Este artículo forma parte del Club de Plantas del CCESantiago, un espacio de encuentro y conversación mensual donde nos juntamos desde nuestras casas a compartir saberes e inquietudes en torno al mundo vegetal.
Por: Helena Bricio
Los productos cosméticos como el jabón, los perfumes, el champú, el desodorante o el maquillaje están presentes de manera habitual en nuestras vidas y los utilizamos día a día para nuestro cuidado corporal, pero, ¿sabemos realmente qué ingredientes contienen esos productos? Precisamente, esa pregunta nos llevó a querer conocer más sobre la cosmética natural, y por ello le dedicamos una sesión del Club de Plantas el pasado 18 de mayo, donde además pudimos contar con la participación de Paola Vera Alarcón, quien nos enseñó cómo hacer una crema de manos hidratante, en directo, con ingredientes naturales y ecológicos.
El ser humano ha estado usando cosméticos a lo largo de toda la historia, desde el antiguo Egipto, donde los egipcios y egipcias usaban el kohl para maquillar sus ojos, hasta la pintura corporal del pueblo Selk’nam, cuyas connotaciones van desde la propia belleza y culto al cuerpo hasta un plano más espiritual. En la antigua Grecia, por ejemplo, se empezó a incorporar la importancia del baño y los masajes en la vida cotidiana, apareciendo así los kosmetes, profesionales que se dedicaban al cuidado y a la belleza del cuerpo. Sin embargo, pese a que todas estas culturas empleasen materias primas que les ofrecía la tierra como el aceite de oliva, la cera de abejas o las hierbas, poco a poco, con el avance científico y tecnológico, la cosmética fue alejándose de los productos naturales, apareciendo así el primer laboratorio de productos cosméticos y medicinales de la mano de los monjes de Santa María Novella en el siglo XVI. Entonces, ¿por qué nos despierta interés volver a los orígenes más lejanos de la cosmética, si podemos encontrarla en cualquier supermercado?
Paola Vera se inició en el mundo de la cosmética natural a raíz de una alergia en su piel, siendo testigo de cómo, debido al uso de ciertas cremas, le salían sarpullidos. Esto la llevó a interesarse por crear sus propios productos sin sustancias químicas que pudiesen ser peligrosas para la salud y que, por el contrario, fuesen respetuosas con el medio ambiente. Además, nos explicó que toda la cosmética que ella crea es vegana, así que no utiliza ningún ingrediente que tenga su origen en el reino animal. De esta forma, pudimos comprender en el taller que la cosmética natural responde a la siguiente fórmula: productos creados con ingredientes naturales, que no contienen ningún agente químico o tóxico que pueda dañar nuestro organismo ni al medio ambiente.
Para algunos de los participantes del taller el tema no era nuevo; por ejemplo, David Mauricio Portius nos contó que su experiencia con la cosmética natural se remontaba al año 2016: «Soy profesor de ciencias naturales y con los cursos de segundo medio puse en práctica ciertas experiencias de aula, en el contexto de estar realizando un diplomado de enseñanza de la química verde, y les invité a cada uno a investigar productos que se fabricaran con materias primas verdes que fueran fácilmente asequibles en cualquier lugar. Me trajeron limpiavidrios, lustramuebles, lavalozas, jabón… Y una de ellas, un esmalte de uñas que estaba hecho a base de azúcar, vinagre y clorofila, que habían extraído de unas hojas en su casa.» Valeska también nos relató su experiencia en relación al desodorante natural que ella misma siempre se fabrica: «Es el que uso desde hace bastante tiempo y que hago a partir de bicarbonato, que es como el ingrediente esencial, con aceite de coco y con maicena. Pero también he usado chuño, porque una vez no tenía maicena y el chuño, que es como el almidón de papa, también me sirvió. Y le pongo unas gotitas de algún aceite»
Por otro lado, Pam Lagos nos relató su experiencia haciendo pomadas desde que en su huerta empezaron a crecer hierbas medicinales, que le llevaron también a conocer los macerados y las tinturas madres, a pesar de no saber más de cosmética como tal, y también nos dijo que estaba muy interesada en el taller, porque, según sus propias palabras, «solo he llegado a hacer pomadas que tienen muy pocos ingredientes y que uno solidifica con miel de abeja.» María Patricia también había probado a hacer ungüentos; nos contó que ella usa el cannabis como materia prima para ellos y que, incluso, ha llegado a experimentar con su resina.
