Este artículo forma parte del Club de Plantas del CCESantiago, un espacio de encuentro y conversación mensual donde nos juntamos desde nuestras casas a compartir saberes e inquietudes en torno al mundo vegetal.
Por Helena Bricio
El futuro se plantea como un reto para la naturaleza y nosotras mismas, los procesos antropocéntricos han producido transformaciones crueles para el planeta con consecuencias devastadoras que nos atraviesan. Somos testigos de un cambio climático que nos acecha enviándonos señales de aviso ante unos recursos terrestres que cada vez son más limitados.
Con el nacimiento de la agricultura, el ser humano comenzó a manipular la tierra; como te imaginarás, al principio de los tiempos, esa agricultura se realizaba de una forma sustentable, ya que los recursos parecían ilimitados en comparación con la población para la que se cultivaba. Sin embargo, con el paso del tiempo, nuestra forma de vida ha cambiado, impulsada por unos tiempos de trabajo y producción frenéticos, que han derivado en un aumento poblacional y en una demanda de víveres cada vez mayor. De esta forma, aparecen los cultivos masivos, que cada vez consumen mayores recursos.
¿Cómo vamos a hacer frente a esta situación? La ciencia y la biotecnología proponen, por ejemplo, investigaciones en torno a la genética de las plantas donde se estudian sus características y cualidades para convertirlas en organismos más resistentes frente a los retos climáticos, modificándolas genéticamente o incluso creando plantas transgénicas. No obstante, esta modificación resulta contradictoria, ya que si bien es cierto que necesitamos alimentos todos los días, este tipo de procesos también perjudican seriamente los ciclos biológicos del planeta y a las propias plantas.
¿Están las plantas reducidas a ser nuestra fuente de alimentación? Quizá te pase como a mi y te estés preguntando si pueden utilizarse estos procesos y sistemas biológicos para mejorar su vida, o si por el contrario solamente se utilizan para mejorar la calidad de vida humana. ¿Acaso las plantas necesitan que las mejoremos? Con el objetivo de despejar mis dudas relacionadas con la biotecnología y su relación con las plantas, me uní el pasado martes 16 de noviembre al Club de Plantas para escuchar al Dr. Javier Canales, quien ha investigado en biología molecular de plantas en el Instituto de Bioquímica y Microbiología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile, y nos habló de las investigaciones en las que está participando.
Lo primero que entendí es que la biotecnología se define como “la aplicación tecnológica que utiliza sistemas biológicos y organismos vivos, o sus derivados, para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos”. Es preciso saber que el objetivo de modificar estas plantas reside en el mejoramiento de las especies, con fines beneficiosos para los cultivos o la salud del ser humano. Por este motivo, Javier nos hizo hincapié en que las plantas transgénicas no son algo nuevo, sino que las plantas tradicionales se han ido domesticando y mejorando a lo largo de nuestra historia, seleccionando aquellas que disponen de unas características mejores que afectan positivamente a la agricultura. Sin embargo, “en la actualidad enfrentamos situaciones como el aumento de la población o el cambio climático y obviamente no podemos utilizar las mismas estrategias que utilizábamos hace 5000 años atrás cuando se inició la agricultura. […] Necesitamos acelerar estos cambios y es por ello que la biotecnología vegetal está cobrando cada vez más importancia y […] nos permite, en el fondo, poder acelerar estos cambios.”
Aumento del tamaño de la mazorca de maíz durante su domesticación
¿Qué son las plantas transgénicas y cómo surgen? Javier nos explicó que “son plantas […] modificadas genéticamente […] a las que les introducimos genes de otras especies [de la naturaleza] mediante ingeniería genética.” Además, nos comentó que existen distintos métodos para llevar a cabo su modificación genética, y que uno de los más utilizados es el co-cultivo de células o tejidos mediante el uso de una bacteria (agrobacterium tumefaciens).
Durante la sesión debatimos sobre las características que son interesantes para los cultivos, como por ejemplo la resistencia de las plantas a las plagas. Javier nos habló de investigaciones que se han realizado desde la biotecnología vegetal para crear plantas transgénicas resistentes a plagas. Sin embargo,¿qué pasa con todos los insectos que se alimentan de estas plantas? como bien puntualizó Estela “hay un cacahuete que deja de ser comido por un insecto, pero hay un insecto que deja de comer.” Respecto a esto, Javier nos comentó que estas modificaciones genéticas se dirigen específicamente a espacios de cultivo y no se implantan en ecosistemas donde se pueda desequilibrar la vida terrestre. Además, Javier nos hizo ver que la reducción de plagas en cultivos nos llevaría a usar menos pesticidas e insecticidas, cuyo impacto en los ecosistemas y en la vida de las personas es mucho mayor.
