoque principalmente: el trabajo colaborativo, horizontal y transdisciplinario, la búsqueda de un horizonte de transformación social, y el uso del arte con un sentido ético y político. Igualmente, creo que nos llevan la delantera en relación al tiempo y a la capacidad que han tenido para sostener procesos a más largo plazo; algo que para nosotres, en la Red Mediación Artística, ha sido complejo en la medida de que dependemos de fondos o licitaciones que nunca sobrepasan el año de duración. Hemos avanzado, sin duda, en el último tiempo. El año pasado, aprovechando la baja actividad que produjo el encierro, nos reunimos buena parte de la organización y desarrollamos algunas iniciativas en relación al cómo nos estamos entendiendo como grupo, más allá de los proyectos puntuales que vayamos desarrollando. En esto ha resultado clave sumar a nuevas compañeras dentro de la personalidad jurídica que armamos para sostener el trabajo de la Red, la Asociación para la Mediación Artística y Cultural (ASOMA), ya que se ha ido generando un desgaste en quienes estamos desde el principio, por lo que abrir este espacio nos ha permitido recibir nuevas ideas y energías. Este año, se sumará más gente y se renovará la directiva, lo que creo que nos permitirá continuar y profundizar esta nueva etapa en la que nos encaminamos. Creo que sería interesante reunirnos con vosotras y con TXP, a propósito de esta iniciativa, para compartirnos las experiencias de ser organización; en particular, en este momento histórico.  ¿Les parece?

En relación al barrio donde trabaja TXP, Vallecas, por lo que me cuentan se me hace similar a un barrio, conocido como la “Población de Lo Hermida” (Peñalolén, Santiago), que también tiene el carácter de lucha histórica en torno a la vivienda y de resistencia en los tiempos de dictadura, herida que tristemente se reabrió con la revuelta de octubre de 2019, donde nuevamente hubo una represión brutal a la población civil por parte de agentes del estado. A esta población llegué a través de un proyecto de investigación con la Red el año 2015 y he tenido la suerte de participar de manera personal en diferentes actividades desde entonces, como en la preparación del aniversario, que se levanta año a año de manera completamente autogestionada, de manera de mantener ese sentido de autonomía y resistencia que les es tan preciado a sus habitantes. Estos últimos 2 años, he estado un poco alejado por lo que comentaba anteriormente (paternidad y pandemia), pero hace un mes se dio la oportunidad de armar un proyecto, de la RMA en alianza con un par de organizaciones de este territorio (que espero se concrete), pero, al menos, ya me ha servido para retomar el contacto y los afectos que dejé en pausa. De todas formas, no tengo duda de que seguiré vinculado a este espacio, pues creo que me conecta con un sentido de pertenencia que hoy en día es difícil de encontrar en otros lugares. No por nada Chile, que fue el ejemplo latinoamericano de orden y desarrollo, la cuna de las políticas neoliberales aplicadas al extremo, hoy en día se encuentra en medio de una crisis política, social y cultural, donde las preguntas respecto a la pertenencia y la identidad son tan necesarias.

Otro desafío que tengo este año es el volver a trabajar dentro de una institución. Hace un mes que estoy en Balmaceda Arte Joven (BAJ), que lleva casi 30 años de muy potente labor desarrollando diversas actividades artísticas y culturales con jóvenes de diferentes localidades de Chile. Desde el año 2012, cuando renuncié al último cargo estable que tuve, no había estado trabajando de esta forma. Obviamente, he colaborado con instituciones entre medio, pero siempre desde la autonomía que me brinda la Red, teniendo la oportunidad de ir armando y ejecutando proyectos de diversa índole e ir a bastantes lugares dentro del país. No te mentiré, un elemento importante para aceptar este trabajo tiene que ver con lo económico. Vivir de manera independiente en Chile, ya de por sí, implica condiciones sumamente precarias y, si a eso le sumas las complicaciones que trajo el COVID y una hija pequeña, la verdad es que este trabajo me vino de maravilla. Pero también me parece interesante el desafío que me propone Gloria, la directora de la sede metropolitana donde me desempeño, estando a cargo del trabajo con las comunidades vinculadas a BAJ. Siento que es una oportunidad de aplicar la experiencia que he desarrollado en todo este tiempo y de que, efectivamente, la mediación se entienda como una oportunidad para que las instituciones se dejen afectar por lo que ocurre fuera de ellas, y logren desarrollar y sostener instancias de colaboración con las comunidades que las rodean y con otras instituciones que se entiendan del mismo modo.

Es extraña la sensación. Hoy en día siento que se cruzan muchos planos de transformación a nivel personal y colectivo. Creo que he hecho muchas cosas en mi vida, guiado por una intuición de que algo en el sistema, en nuestro modo de relacionarnos, estaba profundamente desequilibrado, y que, por tanto, debía ser capaz de encontrar ese equilibrio en otro lado. Con el tiempo, esa intuición ha dado paso a la convicción de que no hay otro camino que la transformación radical de nuestras sociedades y de que no queda otra opción que entregarse a este devenir; pero no puedo evitar sentir miedo ante todo lo que se nos abre por delante; es como ese instante antes de saltar a un estanque con agua desde mucha altura. De todas formas, siento la confianza de que no estoy solo en esto: tengo a mi familia, amigues y mucha más gente que, adivino, abraza las mismas convicciones y que, enfrentadas al tiempo que se avecina, tendremos que hacernos fuertes sin dejar de ser sensibles. Para bien o para mal, no volveremos a la misma realidad que dejamos antes de la pandemia.

Espero sinceramente que estés bien, querida. ¡Un abrazo grande a la distancia!

Emilio

imagen realizada por Simon Catalan que ilustra la carta de tpx

Madrid, 5 de mayo 2021

Carta del colectivo Todo por la Praxis
a Emilio Terán

Querido Emilio: No nos conocemos en persona, tampoco sabemos mucho de tu trabajo; solo que trabajas en el ámbito de la mediación formando parte de la Red de mediación artística en Chile

Madrid, 5 de mayo 2021

Querido Emilio:

No nos conocemos en persona, tampoco sabemos mucho de tu trabajo; solo que trabajas en el ámbito de la mediación formando parte de la Red de mediación artística en Chile, lo cual ya nos puede decir mucho de tu campo de acción. Como colectivo, nos gustaría contarte muchas cosas que hacemos y que aquí ocurren, pero trataremos de resumir e ir navegando por aquellas que pueden ser de tu interés. Somos un colectivo de artistas, arquitectos e investigadores varios, que formamos comunidades temporales, porque muchas personas han pasado por el mismo desde que partió, por allá por el año 2000. Trabajamos procesos participativos, realizamos acciones urbanas y nos interesa mucho el agitprop. Estos ejercicios los hacemos desde la arquitectura, el arte contemporáneo, la mediación y la coproducción urbana. También hemos generado procesos de participación comunitaria a través del urbanismo táctico, el placemaking, el arte público y, sobre todo, político.

Estamos situados en Vallecas. En términos concretos y geográficos, Vallecas es un barrio al sur de Madrid, obrero, que cuenta con una lucha vecinal histórica, sobre todo por el derecho a la vivienda, y que hoy en día se amplía a una serie de organizaciones en defensa del barrio, de apoyo mutuo, antifascista, transfeminista y también antirracista, propiciando contener toda la diversidad de personas que lo habitan. Ahí gestionamos un espacio (galpón industrial) que desde el año 2015 se llamaba Instituto Do it yourself (IDYS), y que este año pasa a llamarse Espacio de Todo, conteniendo al IDYS como plataforma de acción en educación y autoconstrucción, y sumando una nueva plataforma de investigación y producción en arte contemporáneo a la que hemos denominado PIPA! (jugando con el acrónimo, y con la idea de semilla de maravillas).

Este espacio, además de ser un articulador de contenidos con agentes del barrio, con el campo artístico y de investigación en general, también es nuestro taller, lugar de complot, de proyección y elucubración de futuro, tal como nos señala CAPUT. Nuestra política es la de “hacerlo tú mismo”, la acción directa y sostener un vínculo permanente con el contexto, así como abordar temas desde la capacidad política y estética de nuestro quehacer. Creemos firmemente en que las prácticas artísticas pueden generar unas narrativas colectivas que desmonten las tradicionales formas de comunicar las diversas realidades de nuestro entorno. Es por eso que trabajamos mucho en procesos participativos tanto con organizaciones vecinales, organizaciones de luchas y reivindicaciones, así como con colegios y otras instituciones. Este año estamos navegando en el concepto de “sur global”, tratando de entender de qué hablamos cuando instalamos esta noción, sobre todo a través del arte y sus discursos. Qué significa ser sur, quiénes somos sur, y qué condiciona su denominación, sobre todo teniendo en cuenta que su señalización puede generar prácticas discriminatorias. Toda esta condición tan compleja es la que exploraremos y experimentaremos a través de las mediaciones, residencias y creaciones que este año tenemos programadas en nuestro Espacio de Todo. ¡Imagina el desafío! Cómo ser un aporte, un espacio acogedor, pero también crítico, desde el arte contemporáneo, sobre todo con lo lejana que suena para tantas personas esta práctica. Ese diálogo cruzado es el que intentamos posicionar para que el arte sea una herramienta que permita sostener esos relatos, o tensionarlos, mediante su capacidad simbólica.

Las actividades que realizaremos servirán, sobre todo, para repensar quiénes somos en este mundo donde las pandemias mundiales (y de todo tipo, pandemias mentales también) se instalan develado tantas cosas, no solo respecto a los cuidados y la colectividad, sino también en torno a la carencia de estas ideas. En ese sentido, tenemos la convicción de seguir juntándonos, seguir abriendo el espacio y programando, porque, si bien lo digital tiene un rendimiento interesante, también es una economía del control y del enajenamiento que limita su capacidad, a su vez que nos hace perder todo el terreno ganado en las prácticas que intentan mediar estructuras poniendo el cuerpo para que eso ocurra. Sería muy interesante saber cómo está abordando este tema la mediación artística en Chile, cómo están pensando el tema digital y cómo están generando condiciones para seguir emprendiendo proyectos de proximidad y cercanía.

Quizás te vas a preguntar cómo funcionamos y si es que nuestros recursos vienen de esos sistemas a los que tanto nos enfrentamos. Y es ahí donde nos parece muy interesante lo que CAPUT plantea en su carta: ¿Cómo dialogamos con las instituciones? ¿Qué significa la autonomía? Pensamos que es un deber encontrar una especie de tercer espacio en el que seamos capaces de permearnos y transformarnos, es decir, de aprender sobre las acciones que se emprenden juntes, a pesar de ser muy críticas con la rigidez que tienen a la hora de convivir y coproducir con ellas. En ese sentido no hemos estado exentos de polémicas. Durante algún tiempo el ayuntamiento, que es nuestra principal fuente de financiamiento acá en Madrid a través de becas y convocatorias, no nos quería tener en sus listas de beneficiarios, pues con los recursos que nos dieron en algunas oportunidades, pirateamos estos recursos visualizando los verdaderos discursos que se ocultan tras sus políticas, que creíamos importante develar. Así fue el caso del trabajo con Cañada Real, una toma de terreno en las afueras de Madrid que desde el 2007 comenzó a vivir derribos a causa de la especulación inmobiliaria tras actos xenófobos, racistas y de clase. Este proyecto duró 10 años y en sus inicios no tuvo financiación más que la propia (a través de otros proyectos pagados desviábamos recursos o reciclábamos material). La primera financiación pública de este largo trabajo fue como obra, postulamos instalar unas letras con recursos del ayuntamiento que, al aparecer en las noticias, ellos mismos mandaron a derribar al día siguiente de haberlas montado. También hemos participado en libros donde hemos hecho rutas emulando la turistificación, recomendando que los turistas conozcan barrios abandonados y precarizados. Estamos convencidas de que estas también son formas de dialogar, porque las instituciones hegemónicas deben contemplar ser traspasadas por aquello que provocan o interpeladas por quienes deberían ser las personas que alimenten las acciones que como política deberían tener. Es un tema largo, porque hay un segundo elemento que aquí también nos atraviesa, que es la diferencia entre lo que pueden ser prácticas instituyentes, generadas por colectivos de personas que levantan políticas propias que se desarrollan con criterios comunes y de manera autónoma, y aquellas prácticas y objetivos impuestos por las instituciones, con los que no siempre estaremos de acuerdo. ¿Tú qué opinas? ¿En qué lugar te ubicas en estos discursos? Sería interesante verlo desde la práctica de la mediación misma y los espacios en los cuales se manejan. Una de nuestras integrantes trabajó en el Ministerio de las Culturas de Chile, y conoció a la red en la que participas, y nos cuenta que seguro el panorama institucional, tanto público como privado, debes tenerlo muy mapeado y mucho que decir al respecto; sobre todo lo que ocurre cuando las mismas instituciones funcionan como agentes mediadores con las comunidades con quienes quieren que nos involucremos; es decir, que muchas veces entorpecen el quehacer. Y desde esa misma perspectiva, ¿cuándo pasamos nosotros mismos a ser instituciones, en términos de replicar sus buenas o malas prácticas y procesos?

Por otra parte, queríamos contarte que estamos realizando una investigación en Barcelona, en el barrio del Raval, justamente con una institución que no tiene muy buena llegada con el barrio: la Fundación MACBA. Esta investigación es parte de unas becas para realizar este ejercicio desde el ámbito educativo en relación al barrio. Postulamos y nos la adjudicamos con una amiga y cómplice de Barcelona que se llama Elena Blesa. Desde aquí podemos proponerte otra reflexión sobre este tipo de ejercicios vinculados a lo educativo. Elena también trabaja en mediación y durante mucho tiempo fue mediadora del mismo MACBA; mucha sintonía podrías tener con ella. Nuestra investigación se basa en un ejercicio especulativo; es decir, a partir de un proyecto que no realizaremos, revisar qué pasaría si existiera un objeto en particular y su gestión tuviera que ser colectiva. Estamos pensando en un supuesto dispositivo de comunicación enlazado a las campañas (coyunturas específicas de lucha barrial), que pudiera servir como práctica pedagógica al gestionar un uso común. Este puede ser desde un cacharro móvil hasta un lugar para proyectar palabras, pasando por otras ideas. Es decir, desde una hipótesis vamos estructurando los contenidos e invitando a imaginar cómo produciríamos conocimientos mutuos a través de una serie de problemáticas asociadas a la conexión y complejidad de la diversidad de organizaciones que existen, trabajan y resisten en el barrio.  Por ejemplo, qué pasa con la traducción en un barrio donde hay una gran diversidad de lenguas y culturas conviviendo. Nuestro objetivo es hacer un catálogo que contenga todas las suposiciones, que plantee protocolos de usos, posibles diseños, posibles espacios, soluciones a las traducciones y otros elementos. Así, el proyecto, acción o construcción de aquel supuesto queda en manos de quienes quieran llevarlo a cabo y proponerlo desde las mismas organizaciones, sin tener que nosotres, como mediadores y artistas, estar presentes si es que se llegara a desarrollar, así como eximir a la institución de intervenir en estas prácticas barriales. Para ello, hemos generado una conversación sostenida con 8 agentes claves de organizaciones diversas, con quienes vamos dialogando sobre estas posibilidades para construir los contenidos. Así, esta beca la estamos manejando sin ser modificadores extranjeros, situándonos desde la propuesta de lo que podría ocurrir, estimulando que aquellos cruces permitan una pedagogía colectiva. ¿Qué te parecería que la educación fueran estas desmaterializaciones y formas en que la mediación pueda existir sin tener que estar interviniendo directamente? ¿Qué tipo de pedagogía propone un ejercicio así? Nos planteamos estas preguntas porque queremos saber dónde se encuentran las formas de hacer pedagogía radical, desde la imaginación política.