Cannabis sativa en Köhler’s Medicinal Plants, 1897
Naturalmente, el hecho de compartir estos saberes populares nos llevó a reflexionar sobre las propiedades de las plantas: ¿Qué beneficios tienen que las hacen tan especiales para el cuidado de nuestros cuerpos? Fuimos mencionando a lo largo de la sesión distintas plantas y aquellas propiedades beneficiosas que conocíamos de las plantas en relación a nuestro cuerpo. Por ejemplo, respecto a la caléndula mencionada anteriormente, Cecilia Chandía nos contó que cuando salen aftas o heridas en la boca, podemos ponernos, de 4 a 5 días, agua de caléndula hecha con la flor (solamente los pétalos, nos advirtió), ya que tiene propiedades que fortalecen la piel interna de la boca.
Calendula officinalis en Köhler’s Medicinal Plants, 1887
Personalmente, no me había dado cuenta de que tenía algunas plantas medicinales en mi propia cocina hasta que Maria Patricia mencionó el romero, al que considera una maravilla «porque sirve para el olor y también […] sirve para la caída del cabello, más que la ortiga; además, es muy aromático.» Paola también añadió que el romero sirve tanto para uso interno como para uso tópico: «para uso externo sirve para quemaduras, líneas de expresión… En cuanto al cabello, sirve contra la caída y para la regeneración de la fibra capilar.»
Rosmarinus officinalis en Köhler’s Medicinal Plants, 1897
Otra de las hierbas fuente de beneficios —en lo que coincidimos— fue la lavanda, con sus propiedades antiinflamatorias, analgésicas, utilizada también para quemaduras y heridas. Verónica Mena apuntó que hay que tener cuidado con la lavanda porque solamente la que contiene todas esas propiedades medicinales, cicatrizantes, relajantes y calmantes es la variedad de lavanda angustifolia.
Lavandula angustifolia en Kohler’s Medicinal Plants, 1887-1897
Después de habernos dejado maravillar por la magia de las propiedades y beneficios de las plantas que nos rodean, quizá te preguntes si hay alguna forma de potenciar todas estas propiedades en nuestra cosmética natural. ¡Pues, claro! Durante el taller, Paola nos enseñó cómo hacer nuestro propio macerado y, de esta forma, conseguir extraer, mediante el uso de aceite, todas las propiedades de la planta. ¿Te animas a hacer uno?
¡El procedimiento es muy sencillo! Solamente necesitas dos ingredientes: aproximadamente 10 gramos de la planta que quieras utilizar por cada litro de aceite vegetal. Podemos usar aceite de almendra, maravilla, soja, oliva… Aunque hay que tener en cuenta que este último impregna la mezcla con su fuerte olor a oliva. En el caso de Paola, ella utilizó 300 gramos de aceite y 6 gramos de caléndula.
¿Cómo elegir las plantas para hacer el macerado? Según Paola, las mejores son aquellas que son fáciles de mantener como el romero, la caléndula o el tomillo, y deberás tener en cuenta que, si la planta es muy grande o es de muy buena calidad, quizá necesites utilizar algo menos. Una vez que hayas recolectado la planta que vas a usar, lo primero que hay que hacer es lavarla. Después, hay que ponerla a secar en una bolsa de papel al sol durante 24 horas para quitarle el exceso de humedad. ¡Nunca directamente a la luz del sol! Además, cada tres horas le daremos la vuelta a la bolsa y una vez que termine el día, seguiremos dejándolo secar a la sombra. Cuando nuestra planta esté seca, podemos añadirla al aceite dentro de un tarro de vidrio y los dejaremos 21 días macerando a temperatura ambiente. Si vives en un clima frío puedes cubrirlo con papel metálico y dejarlo en un rincón oscuro para que aumente su temperatura. Cada dos o tres días tendrás que ir moviéndolo y, después de esos 21 días, hay que colar el macerado y agregar 1 g de vitamina E. ¡Listo!
Ahora que ya sabes cómo hacer tu propio macerado, ¡no tienes excusa para no utilizarlo! Durante el taller, Paola nos enseñó una receta para elaborar nuestra crema hidratante natural para cuidarnos la piel de las manos y, además, nos explicó que hay dos tipos de crema distintos: cremas hidratantes (como la que íbamos a realizar) y cremas humectantes: «una crema humectante lleva más aceite que agua […] sirven netamente para las pieles que están muy, muy resecas, agrietadas… […] La crema hidratante lo que te aporta a la piel es agua; entonces, en este sentido lo que te va a aportar esta crema va a ser nutrición y agua.»
¡Comienza la parte divertida! A continuación puedes leer las instrucciones de cómo hicimos la crema en el taller, aunque antes de empezar es muy importante que esterilices y desinfectes todos los materiales que vayas utilizar con alcohol de 70 a 90 grados. Es conveniente que también desinfectes tus manos y protejas tu pelo para evitar la contaminación de los productos. Si los productos son muy alcalinos, tienen un olor fuerte o son irritantes para tus ojos, puedes utilizar también un delantal y alcaparras antiparras. Respecto a los utensilios que vayas a usar, asegúrate que sean siempre de un material resistente (vidrio tipo pyrex, silicona o acero inoxidable) y de calidad alimentaria.
