Carta de Jessica Figueroa a Elena Fernandez-Savater

Fecha

Del 5 al 11 de abril de 2021.

Santiago, 08 de diciembre, 2020 

Estimada Elena: 

Espero que al recibir esta carta te encuentres bien junto  a tus seres queridos. Hoy, en una noche cálida, me siento a  escribirte esta carta. No sé bien por dónde empezar, quizás  presentándome para ser un poco más cercana. 

Mi nombre es Jessica Figueroa Neikoleo -soy descendiente del  pueblo mapuche por parte de mi madre-, tengo 38 años y soy madre  de tres niños. Vivo en Santiago de Chile desde que nací y toda mi vida ha transcurrido en esta linda ciudad. En lo  profesional, desde el año 2015 trabajo en el Museo de la  Solidaridad Salvador Allende (MSSA) como mediadora artística,  con distintas responsabilidades, pero siempre en contacto con  las comunidades. El recorrido para llegar al lugar donde hoy  desempeño mi labor profesional ha sido de muchas etapas. 

Desde 2008 soy profesora de Artes Plásticas en Educación  Primaria. Trabajé dos años en una escuela con niños y niñas  entre 7 y 8 años de edad (segundo año de primaria) y luego de  eso decidí volver a la universidad para realizar estudios de  Estética e Historia del Arte. En ese tránsito, pasar de una  labor más bien técnica y de fuertes lineamientos de la  educación formal, a una experiencia de reflexión filosófica,  claramente generó cambios importantes sobre las perspectivas  de los procesos de aprendizaje, las experiencias de vida y la  creación de mundos posibles. Allí descubrí que cultivar el  pensamiento y nutrir las ideas era la manera para potenciar  la creatividad y resolver las cuestiones de la vida, tanto en  lo cotidiano como en lo más trascendental. 

Durante esos dos años de estudios viajé por la literatura, la  plástica, la música, el cine, la fotografía, el teatro y la arquitectura; viajes que sentaron las bases para comenzar a  ver la vida con otros ojos. ¿Has experimentado un despertar  intelectual y afectivo en algún momento de tu formación  profesional o experiencia laboral? 

Ahora que observo mi pasado, me doy cuenta de que haber estudiado esa Licenciatura en Estética fue fundamental para fortalecer la idea de que las artes y la cultura son elementales en el desarrollo humano y que se debe promover desde la primera infancia para nutrir el pensamiento crítico y la libertad. 

Nuestro país, luego de diecisiete años de dictadura cívico  militar, quedó sumido en un sistema neoliberal que profundizó  la desigualdad económica y social, generando un sistema  educativo que ha priorizado el desarrollo del pensamiento  academicista, centrado en los saberes técnicos y prácticos,  por sobre el conocimiento sensible de la vida y las sociedades.  Con este antecedente, inicié mi camino hacia la formación en Derechos Humanos y el año 2014 fue muy importante en este sentido. 

Estando en un período de posnatal de mi tercera hija, me  organicé para estudiar Museología y Pensamiento crítico durante los sábados y un diplomado en Derechos Humanos en la semana. A partir de ahí, comencé a pensar en un proyecto de vida que me motivara a promover el derecho a una educación de calidad y el desarrollo de la cultura. Ese mismo año, tomé un cupo de pasante en el MSSA y descubrí la Mediación. 

Todo se dio al mismo tiempo, como una sincronía donde se  reunieron muchos aprendizajes y referentes, tales como Paulo  Freire con la educación popular; Katya Mandoki con la estética  de lo cotidiano; a Walter Benjamin, con su pensamiento  filosófico y la teoría crítica; a Milton Santos con su  planteamiento de Geografía crítica; a la investigadora y  profesora feminista Patricia Espinosa, entre tantos otros. 

Todos con reconocidos aportes que me han permitido comprender  la experiencia estética y la creación como valores intransables para la humanidad. ¿Cuáles son tus referentes, esos que dialogan en tu memoria cuando debes tomar decisiones  profesionales? 