Dentro de las muchas otras cosas que te podríamos seguir contando, en paralelo estamos trabajando en un colegio de Usera, otro barrio obrero del sur de Madrid. Este cole tiene un alto número de estudiantes migrantes, y eso lo hace ser muy potente, sus estudiantes son muy interesantes y hasta ahora han participado activamente del proceso.  Este laboratorio lo estamos llevando a cabo para construir espacios autónomos en los patios del cole que en este caso no cuentan con espacios donde les estudiantes se sientan cómodos, hagan sus cosas, gestionen actividades de su interés o puedan simplemente descansar a gusto. En este sentido, a propósito de la pandemia, ha aparecido mucho la idea de “aula abierta” como espacios abiertos donde poder seguir haciendo clases. Nosotras queremos ir más allá y proponemos desarrollar con les estudiantes espacios autónomos cuya gestión también sea diseñada por elles.

Comenzamos con derivas por los patios para identificar los lugares de encuentro y diagnosticamos necesidades. Ahora nos encontramos en una etapa más abstracta en donde cada estudiante propone una composición con figuras geométricas básicas, las que darán lugar al ejercicio de diseñar espacios, mobiliarios y otros de manera conjunta con nosotres. Pasaremos pronto a la etapa de construcción y en junio ya estaremos terminando lo que se construya. Ha nacido la idea de ocupar una parte del patio que está cerrada como lugar de autogestión de les estudiantes, para ensayar música o teatro, poner cine, jugar, leer, etc. Postulamos a que estas también son otras formas de hacer pedagogía, y de mediar elementos de diseño y construcción al proponer que las actividades asociadas al proceso vayan concatenadas y cada una de ellas rescate la mayor diversidad de propuestas e imaginarios.

Quizás nos podrás contar en las cartas que vengan algún ejercicio que siga interpelando a la educación y las formas en que la vamos deconstruyendo, poniendo en crisis, para hacer de ella ese espacio político en el que habitemos y desde donde podamos transformar efectivamente y sobre todo desde lo colectivo, nuestro convulso entorno.

Te dejamos algunas fotos para recrear lo comentado; también te dejamos un abrazo y ampliamos las ganas de algún día conocernos. Si vienes a Madrid, será paso obligado juntarnos en Vallecas y presentarte nuestro espacio.

 

imagen realizada por Simon Catalan que ilustra la carta del colectivo Caput

abril, 2021

Carta colectivo Caput
al colectivo Todo por la Praxis

Queridxs TODO POR LA PRAXIS Diego, Jo, Fidel y Javier: Buscando la manera de comenzar esta carta (al igual como nos escribió Sole León), rondamos por su sitio web para conocer, más allá de lo que ya hemos hablado con alguno de Uds. ¡en vivo y en directo!,...

Queridxs TODO POR LA PRAXIS
Diego, Jo, Fidel y Javier:

Buscando la manera de comenzar esta carta (al igual como nos escribió Sole León), rondamos por su sitio web para conocer, más allá de lo que ya hemos hablado con alguno de Uds. ¡en vivo y en directo!, cuáles podían ser nuestros puntos en común. De cierto modo, leer sus consignas nos hace sentir en casa. A la par, como si hubiésemos crecido en el mismo barrio, con los mismos ideales y, quizás, con formas similares de ver la vida…

Y es que, cuestiones como la autoconstrucción, el hazlo tú mismo, la colectividad, la colaboración y lo comunitario, sobre pedagogías críticas y horizontalidades, etc., creemos que son las formas de comprender que son los contextos los que determinan la acción. Esto es fundamental para nosotrxs, pues nos permite, desde una lógica compleja, tener la posibilidad de acceder a diversos mundos sin necesidad de limitarnos a un estándar, una formula o una estrategia.

A propósito de aquello y de la condición de ser partícipe de lo que intentas intervenir (aunque en el mejor de los casos le llamamos mediacióni), la Sole nos hacía pensar sobre la urgencia de enraizarnos para hacernos parte de las actividades que realizamos todxs, y que es aquello lo que, básicamente, le hace falta a la institución para redefinir ciertas rutas de entrada que, sin duda, requiere construir para conseguir la efectividad real de sus programas. Algo así como, ¿calidad vs cantidad? Como dice Jo, más afectos y efectos.

En relación a esto, sabemos que tenemos autonomía en nuestros quehaceres como trabajadores del arte y la educación, pero, ¿existe verdaderamente la independencia laboral? No estamos tan lejos de asimilarlo a la idea de colaboración tampoco. A lo que vamos es que preocuparnos por la institución y cómo lleva a cabo sus planes también es relevante dentro de nuestra labor. No realmente co-depender, pero sí intentar tejer redes que densifiquen las raíces. Dicen que: a mayor fuerza, mayor es la unión. Obviamente, si todos remamos hacia el mismo lugar, no por conseguir solo la fuerza vamos a enredarnos tampoco. Eso lo tenemos claro; ante todo, tomar posición primero, pero por lo mismo es que constantemente debemos tensionar mediante la invitación al dialogo, pero también desde la exigencia, a reducir sus propósitos y a ampliar sus acciones (J.C Romero 2016. Festival Presión, La Plata. Argentina). Con la intención de romper con los nudos de la burocracia y con ello agitar la práctica diaria, cotidiana, doméstica, en fin… micropolítica que cada vez avanza con energía y convicción.

En ese sentido, y con una pandemia que nos ha traído a la lentitud como fuente de saber, creemos que la mediación se ha vuelto indispensable para repensar el mundo.

Crear en conjunto para mejorar nuestras vidas, con un carácter diferente que hace de la invención y el juego una actitud política que debemos levantar y replicar. Aplicar lenguajes informales y destruir para volver a construir, como decían los del colectivo Bestias (1984-1987), del Perú, y como nos encanta gritar a nosotrxs desde  aquí… un lugar árido y sobrecargado de contradicciones varias. Donde seguro les esperamos pronto para componer arquitecturas hechizas, trash y mágicas, que nos aventuran el desierto + el Pacífico Sur.

¡Cariños miles!

CAPUT /Loreto+Camilo. Iquique

 


iHemos venido desarrollando la razón de la intervención como un modelo de acción participativa, pero desde un enfoque no siempre asistencial, aunque sí vertical y paternal, lo cual encaja dentro de una concepción del desarrollo neoliberal. Pues bien, estamos trabajando, al igual que todxs quienes participan de esta dinámica, en la idea de mediación. Entendida como un proceso de acciones desde un hacer más bien horizontal donde el profesional no es el/la protagonista, sino un partícipe con conocimientos específicos, como todxs lxs que están participando de aquellas acciones en ese momento. Es decir, se hace (nos hacemos) parte del todo. 

abril, 2021

Carta de Soledad León
al colectivo Caput

Hola, colectivo CAPUT (Camilo y Loreto, si hay otr@ integrante del colectivo pido disculpas por no mencionarl@):

Hola, colectivo CAPUT (Camilo y Loreto, si hay otr@ integrante del colectivo pido disculpas por no mencionarl@):

 

¿Les ha pasado que escriben como tres cartas en su mente? Si le das el tiempo suficiente, cada párrafo tiene una versión B y C (o X, mejor). Y una de esas cartas es súper honesta; tan honesta que se vuelve mentira también… y te confunden las emociones que brotan por una invitación así. ¿Quién escribe?, ¿la prestadora de servicios de mediación o la persona que disfruta de escribir cartas?  ß ¡Así quería comenzar!, pero después revisé la estructura de una carta y decidí que comenzaría así:

 ¿Cómo han estado? No nos vemos desde aquellos breves encuentros virtuales del año pasado. El tiempo es engañoso, confieso con harta pena, ya que llevamos más de un año en esta crisis sanitaria. Le he dado hartas vueltas a esta carta dirigida a Uds., y leída por vari@s… Temo no estar a la altura del desafío.

Yo disfruto mucho escribiendo cartas, llevo años escribiéndolas, principalmente a mí misma, y son instancias bien honestas, un momento de detención para aterrizar ideas y jugar con otras que aún rebotan sin encontrar una resolución estable. Haré lo posible por que esta no sea la excepción, ya que aún tengo muchas preguntas sobre la mediación artístico-cultural, y ¿por qué no jugar con ellas?

Siguiendo el carteo, les cuento que hace unas semanas recibí la carta de Jordi Ferreiro (Jordi: gracias por el collage, ¡me gustó un montón!) y dos cosas se quedaron conmigo: la idea de la esquizofrenia (razón por la que me dejo confundir tanto por estas invitaciones) y la idea de enraizarse o “echar raíces/reconocerlas/encontrarlas/colectivizarlas”.

Entonces, cuando menciona la esquizofrenia para referirse a los… ¡espera! ¿Para qué intentarlo cuando a él le quedó tan bien?

Y si ese caos, que llama esquizofrénico, es confuso (tal como mencionaba al comienzo de esta carta), a las personas que participan de visitas mediadas o proyectos más extensos de mediación, ¿les resultará confuso también? A veces sospecho que a las personas con las que hemos tenido la fortuna de compartir, les pedimos mucho, que tengan cierta confianza en una, como persona, y… al mismo tiempo, ¿también les pedimos que tengan confianza en la institución o en el organigrama que ampara ese momento?, ¿cuáles son los límites del rol de mediador@?, ¿es un tema de tiempo?, ¿de voluntades?

Les cuento que ya llevo un poco más de 3 años trabajando en el área de Mediación de Centex, y siempre estoy un poco inquieta frente a preguntas sobre la confianza y los tiempos: ¿qué tipo?, ¿cómo y cuánto tiempo?, ¿para generar qué tipo de vínculo de confianza? Aquí y en otros espacios muy personales me pasa que siento que… pienso que… tartamudeo hasta que… ¡necesitan de tiempo! No poco tiempo, TIEMPO.

No me refiero a tiempo para atascarse en burocracias (que no es lo mismo que mecanismos de evaluación que definan la pertinencia de una actividad), sino tiempo para conocernos, para posicionarnos y enraizarnos junto a otr@s. Hay palabras que me rondan, como la pertinencia. Si perteneces a un lugar, ¿tienes más conocimiento sobre lo que es pertinente en ese espacio? ¿O se refiere a ser más bien partícipe de ese lugar?

*Jordi parecía creer que, si los espacios culturales no se enraízan, nadie los echaría de menos; es decir, ¿que no serían pertinentes?

En el área de Mediación de Centex hemos experimentado con diferentes tiempos para compartir y facilitar espacios de reflexión. Alguna vez lo llamamos visitas guiadas (40 minutos), luego tornó en una visita mediada (90 minutos); y a partir de ese momento, las instancias de mediación fueron brotando en diferentes iniciativas, como proyectos transversales (3 a 6 meses) o líneas de formación (3 meses). Actualmente, la mayoría de estas experiencias han tomado formatos virtuales de extensiones virales* (3 a 5 minutos) o series de diversos encuentros, también virtuales, que sean tolerables frente a una pantalla (ojalá no pasar de los 40 minutos, ¿o no?).

(*Virales: dícese de un formato accesible o fácil de viralizar en el mundo virtual. Adaptable a múltiples plataformas y de corta duración.)

Paréntesis del paréntesis: ¡qué curioso cómo vamos interiorizándonos en ese espacio virtual!, ¿no? ¿Cuánto tiempo les tomó aprender que debían apagar el micrófono cuando no estaban hablando? ¿O chequear que están siendo escuchados antes de comenzar una transmisión? ¿Colocar un fondo de pantalla? ¿Sugerir el uso de audífonos? ¿Han mejorado sus herramientas de edición de videos, virales por supuesto?

Hace unos años leí un informe de economía feminista que decía que en esta época vendemos más de nuestro tiempo al mundo laboral; en su minuto lo planteaba en el marco del tiempo doméstico y el trabajo no remunerado. Y desde ahí surge mi pregunta: ¿Cuánto tiempo tenemos realmente? ¿Y cuánto de este tiempo nos pertenece? En lo personal esta pregunta tomó más relevancia ahora, cuando el espacio laboral y doméstico, que ya estaban bien difusos por un centenar de motivos, se vuelven indistintos (¿o ya lo eran?) ¿Cuánt@s habremos estado preparando arroz mientras escribimos nuestras cartas o respondemos correos?

Frente a los límites que debemos dialogar en esta labor, me parece que los procesos se están tornando cada vez más orgánicos y los tiempos que les destinamos son solo cuantificables al momento de reportar indicadores, pero estos no abordan la vida de un proceso de vinculación o, en otras palabras, el tiempo que toma “echar raíces”, conocernos y reconocernos en un territorio común.

Si nuestro encuadre común, o lo que nos convoca, es el ejercicio de la mediación artístico-cultural, entonces cierro agradeciendo el espacio para plantear caóticamente las preguntas anteriores y espero ansiosa el desarrollo de este espacio, junto con muchas otras instancias que están brotando para que pensemos y dudemos junt@s, y, ¿por qué no, desde una dimensión relacional y empática?

Muchas gracias por leerme y mis disculpas por el desorden ¡CAPUT!*

 

*Etimología de CAPUT

Es una expresión especializada que se utiliza para indicar que algo tuvo un fin por decisión de alguien. Por ejemplo, había un proyecto muy importante y ¡caput

 

abril, 2021

Carta de Jordi Ferreiro
a Soledad León

¡Hola Soledad! Espero que mi carta te encuentre bien. me llamo Jordi Ferreiro, soy artista y educador y llevo aproximadamente 12 años trabajando en diferentes....



Marzo, 2021

Carta de Julia Romero
a Jordi Ferreiro

Hola, Jordi. ¿Cómo estás? Con entusiasmo te saludo y me sumo a esta interacción desde Santiago de Chile que, ojalá, nos permita mapear los diversos desafíos que se presentan en cada contexto y poder relevar nuestras prácticas...

Marzo, 2021

Hola, Jordi. ¿Cómo estás?

Con entusiasmo te saludo y me sumo a esta interacción desde Santiago de Chile que,  ojalá, nos permita mapear los diversos desafíos que se presentan en cada contexto y poder  relevar nuestras prácticas, ya que identifico, aún, pocos espacios que permitan ponerlas en  perspectiva, no sólo desde un plano individual, sino en relación a nuestras realidades locales  y cómo dentro de éstas hay múltiples brechas que se han acentuado más aún en la vertiginosa realidad de pandemia en la que nos encontramos.