Resistencia a los insectos mediante la introducción del GEN BT (planta de cacahuete silvestre vs planta de cacahuete transgénica)
Así pues, las primeras conclusiones que sacamos durante la sesión estaban relacionadas con las distintas contrariedades que la misma biotecnología vegetal va planteando a la vida terrestre. Por ende, abrazándolas y siendo conscientes de los desafíos a los que se enfrenta la agricultura, Javier nos planteó que la biotecnología vegetal nos permite mejorar ciertas características de alimentos para hacerlas más resistentes. Entre ellas, descubrimos por ejemplo que el tomate tradicional, aunque tenga unas variedades muy sabrosas y exquisitas, no son tan resistentes a los cambios ambientales, por ello se aíslan genes de otras especies silvestres de la misma familia, que sí lo son para introducírselos.
Esto también nos llevó a debatir sobre nuestras propias experiencias con alimentos transgénicos como los mencionados tomates, de los que hemos comprobado que, en ocasiones, sus variedades transgénicas no saben igual o no tienen la misma textura. Conversando sobre la situación actual de los cultivos, comprendimos que aunque se haya conseguido generar tomates más grandes respondiendo a las demandas de consumo, estas modificaciones igual pueden afectar a la calidad de los mismos: “al mejorar el crecimiento y el tamaño de los frutos, muchas veces afectamos negativamente a la calidad en cuanto al contenido de azúcares, los aromas, los sabores…” Además, nos explicó que si las líneas biotecnológicas de transformación no son puras o son homogéneas, sí que existe la posibilidad de que se pierdan otras características que son interesantes. Pese a esto, Javier nos aportó un rayo de esperanza, ya que actualmente nos relató que se está investigando cómo mantener simultáneamente ambas características, las modificadas y las naturales.
Por otro lado, Cecilia intervino para contarnos que sus semillas transgénicas no le crecen igual que las no transgénicas, lo que llevó a Javier a aclararnos que una planta transgénica y una planta normal deberían crecer de la misma forma, a no ser que se haya modificado un gen que esté relacionado con la germinación, y así aprovechamos también para hablar sobre las semillas transgénicas y el mal uso que se puede hacer de ellas. Sin embargo, el optimismo de Javier respecto a esto despejó muchas dudas, ya que nos insistió en que las plantas transgénicas son plantas normales que a no ser que nosotros les introduzcamos un gen que genere alguna toxina, no serán tóxicas. Por tanto, nos quedó claro que lo interesante es utilizar las plantas transgénicas positivamente, e incentivar a informarnos sobre estos procesos: “Todo se puede utilizar de manera negativa […] pero generalmente lo que se hace con las plantas transgénicas es generar caracteres que sean beneficiosos desde el punto de vista productivo en la agricultura y esos cambios de genes que afectan a la productividad no afectan para nada a la seguridad alimentaria de esos productos”, explicaba Javier.
Una vez más, se nos planteó en la sesión que el futuro que tenemos por delante es incierto, pero desde distintos prismas, incluido el de la investigación biotecnológica, se está trabajando para contribuir a generar una economía más sustentable. Tuvimos la oportunidad de experimentar durante la sesión cómo una persona que está en ámbito científico también aboga por un menor uso de pesticidas, productos químicos y un cambio de paradigma sobre la explotación de los cultivos. Así pues, comprendimos la necesidad de trabajar en conjunto, encontrando el equilibrio y escuchando la diversidad de opiniones sobre el tema, ya que los objetivos de la agricultura, la ecología, el consumo, la ciencia y el mundo empresarial siempre van a ser distintos unos de otros. El futuro, en mi opinión, está en ser capaz de dialogar como hicimos en el club de plantas y buscar alternativas que respeten la naturaleza e ir, poco a poco, fomentando un trabajo en conjunto en pos del bien común, un desafío muy grande pero no imposible.
Este artículo forma parte del Club de Plantas del CCESantiago, un espacio de encuentro y conversación mensual donde nos juntamos desde nuestras casas a compartir saberes e inquietudes en torno al mundo vegetal.
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