En Chile aún se discute sobre la participación y el consumo  cultural (palabra que no me representa en lo absoluto). Nos  queda mucho por hacer. Primero, debemos promover la idea de  ejercer el derecho a la cultura, porque de esta manera  se garantiza el acceso universal, la participación efectiva de  las comunidades y acortar las brechas de desigualdad que aún  se registran al alza por estos días. ¿Cuáles son las  discusiones en términos de políticas públicas y culturales en  España? 

Para mí, llegar al MSSA fue un tremendo acierto, ha sido mi  lugar de trabajo y una escuela a la vez. Inicié como mediadora  en salas de exposición junto a compañeras muy generosas y con  ellas fuimos corriendo el cerco de la formalidad que pesaba fuertemente en el museo. La tarea era titánica: preparar un  programa de actividades con cada exposición, establecer  diálogos con las otras áreas, con los o las curadoras y  organizar una agenda para recibir a todos los grupos que lo  solicitaron, y todo lo realizamos en media jornada; no era  fácil. 

Si bien el MSSA se reconoce por su particular origen “la  solidaridad artística con Chile”, con el paso de los años se  había disipado en parte ese mandato; por lo tanto, teníamos  que dar a conocer con más fuerza su acervo y especial colección. 

La población chilena, hasta hace muy poco, no se caracterizaba por ser asidua a los museos; entonces el primer desafío era  promover este espacio como un lugar cercano, amigable y cómodo. Con ese enfoque, la tarea se definió en algo fundamental: mantener siempre un buen trato y de respeto entre quienes estábamos dentro del museo y de igual manera con quienes nos visitan, y esto es importante, porque nuestra realidad está fuertemente marcada por el clasismo y la desigualdad. 

Acá, por mucho tiempo se pensaba que los museos eran temas de  ricos o de entendidos, y eso era lo primero que debíamos  derribar, porque justamente el MSSA se había creado para el  pueblo de Chile y sus trabajadores, y ellos eran quienes se  estaban quedando fuera. Así, retomamos la idea original, pero  el esfuerzo como equipo no era suficiente y debíamos optimizar  los recursos. 2017 fue un año clave. Como área de Programas Públicos,  iniciamos una investigación acción en el Barrio República,  lugar donde habita el museo. El objetivo era conocer y acercar  a los vecinos y vecinas a un museo de arte moderno y contemporáneo, con una historia muy especial que debía ser  devuelta a su pueblo (te invito a revisar la web del museo).

Salimos a las calles a encuestar, con una metodología de  consulta para conocer las ideas e imaginarios que existían en  torno a este museo vecino. Con esa información, comenzamos una  serie de encuentros de escucha mutua, donde la práctica  artística era un medio para abrir la reflexión. A partir de la  Mediación artística, entendida por nosotras como la generación  de espacios de diálogo para la transformación, inclusión social y el desarrollo comunitario -idea muy bien planteada por Ascensión Moreno (2016)-, comenzamos a generar un tejido social que nos permitió crear confianza, afectos y compromiso mutuo con la comunidad barrial. El año 2018, luego de meses de trabajo creativo comunitario, donde pensamos la historia del barrio, su pasado, su presente y su futuro, inauguramos una exposición de co-creación y de curaduría participativa llamada “Haciendo  Barrio”.

Entre los años 2017 y 2019 fue de arduo trabajo, porque mientras se cultivaba la relación con los vecinos, seguíamos recibiendo a los grupos de distintas partes de la ciudad y del país, quienes llegaban a conocer y dialogar en torno a las obras y las exposiciones. Ante tanta entrega, nuestro equipo se fue transformando y fortaleciendo. Nuestras vidas estaban  involucradas con ese tejido que, entre lazos y tramas, seguía  creciendo. Ahí pude comprender las palabras de la investigadora  argentina Silvia Alderoqui: “ser mediadores es ser militantes”, y yo le agregaría “es ser activistas, es un estilo de vida”. 