Te conocí el año 2017 en el inaugurado Centro Nacional de Arte Contemporáneo en la comuna de Cerrillos, en el taller “Educar la institución”, convocado por el también recién nacido Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile. Recuerdo que me interesó mucho tu propuesta de mediación performática y cómo esta disrupción no sólo transgredía la norma de lo que se espera de un recorrido por una exposición, sino que también interpelaba hacia el interior de la misma institución, evidenciando sus límites y la paradoja existente entre programar arte contemporáneo y practicar arte contemporáneo.

Me gustaría contarte sobre el devenir de mi carrera profesional que ha derivado en caminos insospechados. Soy escultora y mi trabajo aborda el habitar como eje principal, tanto desde el plano formal, vale decir, dónde se construye nuestro imaginario y cómo las manifestaciones artísticas dialogan con nuestra cotidianidad, así como también desde su poética, en tanto esta acción supondría la conjunción de ser estar en el mundo en un espacio y tiempo determinados. Este macro cuestionamiento me ha acompañado en mi desempeño, que, a muy temprana edad, me llevó a decidir que no quería ingresar en un circuito de compra y venta de arte, sino que me interesaba —para poder ganarme la vida— la educación artística como un espacio de investigación sobre qué impacto tiene el pensamiento artístico en las comunidades. Es en este contexto que durante cinco años trabajé en la producción y, posteriormente, en la coordinación de una unidad de educación, dentro de una institución pública dedicada al arte contemporáneo, lidiando con múltiples desafíos de financiamiento para dar continuidad a los programas propuestos junto con intentar ofrecer dignidad laboral para el equipo.

Es el año 2017, justamente cuando te conozco, cuando dejé esa labor y me aventuré a un camino independiente. Los años siguientes han sido de experiencias diversas que han ampliado mi campo de lectura con respecto a la mediación artística cultural, como herramienta para fortalecer el aprendizaje y buscando situar la educación artística como una forma de pensar diversos contenidos o, más bien, de pensarnos. Por un lado, estuve a cargo de la formación de estudiantes de diversas carreras universitarias como mediadores culturales para trabajar en un programa de acceso universitario para estudiantes en situación vulnerable y, por otro lado, realicé una investigación que contempló recorrer 40 instituciones distribuidas en 10 regiones de Chile que, como imagino sabes, es una larga franja de tierra. Los espacios culturales fueron seleccionados con el criterio de que presentaran una consolidada programación en artes visuales con el fin de conocer las condiciones de trabajo de cada lugar y las experiencias que se ofrecían a los públicos.

Estas experiencias me han resonado al recibir la carta de Yolanda Jolis, del equipo de MACBA, quien comparte sus inquietudes acrecentadas por la pandemia para lograr continuar con el trabajo que venían realizando en un contexto de distanciamiento social. Ella plantea interrogantes sobre: ¿qué se busca como educadores?, ¿qué desafíos encontramos en nuestros roles? y ¿qué relación tenemos con el arte y cómo transforma nuestras maneras de trabajar?

Aprovecho de traspasarte estas inquietudes, así como también me sirven de pie para contarte, a grandes rasgos, las observaciones de la investigación que te comenté anteriormente para situar una realidad local muy distinta a la que se vive en otras partes del mundo.

La geografía de este país ha sido un gran desafío histórico y, sin duda, el aniquilamiento ocurrido en la dictadura cívico militar (1973-1990) se percibe en distintos terrenos y, muy en particular, en el ámbito cultural, ya que hubo un golpe estético al intentar higienizar los movimientos sociales y culturales que se habían fortalecido durante la Unidad Popular.  Luego de más de treinta años de la llamada vuelta a la democracia se constata la profundización del modelo económico neoliberal, que ha transformado los derechos esenciales en bienes de consumo subordinando el desarrollo humano a meros usuarios y consumidores. Es en este contexto que realicé mi investigación observando una situación muy disímil, que va de la mano con el territorio chileno. Por un lado, la mayor concentración de instituciones que programan artes visuales se encuentra en la zona central del país y son estas las que cuentan con equipos de mediadores para ejecutar sus programas. El norte de Chile presenta una situación muy distinta. La mayoría de las instituciones que programan artes visuales son financiadas por las mineras y no cuentan con equipo de mediación, sino que quien programa, produce y monta es quien, por lo general, también recibe a los públicos. Por otra parte, el sur más cercano al centro del país cuenta con universidades que imparten carreras artísticas y esto hace que la escena sea más rica y cuenten con equipos de mediación para diversos programas. El extremo sur presenta muy pocos espacios dedicados a las artes visuales y esto decanta en poca conexión con lo que es la mediación artística, como herramienta para fomentar la aprehensión de los contenidos que difunden y entienden esta práctica sólo como un nicho especializado y no como una metodología de trabajo que puede conformar comunidades en torno a las experiencias que proponen las instituciones.

Te comento a grandes rasgos las observaciones, porque sin duda da para extenderse bastante más; pero me interesa contarte que en el 90% de los casos los equipos de mediación están en una situación de precariedad laboral, trabajando por proyectos específicos y sin ninguna seguridad social ni certeza de continuidad. Me parece relevante usar esta invitación para dar cuenta de esta realidad, ya que cuando nos preguntamos qué nos interesa como educadores o cómo el arte se involucra en nuestros trabajos, me surgen inquietudes tales como: ¿es posible tener una proyección hacia la labor de educador si es que no se cuenta con ninguna seguridad laboral?, ¿cuánto interés real tiene la institucionalidad sobre los públicos con los que interactúa, si es que no protege a los trabajadores que, efectivamente, se encuentran con las comunidades?

Meses antes de que se detonara la pandemia, el 18 de octubre de 2019 se produjo el llamado estallido social, que volcó la frustración y el hastío de los ciudadanos a las calles de todo el país. Esta situación terminó, una vez más en nuestra historia, con los militares en las calles como amenaza a la expresión popular. Pienso que para muchos, y me incluyo en ello, fue un alivio sentir que no estábamos solos en esta sensación de desprotección y agobio de un modelo asfixiante, pero también adelantó y puso al descubierto la relación de la sociedad chilena con su institucionalidad post dictadura y la precariedad laboral de quienes trabajamos en cultura de forma independiente, ya que, por esta crisis, muchos espacios cerraron sus puertas por temor a la turba y se finalizaron proyectos anticipadamente, dejando a muchos mediadores sin trabajo. Luego, la pandemia profundizó lo ocurrido y dejó al descubierto la pobreza que estaba disfrazada en trabajos informales que han terminado en las organizaciones de ollas comunes en un país que declaraba que había derrotado la pobreza.

Es importante relevar que la pandemia también ha permitido reconocer de manera prístina el valor que tiene el arte en sus múltiples expresiones para la salud mental de la sociedad.  Hoy, gracias a los movimientos sociales, nos encontramos en un proceso de reformulación de la Constitución Nacional y me atrevo a decir que los trabajadores de la cultura y las artes en Chile tenemos nuestra esperanza puesta en este camino que se inicia para poder situar, desde la Carta Magna, las artes, las culturas y la educación no como bienes de consumo, sino como derechos fundamentales de los ciudadanos.

Ojalá tengamos oportunidad de continuar estos intercambios y de construir redes que trasciendan fronteras para el fortalecimiento de nuestras prácticas, así como también para el permanente cuestionamiento de nuestra realidad.

Un saludo afectuoso para ti,

Ju

Yolanda

Barcelona 1 de marzo del 2021

Carta de Yolanda Jolis
a Julia Romero

Querida Julia, ¿Cómo estás? Llegó el momento de conectarnos a través de este juego de correspondencias en cadena. Como punto de partida, la carta que he recibido de Katherine hace unos días. A ella la conocí cuando vino a Barcelona a principios del año 2019.

Querida Julia,

¿Cómo estás?

Llegó el momento de conectarnos a través de este juego de correspondencias en cadena.

Como punto de partida, la carta que he recibido de Katherine hace unos días. A ella la conocí cuando vino a Barcelona a principios del año 2019. Durante su estancia en el MACBA, compartimos y charlamos sobre distintos proyectos en los que estábamos implicadas.

En su carta me pregunta por nuestro proyecto Postdata.  Correspondencias de artista en la escuela, y me cuenta cómo este proyecto provocó en ella unas ganas de activar una suerte de correspondencias entre España y Chile, entre instituciones distintas o entre estudiantes y artistas. Un interés por provocar un espacio de encuentro e intercambio.

¡Y aquí estamos!

También me traslada los interrogantes que Elena Fernández Savater le planteó en su correspondencia, y que me gustaría llevarme también hacia la nuestra:

¿Qué queremos y buscamos como educadorxs?

¿Qué malestares o retos encontramos o encontraremos en los procesos educativos en nuestro papel como mediadoras?

¿Qué tipo de relación tenemos con el arte y cómo transforma nuestra manera de trabajar y actuar?

Aquí los dejo, quizás entre la carta de Katherine y la mía vayamos aproximándonos a múltiples y posibles respuestas a estos interrogantes.

¿Sabes qué es el código HOBO?

Se trata de un código de lenguaje secreto que generaron los hobos, trabajadores nómadas que en momentos de crisis (como la Gran Depresión) para ayudarse entre sí; en su deambular permanente por el país en busca de trabajo, generaron este sistema propio de comunicación.  ¿Te preguntarás por qué te introduzco en nuestra carta esta referencia a este código?

Pues porque me gustaría contarte de qué manera éste se ha convertido durante estas últimas semanas en la herramienta para sostener el grupo de trabajo semanal que comparto durante todo el curso escolar con niños y niñas del barrio del Raval (de entre 9 a 12 años), y la artista Christina Fraser.

Este taller extraescolar es un espacio colectivo con dos focos de interés claro. El primero, construir grupo estando atentas a todas las voces que lo conforman. Y el segundo, cruzar estas voces con la investigación-acción de la artista, la cual explora las limitaciones y posibilidades del juego, tanto en el museo como en su entorno.

Las restricciones intermitentes impuestas por la COVID-19 han generado una interrupción importante en las dinámicas de este taller para hacer grupo, para conocerse, para empezar a compartir y construir juntas un espacio colectivo. Todas sabemos la afectación que está generando la distancia social que nos impone la pandemia. Nuevos retos para nosotras como mediadoras a la hora de estar y hacer juntas.

Pero, cuando llega la restricción que implica la imposibilidad de juntarse como grupo, el reto se desborda.

¿Cómo mantener el contacto entre el grupo, sostener ese momento de conocerse y de generar complicidades, si no podemos estar todas juntas?

Pues quería contarte cómo lo hicimos, cómo no abandonamos el espacio de encuentro y activamos la imaginación para adaptarlo a las nuevas circunstancias, en las cuales no eran posibles los encuentros grupales, pero sí los individuales. Y aquí es donde encontramos nuestro nuevo campo de acción. Seguir viéndonos cada semana, de forma individual (Christina y yo), por turnos con cada uno de los niños y niñas que forman parte del grupo.

El eje central fue crear un sistema de comunicación entre ellos/as que pudiera seguir apuntalando, durante este tiempo incierto de restricción, el sentimiento de grupo que veníamos nutriendo y cuidando desde el inicio del curso.

Y lo llevamos a cabo a través del código hobo y el juego.  Estrategias propuestas por la artista. Del gesto de la apropiación saltamos al de la imaginación, activando una nueva herramienta de exploración y resignificación de los espacios del museo a través del juego.

Aquí te comparto el resultado de nuestro acto de

apropiacionismo. La leyenda de invitaciones, comentarios e indicaciones que generaron como código entre todo el grupo, cada uno/a en su turno. Y un mapa donde se pueden ver algunos de los espacios del museo donde se insertaron estos códigos mientras llevábamos a cabo la actividad cada jueves por la tarde.

Katherine me habla también en su carta de un espacio educativo llamado Resonancias que actuó como un lugar para “pensar el museo como un eco, una caja de resonancias del afuera”.

Creo que estas resonancias son las múltiples voces del afuera que hacemos emerger continuamente en nuestros proyectos de mediación, a través de nuestras escuchas atentas, nuestra empatía y nuestra disposición a dejarnos afectar.

Me gustaría pensar que provocamos un movimiento que poco a poco empuja a la institución a situarse en un lugar de aprendizaje más que en uno de enseñanza. Un debate para compartir en una nueva carta.

Un abrazo fuerte

Yolanda

Santiago de Chile, 3 febrero de 2021

Carta de Katherine Ávalos
a Yolanda Jolis

Querida Yolanda, Antes de marearte con un montón de cuestiones que tengo en la cabeza para compartir contigo, iba a comentarte que estoy respondiendo a la vez una carta de Elena Fernández-Savater...

Querida Yolanda:

Antes de marearte con un montón de cuestiones que tengo en la cabeza para compartir contigo, iba a comentarte que estoy respondiendo a la vez una carta de Elena Fernández-Savater, quien nació un año antes que yo, en Madrid, y que estudió también historia del arte allá en España, como yo, aquí en Santiago, en la misma Facultad de Artes en la cual trabajo, que en realidad es una unidad extensional de la Universidad, en el Museo de Arte Contemporáneo, y que no conocí sino hasta casi los veinte años: mi madre nunca me llevó de paseo cuando chica a los cordones culturales, ni mi familia era asidua a los recorridos de artes ni patrimonios, ni nunca oyeron de museos ni de artistas. Yo creo que el arte contemporáneo fue algo así como un gusto adquirido de grande. Me costó, eso sí, encontrarle gracia a este lenguaje, porque de entrada aparece indescifrable; entonces, los primeros encuentros son algo rudos, te hace sentir algo iletrada, no entender. Así me pareció de primera impresión. Qué suerte haberme desprejuiciado de todo eso y encontrar, en el fondo, potencia vital, poesía, materiales preciosos hechos de residuos, basuritas.

Pero volvamos a la carta de Elena Fernández-Savater, quien me hizo una serie de preguntas como, por ejemplo, si había estado en Madrid. Te cuento, Yolanda, que no estuve en Madrid, pero sí en Barcelona en 2019, y te conocí en ese viaje porque de hecho me las ingenié para chusmear los programas educativos del MACBA en una micropasantía. Fue algo breve, ¿te acuerdas? Yo estaba algo diferente. En realidad, fue algo así como una visita etnográfica. Fui a observar y tomar notas.  En realidad, hacía videos sobre todo lo que pasaba, porque todo me parecía estimulante, desde Jaume Plensa hasta Els nens i les nenes del barri. Me acuerdo de que uno de los últimos días de visita estuve en la presentación que hiciste a unos profesores del proyecto POSDATA; algo así, no me acuerdo bien porque no grabé esa parte, y mi memoria ya no es, como dice Pablo, mi compañero de EducaMAC.

Bueno, te cuento que, cuando te vi exponer el proyecto, me dieron muchas ganas de hacer correspondencias entre el MACBA y el MAC, o entre artistas o estudiantes de España con Chile; no sé, alguna invención de intercambio. ¿Cómo les fue con el proyecto? Me imagino lo interesante que debe haber sido para les niñes de esas escuelas. La ciudad estaba tan bonita, El Raval tan extraordinario, un cadáver exquisito… me perdía todos los días.

