Carta de Elena Fernández-Savater a Katherine Ávalos

Fecha

Lunes, 12 de abril de 2021.

Madrid, 17 de enero de 2021

«¿No crees que a veces estos
breves encuentros imperfectos
encierran un cuento? (…)».

Emily Dickinson

 

Querida Katherine,

Es posible que esta situación sea extraña para los dos. He de confesarte que no sé a quién estoy escribiendo, pero quiero hablarte como si te conociera, ligera y abiertamente, como si el gesto de escribirte marcara un comienzo, abriera un espacio entre la distancia que nos separa. Te escribo recién levantada, aún dormida, pero algo desvelada.

No tenía muy claro cómo empezar esta carta, pero voy a seguir la estela de Jessica Figueroa y empezar con una mini presentación, para acercarnos un poco más. Me llamo Elena Fernández-Savater, nací en Madrid en 1988 y soy historiadora del arte. Aunque esta primera información no llega a definirme para nada; nunca lo ha hecho. Pero es lo primero que saben los demás sobre nosotros. Qué extraño, ¿verdad?

A lo largo de mi carrera profesional, he ido navegando diferentes aspectos y por diferentes mundos, y esta variedad ha implicado un trabajo continuo de observación y creación de formas de hacer en distintos ámbitos. En los últimos años, mi trabajo se ha enfocado en cuestiones relacionadas con las artes vivas, las ciencias sociales, la mediación cultural y el mundo editorial independiente. Digamos que son mi campo de actuación, placer e interés.  Actualmente, trabajo en el departamento de exposiciones de La Casa Encendida de Madrid como gestora cultural y encargada del programa público. Es un centro social y cultural donde conviven cuatro áreas de actuación: Cultura, Solidaridad, Medio Ambiente y Educación. ¿Has estado alguna vez en Madrid?

Madrid es una ciudad en una transformación constante, y como muchos otros lugares, encontramos que hay más interés en producir capital que en promover una ciudadanía crítica y participativa. Por eso, es tan importante la existencia de espacios como La Casa Encendida, un lugar desde donde repensar el barrio y la ciudad de una manera colectiva y libre, disfrutar, crear, analizar, pensar, intercambiar… un lugar donde reapropiarse de la vida. Porque lo verdaderamente agitador de la cultura es cómo afecta a nuestra forma de expresar, a nuestro lenguaje, a nuestra forma de expandir nuestros actos, a nuestra manera de evolucionar.

Una vez pasada esta primera parte de presentación, me gustaría hacer(nos) algunas preguntas, que de alguna manera siempre han estado presentes en mi andar. Y escribir desde esas dudas e incertidumbres, potenciándolas. Porque, de alguna manera, siempre hay interrogaciones y resistencias que nos transforman.

¿Qué queremos y buscamos como educadorxs? ¿Qué malestares o retos encontramos o encontraremos en los procesos educativos en nuestro papel como mediadoras? ¿Qué tipo de relación tenemos con el arte y cómo transforma nuestra manera de trabajar y actuar?

Supongo que todo proyecto de mediación surge de unas necesidades vitales que queremos priorizar, visibilizar, expandir, y sentimos que es fundamental darles un lugar, un tiempo, un hacer. Esto tiene mucho que ver con la mirada cuidadora de nuestro presente que inventa y construye nuevas sensibilidades. ¿Qué opinas?

De alguna manera, trabajar desde una institución (con sus contradicciones y sus vulnerabilidades) es plantearse de qué manera podemos considerar y repensar el espacio físico como un organismo vivo y activo, y entender al público como un agente fundamental en la réplica, cambio y distribución de las ideas que surjan. De hecho, son estos pequeños gestos los que crean la identidad del lugar. Por ello, me parece importante abordar cada proyecto fuera de lo estrictamente expositivo, creando lenguajes que funcionan a distintos niveles y velocidades, que cada pensamiento sea una evidencia directa del momento, trasladar la importancia al proceso creativo, al presente, al ahora.

La mediación artística es buscar nuevas formas de relacionarnos con el entorno que nos rodea, visibilizar y poner en valor otros formatos, cuerpos y objetos. El cambio, la pausa y la ausencia se convierten en herramientas de trabajo importantes para generar nuevas narraciones, que de una manera casi accidental proporcionen y activen diferentes significados, y muestren otras temporalidades transversales e intermitentes.

Desde que el COVID-19 llegó a nuestras vidas, vivimos días raros y críticos.  Somos cuerpos extrañados, desconcertados, más conscientes de la fragilidad y precariedad que nos rodea. ¿Cómo trabajar desde esta nueva condición? Las instituciones culturales deben convertirse verdaderamente en lugares de encuentro, de cuidado, de aprendizaje, de comunidad. Para ello, hay que dejar espacio al error y al cambio en los discursos que se trabajen. Pensar desde un quebrar, más que desde un construir o reforzar.  Ahora más que nunca, necesitamos una mediación atravesada por la experiencia que nos permita generar lugares reales para la metamorfosis, la alternativa, el anhelo y la crítica. Asumir la mediación como una postura política y hacer de la institución cultural un lugar alternativo para habitar y vivir juntos.

Quizá estas correspondencias sean un buen punto de partida para que surjan diversas opiniones y experiencias que den cuenta de la cantidad de posibilidades a la que nos enfrentamos cuando abordamos una práctica tan mutable como la mediación artística. Yo este año he aprendido más que nunca a trabajar y vivir desde lo incierto y lo impreciso, con intuiciones, que, si bien en muchas ocasiones no son acertadas, otras te llevan a lugares y momentos que sorprenden.

Te contaría más cosas, pero creo que estos pequeños esbozos son suficientes. Sobre todo, es lo que habita mi cuerpo hoy, aquí y ahora. Espero que recibas esta carta con alegría y que continuemos tejiendo experiencias en la distancia.

Para finalizar, me gustaría compartirte un pequeño poema de Alfonsina Storni, llamado Vida. Su poesía me acompañó durante el confinamiento, y aún no me abandona (ni espero que lo haga nunca).

Cuídate mucho. Te mando un abrazo desde Madrid,

Elena

 

Mis nervios están locos, en las venas
la sangre hierve, líquido de fuego
salta a mis labios donde finge luego
la alegría de todas las verbenas.

Tengo deseos de reír; las penas
que de donar a voluntad no alego,
hoy conmigo no juegan y yo juego
con la tristeza azul de que están llenas.

El mundo late; toda su armonía
la siento tan vibrante que hago mía
cuando escancio en su trova de hechicera.

Es que abrí la ventana hace un momento
y en las alas finísimas del viento
me ha traído su sol la primavera.


Elena Fernández-Savater

(Santiago, 1982)

Historiadora del arte especializada en arte contemporáneo y cultura visual. En los últimos años, su trabajo se ha enfocado en cuestiones relacionadas con las artes vivas, la mediación artística y el mundo editorial independiente. Actualmente trabaja como gestora cultural y encargada del programa público en el departamento de exposiciones de La Casa Encendida de Madrid 

También forma parte del colectivo Catenaria, con quien ha comisariado, entre otros proyectos, Be virus, my friend en La Casa Encendida (Inéditos 2014).


 

CoRЯespondencias es un proyecto de mediación cultural, en el que se comparten experiencias de 15 mediadores de España y Chile a través del intercambio epistolar. 

Semanalmente publicaremos una carta hasta el 21 de junio.

Imagen realizada por Simón catalán ilustrando la carta de Aiskoa

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Imagen Simón Catalán