En este proyecto la institución no quedó al margen; se vio  fuertemente movida en su quehacer; todas las áreas, de un  momento a otro, estaban involucradas. Esa transformación nos llenó de vitalidad, de alegrías, de  desafíos y de mucho compañerismo. Como equipo pequeño  (trabajamos 24 personas en total) hicimos de este proyecto algo grande e importante, porque sabíamos el aporte que significa para el patrimonio de nuestra comunidad. 

En octubre de 2019, la crisis política y social puso a prueba  ese tejido. Ante el fuerte movimiento, nos paralizamos  (emocionalmente) por un día. En lo personal, me sentí cargada  de muchas emociones. El museo, ante la declaración de Estado de Emergencia no abrió sus puertas, pero lanzamos una declaración con un mensaje de compromiso por los Derechos Humanos. Por otro lado, nos acercamos al barrio y a sus organizaciones de base para saber en qué podíamos ayudar. Al paso de las horas, nuestra agenda ya estaba nuevamente armada, el museo se transformaba en un espacio de encuentros para cabildos, asambleas y reflexión en torno a la crisis política y a la nueva Constitución. En esto, la confianza, los afectos y la cercanía del museo con el vecindario fueron fundamentales y, sin duda, esta experiencia hace eco de algo que Nina Simon señala en su libro “The Art of Relevance”, que para ser relevantes, quienes estamos dentro de la institución debemos cultivar un corazón abierto; que dialoguemos con quienes están fuera para otorgar la posibilidad de construir nuevas puertas y ser capaces de decir: los queremos aquí, pero no en nuestros términos, sino que en los de ustedes. Ahí se comprueba que un museo, además de proteger, conservar y compartir conocimientos a través de su colección, también es un espacio para la ciudadanía, para soñar nuevos proyectos y construir nuevas sociedades. 

Hoy vivimos días críticos, desde marzo que estamos con las  puertas cerradas y ha sido drástico, pero aquí estamos,  reinventándonos, más cerca que nunca de las comunidades de  vecinos y vecinas que participan desde 2018 en colectivos de  creación en arte textil, fotografía y huerta urbana. Por otro  lado, seguimos escuchando, dialogando y permitiendo que se  abran nuevas puertas con comunidades de educadores de artes,  con mediadores de otros museos, con comunidades de personas  sordas, con escuelas de niños y niñas y con mujeres de otros  barrios de la ciudad. Todas convocadas a dialogar a través de  la creación, del arte y la cultura. 

La pandemia nos ha regalado muchos aprendizajes y, aunque nos  arrebató un compañero de trabajo muy querido, seguimos  laborando para hacer correr la voz de que el desarrollo de la  cultura y la creación son un bien esencial para la vida humana. 

Te contaría tantas otras experiencias, pero creo que lo escrito aquí es lo que tengo presente en mi memoria y corazón hoy. Espero que esta conversación continúe, que el hilo de las  reflexiones nos permita tejer algo a la distancia. Y si algún  día vienes a Chile, no olvides contactarme, acá tendrás una  compañera para recorrer la ciudad y conversar sobre la vida. Te saluda y envía un fuerte abrazo,

Jessica


Jessica Figueroa

(Santiago, 1982)

Licenciada en Educación con Mención en Artes Plásticas (PUC) con estudios en Estética (PUC), Museología (USACH) y Derechos Humanos (U.Chile). Actualmente es estudiante de Magíster en Cooperación Internacional y Políticas Públicas para la Agenda 2030 (UCMadrid- USACH) y trabaja como Coordinadora de Programas Públicos y encargada de Mediación en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.


CoRЯespondencias es un proyecto de mediación cultural, en el que se comparten experiencias de 15 mediadores de España y Chile a través del intercambio epistolar. 

Semanalmente publicaremos una carta hasta el 21 de junio.

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Aiskoa

Más información:

Imagen Simón Catalán Molina

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