Siempre me ha gustado perderme, pero desde entonces, más aún. En una entrevista, Frédéric Gros dice que “andar nos enseña a desobedecer”, refiriéndose al placer de caminar. En el libro Andar, una filosofía el autor dice que caminar “no exige ni aprendizaje, ni técnica, ni material, ni dinero. Sólo requiere de un cuerpo, un espacio y de tiempo”. Me encanta eso de “caminar es mucho más que poner un pie delante del otro”, y cuando se pregunta: “¿Y si sólo se pudiera pensar bien a través de los pies?”.

Ahora bien, los autores que aborda ese libro (Kant, Rousseau, Rimbaud y Nietzsche) recorrían bosques remotos a perderse, con distintas intensidades e intenciones; pero, finalmente, lo hacían como método de concentración e inspiración. No me quería sentir turista, sólo quería adentrarme en el bosque de concreto, en los castillos, los pasajes, las ventanas, las iglesias, los skaters, las pintas.

Lástima que ya no se puede andar con esa libertad. Es extraño cómo el mundo cambió en un año. En un año y medio acá en Chile. ¿Supiste del famoso “estallido social” o —como prefiero llamarlo— “la revuelta”? Creo que fue algo tan importante como el 15-M de allá. En nuestro caso quedó consagrado como el 18-O, porque fue el 18 de octubre de 2019. Estábamos en el museo ese día, montando una sala educativa que se llamó Resonancias. Más tarde este espacio fue un lugar para pensar el museo como un eco, una caja de resonancia del «afuera». Nunca lo habíamos pensado así.

En ese trayecto me encontré con un artículo de Hartmut Rosa que publicó en El País. Allí escribía sobre las cuerdas resonantes que son las personas y los elementos no humanos y sobre cómo se sentía “interpenetrado” —parafraseando a Marcuse— de “energía libidinosa”, en su relación con el mundo. Resumiendo, decía: “necesitamos resonancia, una relación receptiva con las otras personas, pero también con la naturaleza, con nuestro trabajo y, como diría Charles Taylor, con un cosmos que tenga sentido o, quizás, que sea afirmativo”.

Conectando estas ideas-sentires, y volviendo a la maravillosa idea de andar a la que vuelve Frédéric Gros, una vez encuarentenadas en nuestras casas, ¿qué podíamos hacer con toda esa energía deambulante, esas hazañas caminantes censuradas por la tramitación de permisos Covid? Y, claro, el 2020 hubo que perdese en confinamiento, en el hogar, en vez del espacio abierto de la ciudad y los paisajes, el “gran afuera”. Al quedarme en casa, te cuento Yolanda, sentí que podía estar en silencio un tiempo. Pues, si ya no se podía salir, hubo que andar en la casa puertas adentro, y allí estaba el silencio compañero; y conocí a Fernando Pessoa, ¡qué triste no haberlo conocido antes!: “Mi alma es una orquesta secreta; ignoro cuáles instrumentos pulso y cuáles rechinan dentro de mí. Yo solo me conozco como una sinfonía”. Eso lo escribió no sabemos si su ortónimo o sus heterónimos, aunque no importa mucho quién fue.

Te hablaría de mi trabajo, pero preferí escribirte de otra manera, como ésta: parece que atravesando muchas capas de esta cebolla, como si fueras mi amiga. Nuestra colega Elena Fernández-Savater también me dejaba estas interrogantes: ¿Qué queremos y buscamos como educadorxs? ¿Qué malestares o retos encontramos o encontraremos en los procesos educativos en nuestro papel como mediadoras? ¿Qué tipo de relación tenemos con el arte y cómo transforma nuestra manera de trabajar y actuar?

Yo pienso que tal vez a la única pregunta que me aproximé en esta carta fue la última, porque las artes transformaron mi manera de trabajar y vivir, fueron un colchón para sobrevivir estos meses de angustia e incertidumbre, me ayudaron a encontrar resonancias en casi todas las cosas y mis dedos abrieron sus poros para tocar más profundamente las superficies indoor, y cuando estoy afuera me caen lagrimitas si las nubes están gordas y avanzan rápido, o si veo un caracol en el césped que no se ha cortado.

Parece que me hipersensibilicé y parece que me ha hecho bien, porque mi corazón está tranquilo y mi cabeza es como la de una niña que no para de sorprenderse con colores, ritmos, velocidades, intensidades, como el cuerpo sin órganos de Deleuze. Siempre pienso que el virus nos cambió la escala y nos hizo chiquitxs, y que tuvimos que volver al micromundo para explorar las cosas que vemos siempre, pero con ojos microscópicos, de curiosidad hacia lo invisible.

Ya para ir cerrando, te dejo las mismas preguntas que me hizo Elena, por si las puedes responder mejor que yo, porque me dan ganas de contestar que hay que hacer todo de nuevo; no sé allá, pero acá sí: refundar la educación para que aprendamos, antes que todo, antes que nada, a construir un bioceno; generar parentesco como dice la Haraway; acabar con el capitalismo y las fábricas de la infelicidad, como dice Bifo, en el país más neoliberal de América Latina. También te dejo este poema de Elvira Hernández, gran poeta, chilena, quien me reveló la idea de escritura impresionista como registro ante la crisis. Ella capturó algo, y tan bien.

Un abrazo de aquí a España,

Katherine

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Elena

Madrid, 17 de enero de 2021

Carta de Elena Fernandez-Savater Diaz-Aguado
a
Katherine Ávalos

Querida Katherine, Es posible que esta situación sea extraña para los dos. He de confesarte que no sé a quién estoy escribiendo, pero quiero hablarte como si te conociera, ligera y abiertamente...

«¿No crees que a veces estos
breves encuentros imperfectos
encierran un cuento? (…)».

Emily Dickinson

 

Querida Katherine,

Es posible que esta situación sea extraña para los dos. He de confesarte que no sé a quién estoy escribiendo, pero quiero hablarte como si te conociera, ligera y abiertamente, como si el gesto de escribirte marcara un comienzo, abriera un espacio entre la distancia que nos separa. Te escribo recién levantada, aún dormida, pero algo desvelada.

No tenía muy claro cómo empezar esta carta, pero voy a seguir la estela de Jessica Figueroa y empezar con una mini presentación, para acercarnos un poco más. Me llamo Elena Fernández-Savater, nací en Madrid en 1988 y soy historiadora del arte. Aunque esta primera información no llega a definirme para nada; nunca lo ha hecho. Pero es lo primero que saben los demás sobre nosotros. Qué extraño, ¿verdad?

A lo largo de mi carrera profesional, he ido navegando diferentes aspectos y por diferentes mundos, y esta variedad ha implicado un trabajo continuo de observación y creación de formas de hacer en distintos ámbitos. En los últimos años, mi trabajo se ha enfocado en cuestiones relacionadas con las artes vivas, las ciencias sociales, la mediación cultural y el mundo editorial independiente. Digamos que son mi campo de actuación, placer e interés.  Actualmente, trabajo en el departamento de exposiciones de La Casa Encendida de Madrid como gestora cultural y encargada del programa público. Es un centro social y cultural donde conviven cuatro áreas de actuación: Cultura, Solidaridad, Medio Ambiente y Educación. ¿Has estado alguna vez en Madrid?

Madrid es una ciudad en una transformación constante, y como muchos otros lugares, encontramos que hay más interés en producir capital que en promover una ciudadanía crítica y participativa. Por eso, es tan importante la existencia de espacios como La Casa Encendida, un lugar desde donde repensar el barrio y la ciudad de una manera colectiva y libre, disfrutar, crear, analizar, pensar, intercambiar… un lugar donde reapropiarse de la vida. Porque lo verdaderamente agitador de la cultura es cómo afecta a nuestra forma de expresar, a nuestro lenguaje, a nuestra forma de expandir nuestros actos, a nuestra manera de evolucionar.

Una vez pasada esta primera parte de presentación, me gustaría hacer(nos) algunas preguntas, que de alguna manera siempre han estado presentes en mi andar. Y escribir desde esas dudas e incertidumbres, potenciándolas. Porque, de alguna manera, siempre hay interrogaciones y resistencias que nos transforman.

¿Qué queremos y buscamos como educadorxs? ¿Qué malestares o retos encontramos o encontraremos en los procesos educativos en nuestro papel como mediadoras? ¿Qué tipo de relación tenemos con el arte y cómo transforma nuestra manera de trabajar y actuar?

Supongo que todo proyecto de mediación surge de unas necesidades vitales que queremos priorizar, visibilizar, expandir, y sentimos que es fundamental darles un lugar, un tiempo, un hacer. Esto tiene mucho que ver con la mirada cuidadora de nuestro presente que inventa y construye nuevas sensibilidades. ¿Qué opinas?

De alguna manera, trabajar desde una institución (con sus contradicciones y sus vulnerabilidades) es plantearse de qué manera podemos considerar y repensar el espacio físico como un organismo vivo y activo, y entender al público como un agente fundamental en la réplica, cambio y distribución de las ideas que surjan. De hecho, son estos pequeños gestos los que crean la identidad del lugar. Por ello, me parece importante abordar cada proyecto fuera de lo estrictamente expositivo, creando lenguajes que funcionan a distintos niveles y velocidades, que cada pensamiento sea una evidencia directa del momento, trasladar la importancia al proceso creativo, al presente, al ahora.

La mediación artística es buscar nuevas formas de relacionarnos con el entorno que nos rodea, visibilizar y poner en valor otros formatos, cuerpos y objetos. El cambio, la pausa y la ausencia se convierten en herramientas de trabajo importantes para generar nuevas narraciones, que de una manera casi accidental proporcionen y activen diferentes significados, y muestren otras temporalidades transversales e intermitentes.

Desde que el COVID-19 llegó a nuestras vidas, vivimos días raros y críticos.  Somos cuerpos extrañados, desconcertados, más conscientes de la fragilidad y precariedad que nos rodea. ¿Cómo trabajar desde esta nueva condición? Las instituciones culturales deben convertirse verdaderamente en lugares de encuentro, de cuidado, de aprendizaje, de comunidad. Para ello, hay que dejar espacio al error y al cambio en los discursos que se trabajen. Pensar desde un quebrar, más que desde un construir o reforzar.  Ahora más que nunca, necesitamos una mediación atravesada por la experiencia que nos permita generar lugares reales para la metamorfosis, la alternativa, el anhelo y la crítica. Asumir la mediación como una postura política y hacer de la institución cultural un lugar alternativo para habitar y vivir juntos.

Quizá estas correspondencias sean un buen punto de partida para que surjan diversas opiniones y experiencias que den cuenta de la cantidad de posibilidades a la que nos enfrentamos cuando abordamos una práctica tan mutable como la mediación artística. Yo este año he aprendido más que nunca a trabajar y vivir desde lo incierto y lo impreciso, con intuiciones, que, si bien en muchas ocasiones no son acertadas, otras te llevan a lugares y momentos que sorprenden.

Te contaría más cosas, pero creo que estos pequeños esbozos son suficientes. Sobre todo, es lo que habita mi cuerpo hoy, aquí y ahora. Espero que recibas esta carta con alegría y que continuemos tejiendo experiencias en la distancia.

Para finalizar, me gustaría compartirte un pequeño poema de Alfonsina Storni, llamado Vida. Su poesía me acompañó durante el confinamiento, y aún no me abandona (ni espero que lo haga nunca).

Cuídate mucho. Te mando un abrazo desde Madrid,

Elena

 

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Jessica

Santiago, 08 de diciembre, 2020 

Carta de Jessica Figueroa
a Elena Fernandez-Savater Diaz-Aguado

Estimada Elena: Espero que al recibir esta carta te encuentres bien junto  a tus seres queridos. Hoy, en una noche cálida, me siento a  escribirte esta carta. No sé bien por dónde empezar, quizás  presentándome para ser un poco más cercana. 

Santiago, 08 de diciembre, 2020 

Estimada Elena: 

Espero que al recibir esta carta te encuentres bien junto  a tus seres queridos. Hoy, en una noche cálida, me siento a  escribirte esta carta. No sé bien por dónde empezar, quizás  presentándome para ser un poco más cercana. 

Mi nombre es Jessica Figueroa Neikoleo -soy descendiente del  pueblo mapuche por parte de mi madre-, tengo 38 años y soy madre  de tres niños. Vivo en Santiago de Chile desde que nací y toda mi vida ha transcurrido en esta linda ciudad. En lo  profesional, desde el año 2015 trabajo en el Museo de la  Solidaridad Salvador Allende (MSSA) como mediadora artística,  con distintas responsabilidades, pero siempre en contacto con  las comunidades. El recorrido para llegar al lugar donde hoy  desempeño mi labor profesional ha sido de muchas etapas. 

Desde 2008 soy profesora de Artes Plásticas en Educación  Primaria. Trabajé dos años en una escuela con niños y niñas  entre 7 y 8 años de edad (segundo año de primaria) y luego de  eso decidí volver a la universidad para realizar estudios de  Estética e Historia del Arte. En ese tránsito, pasar de una  labor más bien técnica y de fuertes lineamientos de la  educación formal, a una experiencia de reflexión filosófica,  claramente generó cambios importantes sobre las perspectivas  de los procesos de aprendizaje, las experiencias de vida y la  creación de mundos posibles. Allí descubrí que cultivar el  pensamiento y nutrir las ideas era la manera para potenciar  la creatividad y resolver las cuestiones de la vida, tanto en  lo cotidiano como en lo más trascendental. 

Durante esos dos años de estudios viajé por la literatura, la  plástica, la música, el cine, la fotografía, el teatro y la arquitectura; viajes que sentaron las bases para comenzar a  ver la vida con otros ojos. ¿Has experimentado un despertar  intelectual y afectivo en algún momento de tu formación  profesional o experiencia laboral? 

Ahora que observo mi pasado, me doy cuenta de que haber estudiado esa Licenciatura en Estética fue fundamental para fortalecer la idea de que las artes y la cultura son elementales en el desarrollo humano y que se debe promover desde la primera infancia para nutrir el pensamiento crítico y la libertad. 

Nuestro país, luego de diecisiete años de dictadura cívico  militar, quedó sumido en un sistema neoliberal que profundizó  la desigualdad económica y social, generando un sistema  educativo que ha priorizado el desarrollo del pensamiento  academicista, centrado en los saberes técnicos y prácticos,  por sobre el conocimiento sensible de la vida y las sociedades.  Con este antecedente, inicié mi camino hacia la formación en Derechos Humanos y el año 2014 fue muy importante en este sentido. 

Estando en un período de posnatal de mi tercera hija, me  organicé para estudiar Museología y Pensamiento crítico durante los sábados y un diplomado en Derechos Humanos en la semana. A partir de ahí, comencé a pensar en un proyecto de vida que me motivara a promover el derecho a una educación de calidad y el desarrollo de la cultura. Ese mismo año, tomé un cupo de pasante en el MSSA y descubrí la Mediación. 

Todo se dio al mismo tiempo, como una sincronía donde se  reunieron muchos aprendizajes y referentes, tales como Paulo  Freire con la educación popular; Katya Mandoki con la estética  de lo cotidiano; a Walter Benjamin, con su pensamiento  filosófico y la teoría crítica; a Milton Santos con su  planteamiento de Geografía crítica; a la investigadora y  profesora feminista Patricia Espinosa, entre tantos otros. 