Instrucciones para hacer la crema y paso a paso:
La elaboración de una emulsión como la que hicimos en el taller se divide tres fases distintas:
¿Qué necesitas?
Lo primero que hizo Paola fue preparar el emulsionante para llevarlo al baño maría. Utilizamos Emulpharma Coreosome en hojuelas, que es un emulsionante derivado del coco y, para que la crema tuviese una mayor consistencia, empleamos alcohol cetílico (también derivado del coco) como co-emulsionante.
La medida de emulsionante propuesta por Paola fue de un 9% (9 g) para una crema de 100 g y de alcohol cetílico un 1% (1 g) por cada 100 g. En caso de que tu intención sea hacer una cantidad menor, tendrás que calcular la proporción adecuada.
A esta mezcla de emulsionante le añadimos el aceite. Como después vamos a calentarlo, es recomendable que utilicemos un aceite que soporte bien el calor y mantenga todas sus propiedades, como el aceite de almendra, de maravilla, de oliva, la manteca de karité, el aceite de coco o la manteca de cacao. Durante el taller, teníamos preparado un macerado de aceite de almendra con caléndula, en una proporción de un 8% (8 g) por 100 g. ¡Es el momento de usar tu macerado!
Calentamos el emulsionante y co-emulsionante junto con el aceite al baño maría, sin removerlos, hasta que se derritan y hasta que la mezcla alcance una temperatura de 70 °C. ¡Recuerda usar tu termómetro para comprobar la temperatura!
El principal componente de la fase acuosa es el agua, así que utilizaremos agua destilada, desmineralizada o una infusión de hierbas. Por ejemplo, para el taller Paola nos propuso una infusión de avena con caléndula. Hacer una infusión es muy sencillo, solamente necesitamos hervir el agua y, una vez que la temperatura baje, le añadiremos la hierba (en este caso, caléndula). Lo dejaremos infusionar durante un día, después colaremos las hierbas y tendremos lista nuestra infusión.
Tanto en la fase oleosa como en la fase acuosa, los componentes deben batirse a la misma temperatura (70 ºC), formando una leche que tendrá una textura y consistencia similar a la mayonesa. A pesar de que la mezcla de ambas fases se pueda hacer indistintamente, tanto Paola como Maria Patricia, quien ya había hecho una crema anteriormente, nos recomendaron llevar la parte acuosa a la parte oleosa. Es decir, poner la infusión de agua en el aceite y el emulsionante, sin sacar ambas partes del baño maría, sino que lo mezclaremos con la batidora en el mismo recipiente.
¡Emulsión lista! Ahora, ¡vamos a por los activos! Paola nos propuso ponerle un activo de aloe vera. El activo le da la propiedad a la crema y, en este caso, le va a otorgar la propiedad regenerante e hidratante que posee el extracto de aloe vera.
En esta parte, siéntete libre para elegir los aditivos y principios activos que quieras, pero recuerda que el máximo que debemos poner es un 5% de extracto por cada 100 g de crema (5 g de extracto de aloe vera en la crema que hizo Paola).
Una vez que la crema está casi fría (inferior a 40 °C), medimos el pH y, de ser necesario, lo corregimos. El pH óptimo para todo lo que son cremas de manos es de 5,5 para que pueda hidratar y penetrar en las capas de la piel. ¡Recuerda! No todas las partes del cuerpo tienen el mismo pH: si estás haciendo una crema para otra parte del cuerpo, que no sean las manos, es importante que estudies bien del pH de esa zona.
En caso de que tu pH sea superior a 5,5, has de rebajarlo. Para ello, puedes utilizar ácido láctico, si no eres vegana, o ácido cítrico, si eres vegana. Sin embargo, si sigues las medidas de esta receta, probablemente no necesites corregir el pH.
Finalmente, agregaremos el conservante para fijar el pH, en una proporción de 0,6 g para 100 g de crema. De esta manera, evitaremos que a la crema le salgan hongos. También podemos añadir, en este último paso, activos como la vitamina E o los aceites esenciales que le darán el aroma a la crema (solamente necesitas un par de gotas)
¡Y ya está lista!
Paola nos comentó que en la cosmética artesanal se usan, mayoritariamente, conservantes de origen alimenticio, por lo que nuestra crema no va a durar más de 6 meses. Entonces, ¡a darle uso! Trata de utilizar tu crema durante los próximos 6 meses desde la fecha en que la hiciste. Evita elaborar demasiada cantidad para no tener que desecharla.
Puede parecer complicado, pero ¡no lo es, y seguro que tu piel lo agradecerá! Cuéntanos tus impresiones al elaborar la crema y recuerda que, si quieres formar parte del Club de Plantas, puedes enviar un mail a: mediacion.cc.chile@aecid.es
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