Todos con reconocidos aportes que me han permitido comprender  la experiencia estética y la creación como valores intransables para la humanidad. ¿Cuáles son tus referentes, esos que dialogan en tu memoria cuando debes tomar decisiones  profesionales? 

En Chile aún se discute sobre la participación y el consumo  cultural (palabra que no me representa en lo absoluto). Nos  queda mucho por hacer. Primero, debemos promover la idea de  ejercer el derecho a la cultura, porque de esta manera  se garantiza el acceso universal, la participación efectiva de  las comunidades y acortar las brechas de desigualdad que aún  se registran al alza por estos días. ¿Cuáles son las  discusiones en términos de políticas públicas y culturales en  España? 

Para mí, llegar al MSSA fue un tremendo acierto, ha sido mi  lugar de trabajo y una escuela a la vez. Inicié como mediadora  en salas de exposición junto a compañeras muy generosas y con  ellas fuimos corriendo el cerco de la formalidad que pesaba fuertemente en el museo. La tarea era titánica: preparar un  programa de actividades con cada exposición, establecer  diálogos con las otras áreas, con los o las curadoras y  organizar una agenda para recibir a todos los grupos que lo  solicitaron, y todo lo realizamos en media jornada; no era  fácil. 

Si bien el MSSA se reconoce por su particular origen “la  solidaridad artística con Chile”, con el paso de los años se  había disipado en parte ese mandato; por lo tanto, teníamos  que dar a conocer con más fuerza su acervo y especial colección. 

La población chilena, hasta hace muy poco, no se caracterizaba por ser asidua a los museos; entonces el primer desafío era  promover este espacio como un lugar cercano, amigable y cómodo. Con ese enfoque, la tarea se definió en algo fundamental: mantener siempre un buen trato y de respeto entre quienes estábamos dentro del museo y de igual manera con quienes nos visitan, y esto es importante, porque nuestra realidad está fuertemente marcada por el clasismo y la desigualdad. 

Acá, por mucho tiempo se pensaba que los museos eran temas de  ricos o de entendidos, y eso era lo primero que debíamos  derribar, porque justamente el MSSA se había creado para el  pueblo de Chile y sus trabajadores, y ellos eran quienes se  estaban quedando fuera. Así, retomamos la idea original, pero  el esfuerzo como equipo no era suficiente y debíamos optimizar  los recursos. 2017 fue un año clave. Como área de Programas Públicos,  iniciamos una investigación acción en el Barrio República,  lugar donde habita el museo. El objetivo era conocer y acercar  a los vecinos y vecinas a un museo de arte moderno y contemporáneo, con una historia muy especial que debía ser  devuelta a su pueblo (te invito a revisar la web del museo).

Salimos a las calles a encuestar, con una metodología de  consulta para conocer las ideas e imaginarios que existían en  torno a este museo vecino. Con esa información, comenzamos una  serie de encuentros de escucha mutua, donde la práctica  artística era un medio para abrir la reflexión. A partir de la  Mediación artística, entendida por nosotras como la generación  de espacios de diálogo para la transformación, inclusión social y el desarrollo comunitario -idea muy bien planteada por Ascensión Moreno (2016)-, comenzamos a generar un tejido social que nos permitió crear confianza, afectos y compromiso mutuo con la comunidad barrial. El año 2018, luego de meses de trabajo creativo comunitario, donde pensamos la historia del barrio, su pasado, su presente y su futuro, inauguramos una exposición de co-creación y de curaduría participativa llamada “Haciendo  Barrio”.

Entre los años 2017 y 2019 fue de arduo trabajo, porque mientras se cultivaba la relación con los vecinos, seguíamos recibiendo a los grupos de distintas partes de la ciudad y del país, quienes llegaban a conocer y dialogar en torno a las obras y las exposiciones. Ante tanta entrega, nuestro equipo se fue transformando y fortaleciendo. Nuestras vidas estaban  involucradas con ese tejido que, entre lazos y tramas, seguía  creciendo. Ahí pude comprender las palabras de la investigadora  argentina Silvia Alderoqui: “ser mediadores es ser militantes”, y yo le agregaría “es ser activistas, es un estilo de vida”. 

En este proyecto la institución no quedó al margen; se vio  fuertemente movida en su quehacer; todas las áreas, de un  momento a otro, estaban involucradas. Esa transformación nos llenó de vitalidad, de alegrías, de  desafíos y de mucho compañerismo. Como equipo pequeño  (trabajamos 24 personas en total) hicimos de este proyecto algo grande e importante, porque sabíamos el aporte que significa para el patrimonio de nuestra comunidad. 

En octubre de 2019, la crisis política y social puso a prueba  ese tejido. Ante el fuerte movimiento, nos paralizamos  (emocionalmente) por un día. En lo personal, me sentí cargada  de muchas emociones. El museo, ante la declaración de Estado de Emergencia no abrió sus puertas, pero lanzamos una declaración con un mensaje de compromiso por los Derechos Humanos. Por otro lado, nos acercamos al barrio y a sus organizaciones de base para saber en qué podíamos ayudar. Al paso de las horas, nuestra agenda ya estaba nuevamente armada, el museo se transformaba en un espacio de encuentros para cabildos, asambleas y reflexión en torno a la crisis política y a la nueva Constitución. En esto, la confianza, los afectos y la cercanía del museo con el vecindario fueron fundamentales y, sin duda, esta experiencia hace eco de algo que Nina Simon señala en su libro “The Art of Relevance”, que para ser relevantes, quienes estamos dentro de la institución debemos cultivar un corazón abierto; que dialoguemos con quienes están fuera para otorgar la posibilidad de construir nuevas puertas y ser capaces de decir: los queremos aquí, pero no en nuestros términos, sino que en los de ustedes. Ahí se comprueba que un museo, además de proteger, conservar y compartir conocimientos a través de su colección, también es un espacio para la ciudadanía, para soñar nuevos proyectos y construir nuevas sociedades. 

Hoy vivimos días críticos, desde marzo que estamos con las  puertas cerradas y ha sido drástico, pero aquí estamos,  reinventándonos, más cerca que nunca de las comunidades de  vecinos y vecinas que participan desde 2018 en colectivos de  creación en arte textil, fotografía y huerta urbana. Por otro  lado, seguimos escuchando, dialogando y permitiendo que se  abran nuevas puertas con comunidades de educadores de artes,  con mediadores de otros museos, con comunidades de personas  sordas, con escuelas de niños y niñas y con mujeres de otros  barrios de la ciudad. Todas convocadas a dialogar a través de  la creación, del arte y la cultura. 

La pandemia nos ha regalado muchos aprendizajes y, aunque nos  arrebató un compañero de trabajo muy querido, seguimos  laborando para hacer correr la voz de que el desarrollo de la  cultura y la creación son un bien esencial para la vida humana. 

Te contaría tantas otras experiencias, pero creo que lo escrito aquí es lo que tengo presente en mi memoria y corazón hoy. Espero que esta conversación continúe, que el hilo de las  reflexiones nos permita tejer algo a la distancia. Y si algún  día vienes a Chile, no olvides contactarme, acá tendrás una  compañera para recorrer la ciudad y conversar sobre la vida. Te saluda y envía un fuerte abrazo,

Jessica

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Yasna

Valladolid, 24 de noviembre del 2020

Carta de Yasna Pradena
a Jessica
Figueroa

Querida Jessica: Es un placer escribir esta carta y compartir contigo un fragmento de las experiencias que he vivido en España y específicamente en Madrid y Valladolid, las dos ciudades en las que me he establecido hace ya cinco años y dos meses.

Querida Jessica:

Es un placer escribir esta carta y compartir contigo un fragmento de las experiencias que he vivido en España y específicamente en Madrid y Valladolid, las dos ciudades en las que me he establecido hace ya cinco años y dos meses. ¡El tiempo ha pasado muy rápido! Y lleno de experiencias y aprendizajes.

Cuando me vine a España, no pensé que estaría tanto tiempo por aquí, pero la serendipia ha hecho lo suyo y aquí sigo construyendo historias. Creo que la última vez que nos vimos fue para la celebración del 18 de septiembre del 2015 en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) que coincidió con mi despedida del museo y de Chile. Trabajamos en el equipo de públicos, que, junto con Ignacia, éramos las “nuevas” del grupo de mediadoras, “mediadoras educativas”, “mediadoras artísticas”, “educadoras de museo”, entre las distintas formas de denominar nuestro rol en ese contexto. Lo comento porque recuerdo que un tema recurrente en nuestras conversaciones era cómo nombrar nuestra labor, según lo que estábamos realizando.

En ese entorno artístico, tan híbrido e interdisciplinario como todo lo que queríamos desarrollar con los diversos públicos que acudían, ¿sigue siendo un tema recurrente definir el rol de mediadoras y darle un nombre? Porque era necesario diferenciarnos de ser “guías de museo”, con el respeto que merece el origen de nuestra labor. Pero aquí, como en otros centros, hacíamos mucho más que comentar una obra, nuestra labor trascendía al sólo hecho de “observar”, transformábamos las obras en medios activos, educativos, reflexivos y dialógicos con los que pretendíamos provocar ciertas transformaciones en las personas y grupos que nos visitaban.

Por cierto, de todo esto ha pasado bastante tiempo y actualmente a la distancia he estado al tanto por las redes sociales de las actividades que han realizado en el museo (MSSA) y me encanta todo lo que han desarrollado. Agregar a eso que he recibido una carta de Ignacia contándome un montón de detalles de las acciones que han estado realizando y me emociona conocer de primera fuente todo lo que han hecho ¡Admiro muchísimo vuestro trabajo! Imagino lo intenso que ha sido durante el período de actividades en los momentos de mayor movimiento en el “estallido social de octubre” en Santiago. Creo que ha sido impresionante la organización que han llevado con la comunidad y toda esa articulación que ha hecho del museo un espacio abierto y democrático para las distintas agrupaciones que quieren comprometerse con la transformación social desde la acción organizada y popular. Y luego, con todo esto de la pandemia, la adaptación a las nuevas condiciones debe haber sido realmente muy difícil. Sin embargo, ustedes abrieron las puertas para una olla común en conjunto con el Comedor Popular Margarita Ancacoy para seguir aportando a la organización popular ¡Qué bueno que un museo se posicione y actúe frente a las demandas sociales! De verdad me ha emocionado muchísimo vuestra labor ¡Felicitaciones! Ojalá que este espacio siga cumpliendo con los objetivos originales del proyecto-museo del “compañero presidente” y que sigan las puertas abiertas para todos y todas las que creemos que el mundo puede ser más justo y solidario.

Volviendo a mi historia en España, te cuento que me vine con una beca para estudiar el Máster de Arteterapia y Educación Artística para la Inclusión Social, estudios interuniversitarios en la Universidad de Valladolid, Universidad Autónoma y Complutense de Madrid. Las clases del máster comenzaban en “la Complutense” por lo cual viví en Madrid los primeros 7 meses. Este primer periodo fue muy significativo e intenso porque no llevaba dos semanas viviendo allí, recién me adaptaba al cambio, y comenzaron las clases con muchas horas presenciales y también mucho trabajo en casa, lecturas, trabajos individuales, trabajos grupales, todos los días 100% dedicada a ello. Sin embargo, me organizaba bien y podía, además de estudiar, dedicarme a explorar la ciudad y todo lo que se podía hacer en Madrid. Por ejemplo, ir al Centro Social Autogestionado La Tabacalera a los talleres de danza Contac_Imprivisación y participar todos los viernes en “jam session” que me hacían muy bien para desconectar un poco la cabeza, conectarme con el cuerpo y el movimiento. Te dejo el enlace de este centro para que le des una mirada, es muy interesante lo que hacen allí, aunque ahora con la pandemia, lamentablemente como otros centros culturales y sociales han permanecido cerrado.

Con esta experiencia de estudios, pienso en lo difícil que se nos hace trabajar y estudiar a la vez, y en lo afortunada que he sido al haber obtenido esta beca para seguir estudiando y profundizando mis prácticas profesionales.

¿Tienes tiempo para realizar estudios o actividades relacionadas con una expresión artística que sean exclusivamente para ti? 

Siguiendo con mis estudios, te cuento que en la Universidad Complutense de Madrid tuve como profesora a Marian López Fernández-Cao, una gran referente que desde este momento en adelante, por sus enseñanzas y propuestas metodológicas, marcó un hito en mi vida a nivel profesional y también a nivel personal. Marian removió íntegramente mis conocimientos y todo lo que yo creía saber, allí pude constatar que lo sabía. Sin embargo, los conocimientos que traía los empiezo a mirar desde otras perspectivas más inclusivas, con enfoque de género crítico y feminista. Algo que en Chile hacía de manera muy intuitiva en mis prácticas como profesora y mediadora, a partir de estos estudios, he podido consolidar y entender no sólo desde la práctica, sino también analizando la teoría para repensar la transdisciplinariedad de las artes en los diversos espacios socioculturales en los que se desarrolla con un fin social, educativo y político. Sin duda, todo esto marcado por la inclusión como hilo conductor y, principalmente, la visibilización de las mujeres excluidas por la historia “oficial”. Dicho de otro modo, desde una perspectiva de igualdad para las mujeres en relación con los privilegios históricos que han pertenecido a los hombres. 

Marian López, además de visibilizar a otras mujeres a través de sus biografías, nos invitaba a visibilizarnos y reconocernos a nosotras mismas. Mirar nuestras experiencias como mujeres desde una óptica investigadora, tomando como recurso la autoetnografía. Ella nos motivaba a reconstruir nuestra historia desde una perspectiva feminista, dejando de lado el androcentrismo para construir una nueva historia en la que aparezcamos y se nos sitúe en el lugar histórico como nos corresponde. Esta experiencia personal de reencuentro conmigo y mi condición de mujer migrante, lejos de la tierra de origen, de la familia, de las amigas y los amigos, me hizo reconocer mi valentía y la capacidad que tenía para poder transmitirla posteriormente a otras mujeres que han reconocido sus opresiones para poder cambiarlas y sentirse bien con ellas mismas. La canalización artística que hice de este proceso ha sido mi reencuentro con lo performativo. 

Mis palabras clave: empoderamiento, conciencia de género

Al mismo tiempo que Marian López imparte clases, investiga, y una de sus investigaciones que más me ha llamado la atención ha sido el proyecto Madrid, la ciudad de las Mujeres, que tiene como objetivo visibilizar a las mujeres que convergen en Madrid y que se mueven en distintos lugares de la ciudad en los que han construido sus historias y cómo han aportado desde las diversas actividades que desarrollan. Te comparto el enlace del proyecto para que puedas indagar con más profundidad en qué consiste este interesante trabajo:  https://www.ucm.es/divercity/noticias/presentacion-de-la-aplicacion-movil/itinerario-madrid,-ciudad-de-las-mujeres

Con esta visibilización de las acciones y el aporte que han hecho las mujeres en los territorios en los que han vivido, pero que han sido invisibilizadas a lo largo de la historia, me inspira escribir el clásico eslogan:

¡Si nosotras paramos, el mundo se para!
Y agregaría ¡Si nosotras no aparecemos, la mitad del mundo es invisible! 

Antes de continuar, te dejo algunas referencias que para mí han sido muy significativas en esta experiencia; son algunos libros de Marian que quiero compartir contigo. Me siento un poco “fan” de esta profe, pero sus enseñanzas han calado profundo en mi forma de ver la vida. Por cierto.

¿Tienes a una mujer como referente en tus prácticas profesionales o en tu vida cotidiana? ¿Qué características tiene ella para ser tu referente? ¿Con qué palabras clave la relacionas? ¿Con qué libros u obras la vinculas?

Voy con los libros:

Libros de Marián López Fernández-Cao
Mulier me fecit. Hacia un análisis feminista del arte y su educación.
Para qué el arte: Reflexiones en torno al arte y su educación en tiempos de crisis.
El hilo de Ariadne: Intervención con migrantes a través del arte.
Éxodos: artistas migrantes e inclusión social: Actividades para educadores.

Mis palabras clave: Mujer, igualdad, feminismo, migración, inclusión, educación, artes, transdisciplinariedad, vinculación con el medio social

Continuando con los estudios que he venido a realizar, te cuento que las clases continuaron en la Universidad de Valladolid. Aquí, luego de cursar y aprobar todos los módulos, elegí realizar las prácticas en el Área de Investigación y Educación del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo de Valladolid. La experiencia en este Museo se me hacía bastante familiar por los trabajos en centros culturales y museos que había desarrollado en Chile, en los que normalmente se ofrece una serie de actividades dirigidas a los distintos públicos y niveles educativos. Sin embargo, en el Patio Herreriano tuve la posibilidad de participar en propuestas educativas que promueven la inclusión no sólo dedicando y adaptando una visita guiada a un grupo específico, sino que desarrollaban actividades “con” los grupos. Uno de los colectivos con los que trabajé fue el del programa “Arterias con locura”, un proyecto de inclusión entre el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, específicamente el Centro de Intervención Comunitaria (CIC), que atiende a un grupo de usuarios y usuarias con malestar psíquico en conjunto con el área de Investigación y Educación del Museo. El objetivo de este programa era mostrar las capacidades creativas artísticas de las y los usuarios, visibilizar la realidad de los problemas del malestar psíquico y terminar con los prejuicios hacia estas personas.

¿Conoces algunos programas de mediación creados para y por personas con malestar psíquico o en riesgo de exclusión en Chile y que utilicen las artes como medio de inclusión? ¿Cómo se organizan? ¿Dónde están?

En ese programa trabajé durante 10 sesiones como acompañante de las y los usuarios del CIC. En este período colaboré en el proceso creativo del nuevo número del fanzine “Arterias con locura” que realizó una edición especial de forma manual y que se acerca a un formato estético más parecido a los fanzines originales tomando como recursos la fotocopia, escritura de textos hechos a mano, técnicas de collage, pintura, entre otros. Te dejo estas fotos que hice de algunos fragmentos del fanzine. Si las acercas, hay una frase que dice: “El mundo está loco, pero el diagnóstico me tocó a mí” ¿Qué te parece? A mí me parece una frase digna para la reflexión. 

Paralelamente en el Área de Investigación y Educación del Museo, se desarrollaba Arte en Acción, un proyecto pedagógico en torno a la interdisciplinariedad de las prácticas performáticascreado en conjunto con la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León. Aquí te dejo el enlace para que puedas conocer el proyecto: https://museoph.org/publicacion/arte-en-accion

En este programa participé en la creación de una performance que realizamos en conjunto con un grupo de compañeras, llamada “Círculo de seguridad” que hablaba sobre la ciudad y la relación de nuestros cuerpos con los diversos espacios urbanos, nuestros miedos, los vínculos con las personas, el entorno social y natural. Te comparto un par de fotos que nos hizo una amiga el día de la presentación. Esto se realizó en el contexto del Día y Noche de los Museos.

Luego de esta experiencia performativa, he participado en otras creaciones (performance) relacionadas con temáticas de género y reivindicación de los derechos de las mujeres.

¿Has participado en alguna actividad o manifestación por los derechos de las mujeres usando un medio artístico?

Continuando con mis prácticas, además de colaborar en los programas educativos y de inclusión que ya existían en el museo, tuve la posibilidad de proponer dos proyectos para trabajar con dos grupos de mujeres. Por una parte, con un grupo de mujeres refugiadas de la ONG ACCEM de Valladolid, una organización dedicada a mejorar las condiciones de vida de las personas y colectivos de refugiados y refugiadas, migrantes y personas en situación o riesgo de exclusión social. Y por otra, con mujeres víctimas de violencia de género de la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos, ADAVASYMT. El proyecto con esta agrupación continúa luego de haber finalizado mis prácticas, porque más adelante desarrollamos, en conjunto con las psicólogas del centro, una propuesta de intervención arteterapéutica que posteriormente se convertirá en mi Trabajo de Fin de Máster, TFM.

Con la agrupación de mujeres refugiadas de la ONG ACCEM vinculamos las exposiciones del Museo, específicamente las obras en las que aparecían cuerpos de mujeres, con dinámicas grupales para activar la expresión corporal creativa, articulando el cuerpo, el espacio, las emociones y las relaciones interpersonales a través de las artes visuales. Mi rol en esta propuesta fue el diseño, planificación y ejecución de las actividades del grupo, considerando en primera instancia las necesidades e inquietudes de las mujeres que participaban. Primero, nos reunimos para indagar sobre esos requerimientos, para luego trabajar sobre ello de manera activa.

En la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos, ADAVASYMT, realizamos una intervención arteterapéutica de 12 sesiones en las que el dispositivo creativo era la performance como medio artístico, sociopolítico, reivindicativo y terapéutico, dirigido a un grupo de mujeres usuarias de la Asociación. El resultado de este proceso fue el desarrollo de mi Trabajo de Fin de Máster (TFM), lo que en Chile sería una tesis de máster, titulada La performance como instrumento de inclusión y transformación de mujeres supervivientes de violencia de género, que luego se convertiría en un artículo que hemos escrito con Sofía Marín Cepeda, y que ha sido aceptado como artículo en una revista científica para ser publicado el 2021. Abajo te dejo una foto del grupo el día de la performance y el enlace de la revista en la que publicarán nuestro artículo.

Mis palabras clave: Performance feminista, reivindicación, sororidad, manifestación

Esta experiencia marcó todo lo que he seguido desarrollando en mis estudios, en mis creaciones artísticas y en mi vida personal. Fue un proceso realmente significativo porque además de todo lo que aprendí metodológicamente, el contacto con mujeres supervivientes de violencias contra ellas por el sólo hecho de ser mujer y la valentía que tuvieron para denunciar y asumir un proceso judicial y terapéutico para sanar, me hizo ver la necesidad de seguir interviniendo e investigando en la prevención de la violencia de género. Esto ha dado origen a los estudios que estoy realizando actualmente en la Universidad de Valladolid, en el doctorado de Investigación Transdisciplinar de Educación, con la tesis El Teatro Aplicado para la prevención de la violencia de género y la promoción de la igualdad en el ámbito educativo, con la directora Rocío Anguita Martínez, una profesora feminista, muy activa políticamente, que ha apoyado mi investigación hasta el punto de que hemos conseguido un contrato predoctoral hasta terminar mi tesis. Mi investigación es un estudio de caso que hemos realizado en un Instituto público de Educación Secundaria (IES) en Valladolid, en el contexto de estudios de Formación Profesional (en Chile, lo similar a estos estudios es el Liceo Técnico-Profesional) en la especialización de Promoción de la Igualdad de Género, en la que han realizado una performance teatral que pretende concienciar a los y las estudiantes en la prevención de la violencia de género y la promoción de la igualdad.

¿Existe algún curriculum educativo en Chile que presente algo parecido a este módulo de promoción de igualdad de género?

Y para ir finalizando, creo que el mayor aprendizaje que he tenido en estos cinco años en España, en el contexto de estudios y mi participación en algunas instituciones educativas y socioculturales, es que la mayoría de los proyectos se han llevado a cabo en colaboración entre las organizaciones y las personas que participan, que, en muchos casos, se siguen reuniendo de manera independiente para continuar con lo que comenzaron en los proyectos. Crean redes de trabajo y de apoyo mutuo. Es posible que yo vea esto porque la ciudad en la que estoy es más pequeña que Madrid y Santiago, entonces es más fácil visualizar estas acciones. En relación con esto: 

¿Conoces alguna otra agrupación, a parte de las que has trabajado en el MSSA, que a partir de una experiencia en un museo u otra institución cultural hayan continuado su trabajo de forma independiente? ¿Cómo se han organizado?

Y refiriéndome a las instituciones, he visto claramente que, entre las universidades, los colegios, institutos, centros cívicos, museos, hospitales, ONG, dan mucha importancia a la colaboración entre ellas, la retroalimentación de conocimientos, la articulación de estrategias de apoyo entre las diversas formas de trabajar, interactuando desde un lenguaje artístico hacia una sociedad que necesita una transformación participativa, colaborativa y comprometida con los cambios sociales.

Finalmente, querida Jessica, espero que todo esto que te he contado sea una retroalimentación para ti como profesional y como mujer creadora. Para mí ha sido muy bonito escribir esta carta porque además de recordar todo lo que he hecho y aprehendido aquí, comparto de una u otra manera mis experiencias y me hace ilusión pensar que estas se puedan adaptar, rehacer y propagar en los diversos contextos socioculturales en Chile. 

Te envío un abrazo y mucha energía en estos tiempos de tantos cambios y adaptaciones a las nuevas formas de relacionarnos. Que las pandemias no detengan nuestros movimientos y ganas de seguir aportando a una sociedad más justa, solidaria y equitativa.

Con cariño para ti.

Yasna Pradena García

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Ignacia

Santiago, Jueves 12 de noviembre de 2020

Carta de Ignacia Biskupovic 
a Yasna Pradena

 

Querida Yasna: Esta es una carta que quería escribirte hace tiempo. He estado siguiendo tu trabajo y devenires con la mediación artística en el otro lado del mundo, desde que partiste a España a estudiar.

Querida Yasna:

Esta es una carta que quería escribirte hace tiempo. He estado siguiendo tu trabajo y devenires con la mediación artística en el otro lado del mundo, desde que partiste a España a estudiar. La pensé varias veces, sin poder escribirte antes, porque siempre falta tiempo para detenerse a reflexionar y sobran plazos por cumplir (¿habrá que revisar eso también?). Cuando Aiskoa me invitó a participar en esta correspondencia, y me preguntó por alguna mediadora que trabajara en España, pensé en ti sin darle vueltas.

Entramos a trabajar juntas en 2015 al Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA), meses antes de que ganaras la beca de estudios. Recuerdo cómo tuvimos que aprendernos de memoria algunos textos oficiales para hacer recorridos conversados según el guión preestablecido, sin salirse mucho de la planificación, de los objetivos generales y específicos, o de las horas pedagógicas. Me acuerdo de las conversaciones después de cada visita, de las buenas y de las no tanto. Qué había salido bien, qué cosas fueron incómodas, o qué había que cambiar, pero, sobre todo, nos preguntábamos qué tan conectada estaba nuestra labor con el quehacer de profesoras y profesores, o de la realidad e intereses de los y las estudiantes, lejos del aura de la obras de arte resguardadas en cuidadas exposiciones. Aun así, recuerdo recorridos que hicimos juntas en los que se dieron profundas conversaciones donde también, gracias a tu experiencia en el teatro, exploramos otras estrategias pedagógicas y artísticas a partir del cuerpo, la performance y los juegos. Algunas conversaciones terminaron con unas cervezas heladas por ahí después del trabajo, para seguir hablando de lo que estábamos haciendo como mediadoras. De preguntarnos acerca de las rígidas estructuras de la educación formal que tanto nos hacían ruido y, sin embargo, se hace tan difícil dejar de replicarlas en el contexto museo.

Creo que perseverar en ese inconformismo, junto al trabajo que hemos desarrollado como equipo en el MSSA, nos ha permitido explorar varias formas de entender la mediación artística. Desde 2018 trabajo como encargada en un nuevo programa en el área Programas Públicos, que se implementó a raíz de Haciendo Barrio, una exposición co-creada con vecinos y vecinas del barrio República (donde se ubica el museo) ese año en el MSSA. Empezamos a prepararla un año antes, a través de una serie de encuentros y talleres artísticos abiertos a la comunidad durante meses. Nos reuníamos después del cierre a público para habitar e imaginar nuevos vínculos con el barrio y el museo. También salimos varias veces a la calle todas juntas como equipo, desde mediadoras -nosotras- hasta la coordinadora, provistas de un carrito, mesas, sillas, guirnaldas y talleres incluidos (de pronto, una se transforma en un ekeko de tanto acarrear cosas. ¿Les pasa lo mismo allá a ustedes?), con el propósito de conocer a pie nuestro barrio y las personas que le dan vida.

Antes de finalizar la muestra, se nos acercó un grupo de vecinas y vecinos para manifestarnos su interés en continuar con los encuentros y talleres en el museo. Por una parte, quedé sorprendida al dimensionar lo importante que había sido para varias personas -incluyéndome- la práctica habitual de juntarse en el museo a compartir a través de la creación colectiva; pero, por otra parte, me pareció que era algo esperable y, sobre todo, un buen augurio. Y una tremenda responsabilidad.

Las artistas ya habían cerrado sus talleres y finalizado sus respectivos contratos. El dinero del fondo público que permitió financiar el proyecto había sido debidamente rendido y no teníamos presupuestado estos talleres en la programación de ese año que empezaba. Hicimos asambleas con las personas interesadas para decidir qué grupos mantener y qué esfuerzos comunes hacer para proyectarlos en el tiempo. Así, continuamos con textil y fotografía, e implementamos una pequeña Huertoescuela en el antejardín del museo. A falta de dinero, había mucho entusiasmo por profundizar en los nuevos conocimientos compartidos. ¿Y si ahora eran las y los participantes quienes facilitaban nuevos talleres abiertos a la comunidad? Puse a disposición mi experiencia como mediadora para apoyarles en la implementación de estas actividades que se levantaron de cada grupo, y así fue como surgieron los primeros talleres gratuitos gestionados con vecinos y vecinas en el verano de 2019.

Fueron buenos talleres. Recuerdo con cariño cómo la mansarda del museo una tarde se inundó del ruido de casi una docena de máquinas de coser durante el taller de introducción a la costura, facilitado por Saña Textil, que en ese momento participaba del grupo. Hasta se nos cayó la electricidad un par de veces. Carla, vecina y textilera, realizó un taller de ilustración textil, que planificamos juntas desde el inicio, donde las participantes trabajaron en retratos que obtuvimos calcando nuestros rostros en micas transparentes. Con el grupo de foto nos quedamos una noche para experimentar con tomas de larga exposición y, otras tantas, nos visitaron artistas o curadoras. Paralelamente, en el exterior del museo construimos camas de cultivo para hortalizas y plantas medicinales, que esperamos hacer crecer en el antejardín del museo.

A pesar de lo bien que lo pasamos en esos encuentros, y de lo mucho que aprendimos junto a vecinos y vecinas acerca de otras formas habitar un museo, esta experimentación no fue fácil. Más allá de las jornadas de trabajo que empezaron a extenderse en horas extras, creo que no siempre se entendía dentro de la institución este nuevo vínculo con la comunidad. O al menos no lo entendíamos de la misma manera. Por ejemplo, en un principio hubo quienes consideraban necesario hacer una distinción en los talleres facilitados por la misma comunidad y los talleres hechos por artistas profesionales, de manera que los primeros no llevarían el nombre de “taller”, sino que otra cosa, como “encuentro”, para hacer notar esa diferencia. Felizmente, luego de discutirlo, esa idea no prosperó y los talleres llevaron el nombre que merecían. Diseñamos afiches para invitar a nuevas personas a participar e indicamos en la convocatoria que eran talleres gratuitos facilitados por vecinos y vecinas, abiertos a la comunidad barrial y a todas las personas que desearan participar. Tuvimos buena convocatoria, lo que nos permitió conocer otras personas que sumaron nuevas miradas al trabajo de huerta, foto y textil. Esa apertura, además de reconocer el mismo valor, tanto en el trabajo de artistas profesionales como el de la comunidad, permitió afianzar los lazos de afecto que habíamos empezado a hilvanar tiempo atrás. Hoy, a mediados de este inusual 2020, se cumplen casi dos años desde los primeros talleres que empezamos a ensayar juntas y que se mantienen hasta hoy.

Al asumir como encargada de Vinculación con el Territorio, me sumé activamente al quehacer del grupo de Textil, que siguió trabajando a pasos agigantados. Pasaron a entenderse a sí mismas como un colectivo al alero del museo, al que llamaron Textileras MSSA. Actualmente es un grupo heterogéneo de mujeres, de distintas edades, que se organiza en torno a la recuperación del tejido social mediante los oficios textiles que comparten cada vez que salen a la calle a marchar con sus lienzos, o a hacer talleres abiertos a la comunidad con el apoyo del museo. Este crecimiento vertiginoso ha significado también buscar diversas formas de sostener este trabajo en el tiempo, sin descuidar el trato respetuoso con la comunidad, sus ritmos y sus intereses. En el caso de las Textileras, por ejemplo, a mediados de año ganamos un fondo público que nos permitió invitar a artistas a hacer nuevos talleres, así como remunerar los talleres realizados por ellas mismas. También pudimos adquirir nuevos materiales, incluyendo (el sueño de) la máquina de coser común.

La revuelta social de octubre 2019 nos encontró en esa búsqueda de nuevas actividades co-creadas en los ahora consolidados programas de Textileras MSSA, Brigada Fotográfica Barrio República y Huertxescuela.

Lo que pasó después en Chile se supo en todas partes. Empezó como evasiones masivas en el metro de Santiago, lideradas por estudiantes secundarios en solidaridad con sus familias afectadas por un alza en el precio del pasaje del transporte público, y ha devenido en multitudinarias protestas en distintas ciudades del país, donde nos manifestamos por una sociedad más digna basada en el reconocimiento de derechos fundamentales que no pueden ser vendidos. Las grandes concentraciones derivaron en huelgas generales que fueron violentamente reprimidas por la policía y hubo disturbios en distintas partes de las ciudades. Santiago se paralizó por unos días y, obviamente, los museos cerraron indefinidamente.

Pasaron unos días antes de poder reunirnos como equipo del MSSA para resolver qué hacer. Existía el deseo de abrir el museo como un espacio de ayuda a la comunidad, pero no sabíamos muy bien cómo. En eso, contactamos a la nueva Junta de Vecinos que había asumido hace poco más de un mes. Conseguí su teléfono gracias a una de las Textileras y los llamamos. A poco más de una semana del estallido social se realizó en el museo el primer Cabildo del barrio República, un encuentro convocado por la misma comunidad para debatir abiertamente sobre la situación país y sus implicancias en el territorio. Desde ahí surgieron decenas de actividades y otros cabildos organizados por la comunidad con el apoyo del museo. No solamente facilitamos los espacios del MSSA, sino que también participamos de varias de las actividades y propusimos otras cuantas. La organización barrial se multiplicó y surgieron nuevos colectivos con los que tejer nuevos lazos de colaboración, como la Asamblea Autoconvocada del Barrio República, con sus más de doce comisiones, como Autoformación, Niñez o Pueblos Originarios.

Por su parte, las Textileras llevaron sus talleres a la plaza del barrio e hicieron un llamado a la comunidad a expresar, a través de los hilos y las agujas, sus ideas y sentimientos durante los días de revuelta social. Dedicamos varias tardes de sábado a la creación de un gran lienzo textil con los bordados que cada persona realizó. Con Huertxescuela seguimos la iniciativa de las Textileras de salir a la plaza, y realizamos un taller de medicina natural para el autocuidado, en el que preparamos ungüentos y otros productos a base de hierbas que repartimos entre las personas que participaron, mientras que la Brigada Fotográfica salió a registrar los rayados de protesta que aparecieron en los muros y en las calles en el barrio.

En suma, desde el 24 de octubre de 2019, día que se realizó el primer cabildo del barrio República, al 31 de enero de 2020, cuando celebramos un Malón comunitario y constituyente, realizamos alrededor de 30 encuentros y talleres coorganizados con la comunidad vecinal. En estas iniciativas participaron cerca de 2.000 personas, de un total anual de 10.400 visitas presenciales ese año. El compromiso entre las personas que estábamos ahí era cada vez mayor. Las organizaciones barriales nos hacían llegar completas propuestas de actividades para realizar en el museo. Eran tantas, que teníamos que decidirnos por algunas y, aún así, teníamos varias actividades por semana que ocuparon nuestra agenda durante tres meses, mientras muchos museos continuaban cerrados.

Estoy convencida de que toda esa intrincada red de creación y afectos que iniciamos nos ha mantenido juntas durante el confinamiento que vivimos gran parte de este 2020. Con los tres programas diseñamos actividades a distancia, gracias a la exploración de todas las tecnologías a nuestro alcance y la necesidad de acompañarnos en momentos de crisis e incertidumbre. Las vecinas y los vecinos me enseñan permanentemente a trabajar de manera colectiva, mientras intento poner a disposición todos mis conocimientos tecnológicos piratas para no dejar de encontrarnos desde el hacer. Con las Textileras hemos terminado recientemente la Nueva Constitución. Se trata de un libro textil realizado a través de talleres virtuales abiertos a la comunidad, donde cada participante hizo llegar su página para conformar el libro con los derechos fundamentales que debería garantizar esta nueva carta. Porque, con encierro y todo (o quizás, por lo mismo), no quisimos abandonar la reflexión sobre el proceso constituyente que había iniciado la revuelta social de octubre.

En medio de nuestros experimentos con distintas plataformas digitales, que fueron los meses más duros de contagios y muertes debido al Covid-19, se nos acercó un grupo de vecinas para hacer una importante solicitud. Querían trasladar el Comedor Popular Margarita Ancacoy al museo (una olla común autogestionada que surgió para paliar el hambre en plena crisis sanitaria), ya que no tenían un lugar fijo donde funcionar. Si bien había muchas ganas de apoyar la iniciativa, también había mucho temor, sobre todo por las medidas sanitarias. Tuvimos varias conversaciones como equipo, y nos dimos cuenta de que había un grupo de trabajadoras dispuestas a apoyar la iniciativa. Empezamos a ir al museo los jueves y domingos para sumarnos a las labores de las voluntarias: lavar, pelar papas, cocinar, limpiar, subir y bajar escaleras. Una vez más, me vi aprendiendo de la organización rigurosa de las vecinas, pero también de su profunda convicción y solidaridad con el barrio. El comedor funcionó dos meses y medio en el museo, para luego partir otros dos meses más a un centro cultural vecino. En estos momentos se encuentran en un sindicato del barrio, y así se han ido tejiendo nuevas redes de colaboración.

Llegado este punto tengo que hacerte una aclaración: esta es una carta tramposa. Te he contado más de los aciertos que de las dificultades. Esta apertura también ha sido incómoda, porque ha significado hacer las cosas de una forma mucho más pausada y consultiva. Coordinar con distintos colectivos y organizaciones autónomas requiere de horarios distintos, así como conversaciones más largas para decidir qué iniciativas se apoyarán desde el museo, al igual que en qué consiste ese apoyo. Resolver juntas cómo ese trabajo convive con las exposiciones y el resto del quehacer del MSSA, o cuántos recursos y jornadas laborales hay que destinarle. Aunque no ha sido fácil, la importancia del vínculo con la comunidad empieza a ser reconocida por el barrio, pero también por colegas de museos e instituciones culturales, lo que también ha significado un reconocimiento dentro del mismo MSSA.

Quedan desafíos siempre. Cada cierto tiempo me preguntan si es que no estamos haciendo el trabajo que corresponde a otra disciplina u otra institución. Si acaso esto no debería hacerlo la municipalidad o el gobierno local. Si es contraproducente involucrarse tanto con una comunidad, o si estamos evangelizando en nombre del museo. Así que cada cierto tiempo tenemos que insistir en que el trabajo de vinculación con el territorio no arriesga el quehacer curatorial y artístico del museo, sino que lo complementa y enriquece. Que la mediación artística con obras y exposiciones continúa siempre, pero también se retroalimenta de las metodologías participativas que desarrollamos con la comunidad. Y así podemos ver a vecinos y vecinas sumarse a charlas, conversatorios y talleres organizados por otros equipos o áreas de un museo, porque también las sienten un poquito suyas.

Lo bueno de todo esto, es que no estamos inventando nada nuevo. Cuando el cansancio pasa la cuenta volvemos a los escritos de Mário Pedrosa (1960) -uno de los fundadores del MSSA en 1971- y su idea de museo como casa de experimentos, en la que las obras son esas acciones experimentales de participación, juego y creación compartida. Nos encontramos con nuevas constelaciones de artistas y colegas de distintos contextos y latitudes que ya han trabajado en esto tantas veces, de tantas formas. Como el colectivo artístico austríaco WochenKlausur (1994) que invita a distintos miembros de la comunidad a discutir a bordo de un bote en un lago Zurich sobre complejos problemas que los dividen, como la precariedad de las trabajadoras sexuales asociada al consumo problemático de drogas. O el Museo Mapuche de Cañete en el sur de Chile, que sirve de abrigo a activistas mapuche que son perseguidos por la policía que, incluso, intentó incendiar el museo como represalia. Frederico Morais y los Domingos da criação (1971) en Brasil, entre Tropicalia, los Parangolé de Helio Oiticia y las performances abiertas a la comunidad que se hicieron en el Museo de Arte Moderno de Río, durante la dictadura militar.

Aquí sumamos entonces otro documento -una carta- a este mapa de trabajadoras demasiado optimistas, o bien, pesimistas al servicio de la vida, parafraseando al escritor bosnio Ivo Andric.

Un abrazo grande, tu amiga
Ignacia

Santiago, 27 de octubre de 2020

Carta de Aiskoa Perez 
a Ignacia Biskupovic

Hola Ignacia ¡Qué emocionada estoy de dar inicio a estas correspondencias! De igual forma, siento que nuestro diálogo no comienza con este intercambio ...

¡Hola, Ignacia!

¡Qué emocionada estoy de dar inicio a estas correspondencias! De igual forma, siento que nuestro diálogo no comienza con este intercambio, se inició hace tiempo gracias a nuestras prácticas y a los distintos caminos que hemos ido abriendo con ellas. ¿Cómo podemos ahora ordenar estas ideas y ponerlas en común? En estos momentos en los que todo ocurre a una velocidad fulminante, y está dominado por la oralidad y exterioridad, ¿es posible generar espacios íntimos donde conversar? Para mí, la comodidad del silencio es uno de los principales indicadores de la intimidad. Cuando desaparece la necesidad de decir, el resto de los sentidos se agudizan y puedes concentrarte en conocer realmente a la otra persona. Este silencio se refleja muy bien en la escritura, esta disciplina, te permite dialogar contigo mismo y, cuando el ejercicio es compartido, se convierte además en un ritual que te invita a disfrutar de la imaginación de la lectura y los nervios de la espera. ¿Por qué no experimentar estos ejercicios epistolares entre diferentes agentes culturales de Chile y España?, ¿no sería una interesante manera de conocernos y tratar de iniciar un debate en torno a nuestra práctica y los nuevos desafíos a los que se enfrentan? ¿Y si además cada uno/a decide con quién quiere cartearse? De esta forma la cadena se irá construyendo entre todos y todas y en base a las inquietudes de cada uno/a. ¡Solo de imaginarlo ya me estoy entusiasmando!

Cuando pensaba con quién me gustaría escribirme, me vinieron muchos nombres a la cabeza. ¡Hay tantas personas liderando proyectos interesantes a lo largo de Chile con las cuales me encantaría compartir! Entonces, recordé la visita que hice al MSSA hace algunos años, cuando recién en el CCESantiago estábamos trabajando para crear el área de Mediación y queríamos saber cómo se habían construido estos departamentos en otros espacios. Es ahí cuando lo vi claro: ¡esta carta no podía comenzar por otra persona! Has acompañado el proyecto desde hace muchos años, siendo testigo de sus aciertos y errores. El museo, gracias a vuestros esfuerzos, ha generado un vínculo con la comunidad, transformando incluso la propia institución. ¿De qué manera podemos extrapolar este espíritu al resto de instituciones?

Hace unos días repasaba nuestra web, ccesantiago.cl, y recordaba la pelea que tuvimos para colocar la mediación como un área de conocimiento. Lamentablemente, ¡perdimos la batalla!, y nos colocaron bajo la etiqueta “servicios”. Este gesto se replica en muchas otras instituciones, donde el área de mediación es considerada una prestación a través de la cual atraer visitas, estrechamente vinculada al programa expositivo. Cuando analizamos a colectivos independientes como la Red de Mediación Artística en Chile o Pedagogías Invisibles en España, comprobamos que se puede desarrollar la disciplina como un área de conocimiento en sí mismo, que investiga, experimenta, genera sus propios contenidos y tiene la libertad de imaginar y crear. ¿Por qué esto resulta tan complicado dentro de las instituciones culturales?

Desde el área de Mediación del CCESantiago hemos tenido que hacer malabares entre el sistema de visitas y el desarrollo de una programación propia. Afortunadamente, la dirección del centro ha puesto el foco en la calidad del recorrido, antes que en la cantidad, y por ello podemos hacer visitas personalizadas que permiten explorar el espacio libremente, y donde el enfoque está centrado en la capacidad del objeto de ser reapropiable. Aun así, y sin querer menospreciar estos espacios —que siempre nos enriquecen y están llenos de momentos mágicos— no dejan de ser una acción puntual y sin retorno al campo artístico. ¿De qué manera podemos hacer visible todo lo que se genera en estas visitas? ¿Qué pasaría si la experiencia con la obra fuese una acción prolongada en el tiempo? Con la intención de ofrecer espacios más completos y transversales, comenzamos a crear actividades que partieran de los intereses y aficiones de las personas, para desde ahí poder desplazarnos a otros ámbitos del campo cultural. Gracias a este cambio de enfoque hemos logrado conocer mejor a las personas que acuden a nuestras actividades y, además, estas han tenido la oportunidad de sentirse parte de un grupo. A medida que este modo de hacer adquiría mayor envergadura, nos dimos cuenta de que la viabilidad de este enfoque precisaba de un cambio sistémico dentro de la institución. El centro se convierte en un espacio que se habita, y esto requiere que todas las personas que lo comparten estén dispuestas a trabajar en conjunto.

Gracias a estos ejercicios hemos logrado hacer presente al público y representarlo a la hora de definir los lineamientos institucionales, logrando ampliar las narrativas de estos espacios y demostrando que estas áreas son cruciales en las instituciones.

A lo largo de mi práctica me he cuestionado muchas veces el rol que deben tener las instituciones culturales y concretamente las áreas de mediación. No puedo dejar de preguntarme cómo podemos ser un aporte para las personas; ¿qué buscan cuando se acercan a un espacio cultural o actividad?

Tengo la suerte de trabajar en un lugar, CCESantiago, donde se entiende la cultura como la matriz por donde pasan el resto de procesos. Un espacio en el que se experimenta libremente y se juega con nuestro imaginario colectivo. Bajo esta lógica, los procesos son mucho más importantes que los resultados, el trabajo colaborativo más apreciado que la creación individual, los contenidos tratados y la multiplicidad de narrativas están por encima de la espectacularidad y el impacto en las personas prima sobre las cifras de visitantes.

Con la llegada de la pandemia, mis dudas se han acrecentado todavía más. Si bien desde el mundo cultural rápidamente nos entusiasmamos en trasladar nuestra programación a la virtualidad, ¿cómo trasladamos también nuestras lógicas de trabajo a esta nueva realidad?, ¿cómo habitamos el espacio virtual?
A pesar de haber liderado un proyecto que se desarrollaba de manera online, Pichintún de yerbas desde casa, que, por los datos de participación y visitas web, podríamos valorar como exitoso, la pérdida de contacto con las personas, la individualidad y la frialdad del medio me hacen dudar si ha sido un aporte para todos y todas las personas que nos acompañaban habitualmente. ¿Cómo te planteas las actividades comunitarias desde el mundo virtual?, ¿qué acogida tienen en la comunidad?

¿Cómo crees que ha afectado la pandemia y las medidas sanitarias a la visión que tienen las personas sobre la cultura? Pese a que teníamos todos los contenidos y entretenimientos al alcance de un clic, nuestra forma de relacionarnos con el mundo se ha venido abajo, derrumbando nuestros sistemas de ritos, actitudes y creencias y manifestando que no tenemos herramientas emocionales para enfrentarnos a este desafío. ¿No es esto un indicador de que algo no se estaba haciendo bien?, ¿qué posición debemos tomar ante esta nueva situación? Me viene a la memoria, por ejemplo, cuando presentaste el programa de comunidad del museo donde decidiste justificar el sentido que tenían actividades en torno al huerto, el textil y la comunidad, en el ámbito museístico y dentro del sistema del arte contemporáneo.

¡Qué curiosa ironía de la vida! Ahora esas prácticas, menospreciadas por su falta de productividad o competitividad en el mercado, han servido ya no solo para entretenernos, sino para crear redes de apoyo, que han sido capaces de paliar algunas carencias materiales y simbólicas que ha dejado al descubierto el sistema neoliberal.

Acciones como la confección de mascarillas, los cuidados de los huertos, las ollas comunes, me recuerdan a otros movimientos sociales donde los ciudadanos y ciudadanas se han apropiado de los elementos culturales y saberes populares para lidiar con situaciones de extrema necesidad. No tengo claro si estas acciones serán en algún momento parte del patrimonio museal, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que son parte de nuestro imaginario cultural y de que tienen la misma capacidad de reapropiación y de significación que cualquier objeto artístico, con la ventaja de que, además, son capaces de generar nuevos vínculos sociales. ¿Cómo podemos tomarlas como ejemplo para devolver al pueblo el dominio de sus matrices de significaciones?

A lo largo de esta carta he escrito sobre la libertad de nuestras acciones de mediación, al tratar con públicos diversos, las sesiones no se pueden programar y ninguna es igual a la anterior, pero, ¿qué tan espontáneas son nuestras acciones?, ¿qué papel juega en ellas la razón? Si leemos los objetivos de muchas de las áreas, encontramos palabras como reflexión, el pensamiento crítico, los aprendizajes situados, etc. ¿En qué lugar quedan las emociones?, ¿qué pasaría si la mediación no tuviera que cristalizar en nada?, ¿podemos dejarnos llevar por la posibilidad de no ser nada?

Me pregunto si ahora que todo está en transformación y vamos a tener que generar nuevas maneras de relacionarnos, no es el momento de revisar en conjunto todos los ejercicios que hemos estado realizando, independientemente de su resultado y preguntarnos: ¿qué herramientas nos han otorgado para enfrentar este futuro incierto?, ¿cómo ha reaccionado la comunidad ante nuestro trabajo?, ¿de qué manera debemos compartir estas prácticas con nuestros compañeros?, ¿cómo podemos trasladar estos resultados para recuperar la confianza de las personas en la capacidad de la cultura para construir ideas de futuro?

Participan

Aiskoa Pérez Alonso

(Vitoria-Gasteiz, 1986)
Mediadora cultural y diseñadora gráfica. Actualmente es responsable del área de mediación del Centro Cultural de España donde ha centrado su trabajo en la generación de experiencias de mediación con que vinculen a los públicos con las posibilidades que se abren en las prácticas creativas y culturales contemporáneas.

Ignacia Biskupovic

(Santiago, 1987)
Artista visual y educadora. Ha participado en distintas iniciativas que vinculan las artes y la pedagogía crítica. Actualmente, es encargada del programa Vinculación con el Territorio del Área Programas Públicos en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, donde explora la mediación artística orientada al desarrollo comunitario.

Jessica Figueroa Neikoleo

(Santiago, 1982)
Licenciada en Educación con Mención en Artes Plásticas (PUC) con estudios en Estética, Museología y Derechos Humanos. Actualmente es estudiante de Magíster en Cooperación Internacional y Políticas Públicas para la Agenda 2030 y trabaja como Coordinadora de Programas Públicos y encargada de Mediación en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

Yasna Patricia Pradena García

(Santiago, 1975)
Máster en Arteterapia y Educación Artística para la Inclusión Social en la Universidad de Valladolid.   Actualmente es Investigadora Predoctoral en el doctorado de Investigación Transdisciplinar de Educación de la Universidad de Valladolid y está investigando el Teatro Aplicado para la prevención de la violencia de género y la promoción de la igualdad en el ámbito educativo.

Elena Fernández-Savater

(Madrid, 1988)
Historiadora del arte especializada en arte contemporáneo y cultura visual. Actualmente trabaja como gestora cultural y encargada del programa público en el departamento de exposiciones de La Casa Encendida de Madrid. En los últimos años, su trabajo se ha enfocado en cuestiones relacionadas con las artes vivas, la mediación artística y el mundo editorial independiente. 

Katherine Ávalos

(Chile)
Con formación inicial en teoría e historia del arte, se ha desempeñado como trabajadora de museos, especializándose en educación y arte contemporáneo. Actualmente es coordinadora de la Unidad de Educación del MAC y forma parte del Cineclub San Borja. Parte de esta trayectoria ha sido la combinación entre investigación artística, educación, museología y filosofía como enfoque estratégico en el horizonte de transformación social.  

Yolanda Jolis

(España)
Licenciada en Historia del Arte por la UB y forma parte del equi- po de Programas Educativos del MACBA desde su creación en el año 2007. Como parte de esta institución participa en el diseño de los distintos programas que se ponen en marcha para los públicos que visitan el museo.

Julia Romero Arancibia

(Buenos Aires, 1983))
Artista y educadora. Es Licenciada en Artes mención Escultura y Magíster en Artes Visuales de la Universidad de Chile. Se ha desempeñado en el ámbito de la educación artística coordinando y creando diversos programas como expresión de políticas públicas en el área. Su desempeño se caracteriza por instalar la entrecha relación arte-vida y la idea del artista como un activista dentro de la comunidad que promueve la reflexión y el empoderamiento.

Jordi Ferreiro

(Barcelona, 1982)
Artista y educador. Su trabajo explora el concepto de mediación institucional y cómo el arte puede ser una herramienta para intervenir y cambiar los espacios burocráticos responsables de administrar el conocimiento, construir lo que entendemos por cultura y regular nuestra forma de comprender el mundo.

Soledad León de la Cerda

(Valparaíso, 1986)
Licenciada en Artes Visuales y Pedagogía – Diplomado de Educación Popular y Sicología Comunitaria.Actualmente coordina el área de mediación artística de CENTEX.
Trabaja en el área de mediación hace mas de 3 años, me interesan los procesos de colaboración y construcción comunitaria.

Colectivo Caput

(Chile)
Colectivo de arte, que busca poner en movimiento la educación desde procesos transdisciplinares y contemporáneos, con una pedagogía experimental y una metodología colaborativa. 
Este grupo esta formado por Loreto González Barra. Curadora (educación y gestión) de arte contemporáneo y académica Universidad Arturo Prat, y Camilo Ortega Prieto, Artista Visual, educador.
Su línea de investigación radica en las artes visuales con orientación contemporánea y los cruces y/o mixturas que este campo ofrece al área social, educativa y política.

Todo por la praxis (TXP)

(Madrid, 2000)
Colectivo de arquitectos, artistas e historiadores que han puesto en marcha más de cien procesos basados en prácticas colaborativas, procesos participativos, acciones urbanas y agitprop. Sus áreas de trabajo son la arquitectura, el arte contemporáneo, la mediación y coproducción urbana, los procesos de participación comunitaria, el urbanismo táctico, el placemaking, el arte público y político. Plantean otros modos de producción de ciudad desde el desborde de su propia práctica hacia la hibridación estética. Sus integrantes actuales son Diego Peris (Madrid, 1977), Jo Muñoz (La Serena, Chile, 1978), Fidel Villar (Haro,1995), Javier Aparicio (Madrid, 1992) .

Emilio Terán

(Chile)
Licenciado en Artes con mención en Artes Plásticas de la Universidad de Chile. Es miembro de la Red Mediación Artística desde 2013, en donde se ha dedicado a la construcción de esta organización con el fin de difundir y promover este quehacer en sus distintos ámbitos de desarrollo. Actualmente trabaja en la formación de profesionales en esta disciplina y en la conformación de áreas de mediación para instituciones culturales que lo precisen.

Jara Blanco

(Palencia, 1985)
Historiadora de formación y D.E.A en Antropología, se dedica a la investigación y a la mediación cultural a través del diseño e implementación de actividades educativas. Residente en Madrid, trabaja y colabora para diversas instituciones culturales de la ciudad. Actualmente forma parte del equipo motor de la investigación Rehacer y expandir la Mediación Cultural, impulsada por la asociación AMECUM, con el apoyo de la Fundación Daniel y Nina Carasso.

LiquenLab

(Punta Arenas, Chile)
Somos una plataforma creativa y un laboratorio de investigación territorial emplazado en Punta Arenas, con extensiones de agrupaciones sociales, culturales y de educación en Puerto Natales, Porvenir, Puerto Williams, que busca impulsar proyectos de creación contemporánea, propiciando la relación entre arte, ciencia y naturaleza, utilizando las nuevas tecnologías como medio exploratorios y expresivos. Liquenlab está dividida en distintas áreas a cargo de quienes las integran; dirección general Sandra Ulloa, comunicaciones Lorena Alvarez y producción general María Paz Calabrano, dirección de contenido Nataniel Alvarez, mediación artística Ariel Oyarzun.
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ILUSTRACIONES

Simón Catalan

(Santiago de Chile, 1988)
Artista visual y educador. Actualmente se dedica a facilitar talleres de dibujo y a la creación de narraciones gráficas. Ha participado en diversos proyectos de arte contemporáneo, educación y mediación artística, siendo el dibujo el eje principal de su trabajo.

Calendario

Marzo 2021

Lunes 8 de marzo
Aiskoa Pérez a Ignacia Biskupovic

Lunes 15 de marzo
Ignacia Biskupovic a Yasna Pradena

Lunes 29 de marzo
Yasna Pradena a Jessica Figueroa

Abril 2021

Lunes 5 de abril
Jessica Figueroa a Elena Fernandez-Savater Diaz-Aguado

Lunes 12 de abril
 Elena Fernandez-Savater Diaz-Aguado a Katherine Ávalos

Lunes 19 de abril
Katherine Ávalos a Yolanda Jolis

Lunes 26 de abril
Yolanda Jolis a Julia Romero

Mayo 2021

Lunes 03 de mayo
Julia Romero a Jordi Ferreiro

Lunes 10 de mayo
Jordi Ferreiro a Soledad León

Lunes 17 de mayo
Soledad León al colectivo Caput

Lunes 24 de mayo
Colectivo Caput a Jo Muñoz

Lunes 31 de mayo
Jo Muñoz a Emilio Terán

Junio 2021

Lunes 07 de junio
Emilio Terán a Jara Blanco

Lunes 14 de junio
Jara Blanco a Ariel Oyarzún

Lunes 21 de junio
Ariel Oyarzun

Lunes 27 de junio
Simón Catalán

Agosto 2021

Miércoles 25 de agosto
Primera sesión del laboratorio: Tiempo

Septiembre 2021

Miércoles 01 de septiembre
Segunda sesión del laboratorio: Comunidad

Miércoles 08 de septiembre
Tercera sesión del laboratorio: Crisis

Miércoles 29 de septiembre
Sesión final del laboratorio: Contextos

coRЯespondenciasLAB

¿Eres mediador y quieres participar del proyecto?

Entre agosto y septiembre reflexionaremos sobre los contenidos levantados en estas cartas en un laboratorio virtual abierto a todas las personas interesadas en compartir sus experiencias de mediación cultural, creando entre todas y todos un dispositivo que albergue todo lo conversado.

Partiremos de los aspectos que más se han repetido en las cartas como el tiempo, la comunidad, la crisis y los contextos para cuestionarnos nuestras prácticas, pensar hacia dónde debe dirigirse la mediación en el futuro y crear en la medida de los posible una “bolsa de recursos compartida” que nos sea de utilidad en los proyectos que están por venir.

INSCRIPCIONES

Las inscripciones estarán abiertas hasta el 18 de agosto en este formulario. 

PROGRAMA

  • Miércoles 25 de agosto // desde las 12.00h (CH)
    Tiempo ¿Cómo sería el tiempo para trabajar en un proyecto ideal?
  • Miércoles 01 de septiembre // desde las 12.00h (CH)
    Comunidad ¿Cuánto conozco a mi comunidad?
  • Miércoles 08 de septiembre // desde las 12.00h (CH)
    Crisis Mediación en la incertidumbre
  • Miércoles 29 de septiembre // desde las 12.00h (CH)
    Contextos
    ¿Cómo continuamos un proyecto y lo adaptamos a los diferentes contextos?
    Sesión conducida por TODO POR LA PRAXIS